Madrid ya acoge la obra de Mathias Goeritz en la nueva exposición temporal (hasta el 13 de abril) ‘El retorno de la serpiente’ desde el miércoles.

La muestra ‘El retorno de la serpiente. Mathias Goeritz y la invención de la arquitectura emocional’ está formada por más de 200 obras entre dibujos, bocetos, maquetas, fotografías, esculturas y cuadros sobre tabla, cuya naturaleza revela el carácter experimental, analítico e incluso lúdico de la producción de Goeritz. Se inaugura este próximo miércoles (hasta el 13 de abril) en el Museo Reina Sofía, y es una de las grandes apuestas de la nueva temporada en uno de los tres grandes museos madrileños. La retrospectiva también da cuenta del paso de Goeritz por España entre 1945 y 1949 y la influencia que tuvo en la Escuela de Altamira centrada en la pintura y la abstracción poética. Su paso no fue mínimo y aportó algo de luz a la posguerra española.

Esta exposición es un acercamiento a la carrera de Goeritz (Danzig, 1915 – México DF, 1990) desde que se asentara en México a finales de los años 40. durante las cuatro décadas siguientes desarrolló su tarea como arquitecto y artista fundiendo en un estilo propio la utopía racional con el neoprimitivismo. La exposición se compone de una selección de más de doscientas obras (dibujos, bocetos, maquetas, fotografías, esculturas y cuadros sobre tabla) revela el carácter experimental, analítico e incluso lúdico de la producción de Goeritz.

Goeritz fue un trotamundos que deambulo por media Europa y África mientras el Viejo Mundo se desangraba bajo el peso de la guerra. Incluso estuvo en España, donde participó en 1949 en la Primera Semana de Arte en Santillana del Mar (septiembre), desde donde daría el salto hacia México, por aquel entonces un prometedor (y atenazado) país que se las prometía muy felices con una mezcla de orgullo revolucionario, indigenismo y positivismo futurista. Como muchos otros en la posguerra, vieron en México y Brasil las oportunidades perfectas para poder desarrollar ideas artísticas que no tenían espacio en una Europa desgarrada y arruinada y en América, en pleno auge pero con ideas my propias.

Goeritz frente a una de sus construcciones

En 1954 Goeritz teorizaba el principio de la “arquitectura emocional”, base también de la exposición del Reina Sofía, y que fue el dinamizador de toda su carrera. Con él apelaba a la necesidad de idear espacios, obras y objetos que causen al hombre moderno una máxima emoción, frente al funcionalismo industrial y la pose estética forzada de la arquitectura. Esto es, construir edificios para emocionar, no para mayor ego del autor o mayor pragmatismo de su uso posterior. Su idea era recuperar las funciones sociales del diseño.

La exposición se plantea como un recorrido por los trabajos emblemáticos de Goeritz, una manera de revisar esa fusión de arquitectura con los ámbitos de lo social, lo político y lo público, donde una forma primigenia (las líneas en arista que conforman el cuerpo de una serpiente) deviene módulo formal y conceptual de todo su trabajo.

Avales del Estado para poder garantizar las exposiciones 

La muestra, sin embargo, ha estado rodeada de ciertos temores económicos, tantos como para que, en medio de una era de recortes a la cultura (frente a otros sectores donde apenas hay rebajas, como el administrativo y el de Defensa). El Ministerio de Educación y Cultura ha tenido que ofrecer la garantía estatal (es decir, que el Estado es el avalista y garante de los pagos de seguros) para las cerca de 245 obras de la exposición. El volumen de la cobertura es de 12,9 millones de euros. Algo parecido a lo que tendrá que hacer para las 86 obras de la exposición ’Dibujos Españoles en la Hamburger Kunsthalle: Cano, Murillo y Goya’ en el Museo del Prado, que tendrá lugar entre el 30 de octubre de 2014 al 8 de febrero de 2015, por un valor económico de 15,3 millones de euros.

Este sistema garantista es bastante común en algunos país para evitar que determinadas ofertas culturales no puedan venirse abajo por los costes. Cuando las vacas son flacas el Estado acude como garantista en caso de necesidad. Pero sólo para los museos públicos, como un aval frente a la posible destrucción, pérdida, sustracción o daño que puedan sufrir entre el préstamo y la devolución al dueño original. En realidad el Estado no paga, sólo avala en caso de problemas, pero es una demostración de que los presupuestos nacionales en cultura, incluso en tótems como el Reina Sofía y El Prado, han caído escandalosamente.