Mafalda ya tiene premio, y su padre y creador, Quino, entra en el Olimpo hispánico gracias a que es el nuevo Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.
Joaquín Salvador Lavado, alias Quino, hijo de la ciudad de Mendoza allá por 1932, es galardonado este año con el Príncipe de Asturias de Comunciación y Humanidades. Le llega el premio justo cuando se celebran los 50 años del nacimiento de la eterna niña morena de lengua afilada e ingenuidad cargada de sarcasmo y lucidez que enamoró a Argentina primero y luego a medio mundo. Especialmente querida en España, Mafalda, que apareció primero como campaña publicitaria y luego como tira cómica para la prensa, ya es un icono más. Como en los Nobel, cada premiado llega sugerido por una candidatura, en este caso de Rafael Puyol, catedrático de Geografía y demógrafo.
Curiosamente Mafalda dejó de existir en 1973, cuando Quino, asustado por verse devorado por su creación dejó de dibujarla, algo que él mismo asegura le valió más de una bronca de los fans de Mafalda. Pero Quino no ha parado: desde entonces se volcó con el humor más negro y ácido destinado a los adultos. Su carrera ha seguido en Argentina con éxito y se ha convertido en todo un héroe local. En 1976 y con el golpe militar de Videla, se alegró aún más de haberla cortado y se exilió a Italia. Quino sólo volvería a dibujar a Mafalda a petición expresa de Unicef y en 1987 cuando fracasó el golpe de estado militar contra Raúl Alfonsín.
Quino adoptó la nacionalidad española en 1990 gracias a ser hijo de emigrantes andaluces y alterna su residencia entre Madrid y Buenos Aires. En ambos países tiene un pie y parte del secreto de su éxito como ilustrador y dibujante. Está considerado uno de los más grandes humoristas gráficos del mundo gracias a que en 1964 dio el primer paso en Primera Plana con la niñita que desde la ingenuidad e inocencia se cuestionaba todo y como si fuera Sócrates, con una pregunta tras otra, lograba descolorar a sus padres, profesores, gente en general y a sus propios amigos, un grupo de niños que caracterizaban a cada perfil social del país.
El mundo adulto quedaba reflejado a través de los ojos de los niños de una manera algo paralela a como lo hacía Snoopy, pero con una salvedad fundamental: Mafalda tenía una carga política y filosófica detrás de la que carece por completo el famoso perro y su dueño Charlie Brown. La inteligencia de Mafalda era también la de los argentinos, que veían en aquella niñita de anchos mofletes un alter ego de todos los desmanes de un país que nunca ha encontrado la clave para prosperar de veras. Inconformista y con grandes dosis de ironía adulta, Mafalda descolocaba a cualquiera, incluso a Umberto Eco, que a finales de los años 60 la mencionó por primera vez y la catapultó a la fama. Desde entonces Mafalda no ha parado de reimprimirse y reeditarse en todo el mundo, con varias ediciones de lujo en España y en Argentina y en toda América Latina.
Entre los nuevos trabajos de Quino, que también han pesado en la concesión del premio, figuran ‘¡Qué presente impresentable!’ (2005), ‘La aventura de comer’ (2007) y ‘¿Quién anda ahí?’ (2013). Su carrera ha estado marcada por el dibujo en blanco y negro, si bien algunos volúmenes (como el último mencionado) tienen experimentos con el color. Mafalda, por ejemplo, fue adaptada a la televisión en color en los años 90. Antes de jubilarse como ilustrador e historietista, publicó sobre todo en el periódico Clarín de Buenos Aires. Tal es la fama de Quino y sus creaciones que incluso ha sido homenajeado en el Festival de Angulema (Francia), el más grande del cómic en el continente.