El pasado 9 de septiembre veía la luz un gran recopilatorio de The Clash, una de las bandas británicas que desde el marasmo postindustrial renovó la música anglosajona.

The Clash es un referente: para los que creen y saben que los años 80 en la música fue algo más que Jacko, Madonna y bandas salidas de los sueños lisérgicos de algún productor como Duran Duran o Spandau Ballet, los que saben que hubo otra música muy buena y prodigiosa que todavía hoy genera ondas e influencias en muchos grupos de la actualidad. Hubo otras más, cabe mencionar a The Smiths, The Cure, The Stone Roses, Dexy Midnight Runners, los ya envejecidos Pet Shop Boys, Jesus & Mary Chain, New Order…. muchos. Sólo son unos cuantos de los que a la larga forjarían la música de los años 90 y parte de este principio de siglo.

Por el camino de la banda se quedó Joe Strummer, su líder, que hubiera cumplido seis décadas el año pasado y que es un referente para la historia. A su estela, sobre sus hombros, la banda recupera todos sus sencillos y trabajos discográficos para el inmenso ‘The Clash Sound Systema Box Set’, una caja con forma de equipo de música de los 80 que incluye un doble disco con todo lo que hay que escuchar de la banda. La recopilación incluye ‘The Clash Hits Back’, 42 canciones en la versión deluxe que son las que tocó la banda en 1982 en un célebre concierto en Brixton. Así pues todo es mímesis en este box set.

Además incluye los cinco álbumes de estudio oficiales: ‘The Clash’ (1977), ‘Give ‘Em Enough Rope’ (1978), ‘London Calling’ (1979), ‘Sandinista!’ (1980) y ‘Combat Rock’ (1982). Más: tres discos de demos, singles sueltos y un DVD con todos los vídeos del grupo y cortes y material audiovisual de la banda que todavía no había visto la luz. Más todavía: posters, pegatinas, chapas, fanzines… para fans de verdad. Precio total: tiemblen, 130 euros, 80 euros si se compra por iTunes. El listado ‘The Clash Hits Back’ está a la venta por 9,99 euros en iTunes y Amazon.

 

¿Quiénes fueron The Clash?

The Clash fue una reacción cultural a unos tiempos muy duros para Gran Bretaña, el final de los años 70 y el principio de los 80, el paso de un país laborista dominado por los sindicatos e inmerso en una crisis industrial lenta pero inexorable a una nación ultraliberal, con una intransigente y socialmente castrada Margaret Thatcher que destrozaría regiones enteras del norte. La reacción fue tan brutal que la música directamente insultaba al gobierno y al sistema. The Clash bebía del punk que vivió en su época posterior a la explosión, diez años duros entre 1976 y 1986 en los que forjaron el carácter con letras enrojecidas, una actitud agresiva en el escenario (para la historia la famosa foto rompiendo la guitarra contra el suelo que pasó a ser portada de disco). Aunque fue parte de la primera oleada punk-rock no fueron los líderes con los apocalípticos Sex Pistols ocupando todo el escenario.

Ellos eran diferentes, nunca se apartaron de unos ideales sociales muy concretos. Y en el campo musical también: al punk le añadieron la estructura sonora del rock, pero también elementos del ska, el reggae, el rockabilly… no eran tan simplones, no vivían de los numeritos de Sid Vicious o del nuevo reclamo publicitario. Eran músicos y activistas, crearon auténticos himnos generacionales y sociales como ‘London calling…’, una patada a la capital del imperio en crisis que con los años, vaya ironía, un gobierno conservador usaría como reclamo para las pasada olimpiadas de Londres… Su influencia musical persiste porque fueron capaces de enriquecer el punk con nuevas influencias y de esa forma inmortalizarlo como actitud y base para otras bandas que, con los años, crearían el acid-punk de los 90, por ejemplo.

 

La política fue un aliciente fundamental en su carrera, con letras progresistas y de denuncia social que incluso recordaría la Guerra Civil Española en algunos momentos. Especialmente politizado estuvo Joe Strummer, también Mick Jones; ambos le dieron un carácter distintivo frente al caos nihilista de los Sex Pistols. La complejidad musical también les separó de bandas con inmenso impacto pero menos ambición artística como fue el caso de los Ramones, punk americano que no dejaba de pecar de una sencillez que les cortó vías de expresión. A principios de los años 80 ya habían triunfado en EEUU después de los turbulentos años 70 británicos, y en el filo entre ambas décadas ya habían publicado una de las piedras fundamentales de la música del siglo XX, ‘London calling…’, catalogado como uno de los diez mejores álbumes de la historia de la música no clásica.

No obstante, cumplieron con el método de bandas: nacen, crecen, tocan el cielo y se disuelven. Tras la publicación de ‘Combat rock’ el grupo se disgregó lentamente. El primero en salir fue Topper, y luego Strummer y Mick Jones se pelearon por culpa del manager de entonces, Bernie Rhodes, que también cumplió con su papel mefistofélico de desintegrador del grupo. Más bien fue el cansancio de tanta presión, de las giras continuas, de la fama, haber perdido el ambiente casero del circuito británico. En 1983 la banda ya era una jaula de grillos sin futuro pero aguantarían para llegar inlcuso ese mismo año al festival de San Bernardino en California frente a medio millón de fans, el mayor taquillazo de su historia y casi el canto del cisne.

Poco después Mick Jones se iba de la banda y entraron nuevos miembros, como Nick Sheppard y Vince White, pero ya no sería lo mismo. Al año siguiente caería otro disco, ‘Cut the crap’, que fue la puñalada final a una banda disminuida en fuerza y libertad, con Strummer profundamente angustiado por todo lo que rodeaba a la banda y deseando volar libre. Muchos miembros de la banda no grababan juntos, cada uno hacía sus partes por separado y eso restó calidad al disco. Al final el manager tuvo la gran pelea con Strummer y mató al grupo, quedando para la historia como el verdugo. Strummer le dio carpetazo a The Clash tras un viaje, harto de las peleas, de los viajes por separado, de ver que el espíritu original se había perdido, especialmente porque Rhodes había alterado buena parte de la sonoridad clásica de la banda en el último disco, ‘Cut the crap’.