Un genio, un iconoclasta, un burgués aristocrático, un loco y un hombre psicológicamente tan complejo como fascinante: es la mejor definición compuesta para Salvador Dalí, fuente inagotable de ideas para exposiciones y muestras que atraigan al público, como la que hará a partir del 27 de abril el Museo Reina Sofía.

‘Dalí. Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas’ se basa en la enésima vuelta de tuerca al personaje más que al artista. Quiere revalorizar al Dalí pensador, escritor y creador de una particular visión del mundo. A fin de cuentas él mismo era su mayor producto, por lo que la exposición no deja de ser un viaje a él como obra de arte humana. La exposición gira, sobre todo, alrededor de su mayor marca estilística, el surrealismo, con gran importancia para el método “paranoico-crítico” creado por él como mecanismo de transformación y subversión de la realidad.

En esta exposición, organizada por el Museo Reina Sofía y el Centre Pompidou de París en colaboración con la Fundación Gala-Salvador Dalí, Figueres y el Salvador Dali Museum, Saint Petersburg (Florida), se reunirán alrededor de 200 obras de las fuentes mencionadas. Hay préstamos de instituciones de primer orden, como el MoMA (Nueva York), de donde se traerá la significativa obra La persistencia de la memoria (1931); el Philadelphia Museum of Art, que cederá Construcción blanda con judías hervidas (Premonición de la guerra civil) (1936); de la Tate Modern vendrá Metamorfosis de Narciso (1937) y, de los Musées Royaux des Beaux-Arts de Bélgica, La tentación de San Antonio (1946). Las diferentes secciones contendrán, además de las obras, material documental, fotografías, manuscritos del propio Dalí, revistas y audiovisuales.

Dalí y dos obras de dos épocas: la inicial y la surrealista

La exposición aglutina la vida y la obra por cronologías, desde sus primeros años como artista en los que surge una y otra vez Cadaqués, el Mediterráneo, la naturaleza y la familia (‘Autorretrato Cubista’ (1923), ‘Retrato de mi padre’ (1925) o ‘Muchacha en la ventana’ (1925)) a sus primeros trabajos ya en su etapa juvenil madrileña en la Residencia de Estudiantes. Allí conoce a dos de sus mayores influencias intelectuales, vitales y sentimentales, Luis Buñuel y Federico García Lorca. En este momento Dalí se inspira cada vez más en las vanguardias y coquetea con el cubismo. El imaginario colectivo desarrollado en la Residencia se refleja en los numerosos dibujos de la serie Putrefactos, de mediados de los años 20.

Entre otras importantes obras, en esta parte de la muestra se podrá ver también el conocido ‘Retrato de Buñuel’ (1924) o ‘Academia neocubista’ (1926). Pero también aparecen otras obras en las que se intuyen otras influencias como las de Miró y Picasso, Bataille y Masson, y que producen piezas como ‘Asno podrido’ (1928) o ‘Carne de gallina inaugural’ (1928). A partir de aquí la exposición sigue adelante con su etapa plenamente surrealista, donde nace ese peculiar método paranoico-crítico: este particular sistema creativo daliniano nació como una reacción a las formas del resto de surrealistas. Le permite transformar y subvertirlo todo, un delirio que interpreta todo desde el punto de vista paranoico. Aquí es donde la muestra del Reina Sofía entra en la parte más célebre y visualmente poderosa, donde los espectadores ya reconocen el estilo pleno de Dalí que luego desarrollaría el resto de su vida. Todo el mundo conoce el celebérrimo cuadro de la chica en la ventana, pero realmente es en esta etapa (finales de los años 20, años 30) cuando Dalí es Dalí 100%: ‘El Gran Masturbador’ (1929), ‘La persistencia de la memoria’ (1931), ‘Guillermo Tell (1930) o ‘El Espectro del Sex-Appeal’ (1934).

 

‘El Gran Masturbador’ (1929)

‘La persistencia de la memoria’ (1931)

Continuando el recorrido se podrán contemplar treinta dibujos originales de los que sirvieron para ilustrar el libro ‘La Vida Secreta de Salvador Dalí’, de los años cuarenta, para pasar a los trabajos relacionados con su experiencia en Estados Unidos; son los años en los que también el cine (además de aquel lejano ‘Perro andaluz’ con Buñuel) ocupa un gran lugar, cuando visita Hollywood y se le relaciona incluso con Walt Disney. La última sección de la exposición mostrará el enorme interés del artista por la ciencia y por sus consecuencias si se aplica en la guerra. Así aparecen ‘Téte nucleaire d’ange’ (1962) con el recuerdo de Hiroshima.

En la parte final, vinculada también a los últimos años de Dalí, surgen piezas clave como ‘Cabeza rafaelesca estallando’ (1951), ‘La máxima velocidad de la Madonna de Rafael’ (1954) o ‘Cola de golondrina’ (1983), su última obra, basada en la teoría de las catástrofes de René Thom. Aquí vemos la experimentación total, el camino personal y casi lunático de Dalí, como cuando retrataba de espaldas a su adorada Gala a través de los espejos durante los años 70, una muestra del poder delirante y transgresor de un artista único.

 

Dalí en 1935 y en los años 70: dos fotos, dos miradas, toda una vida