Nunca lo hubieran pensado, pero el 50% de Little Britain, de humor negro, ácido, satírico y salvaje, se ha reconvertido en escritor infantil de éxito en la estela del adorado Roald Dahl.

 FOTOS: World of Walliams Web / Editorial Mondadori

De la pareja que formó Little Britain, el enésimo éxito de humor y comedia británica dentro y fuera de la isla, él es el alto. Un tipo que guarda muchos parecidos con tantos otros actores y comediantes ingleses: culto, desinhibido, con un soterrado punto metrosexual de fondo pero famoso por “libar” polen en más de una flor. Un tipo de vis cómica brutal capaz de combinar el teatro con la televisión, su papel como jurado de un reality musical y una faceta nueva, la de escribir, y la de hacerlo, además, siguiendo la estela literaria de un monstruo universal como es Roald Dahl. Así lo han bautizado en Gran Bretaña y muchos medios en España a la hora de etiquetarlo y venderlo. Si bien la distancia es muy grande todavía, porque David Walliams tiene sólo cinco libros, lo cierto es que ha recogido el testigo de inyectar humor socarrón y una fantasía ilimitada y cómica como solía hacerlo el viejo Dahl. Pero los medios y los críticos tienen que vender la moto.

Todo arrancó en 2008 con ‘The boy in the dress’. Fue un éxito inicial que la crítica aupó hacia el premio Roald Dahl. Según él mismo explicó, el impacto fue tan grande para él que terminó por “suicidarse” literariamente. No quiso escribir más porque sabía que siempre le compararían con ese ídolo que también era suyo, Dahl, pero con Lewis Carroll o James Matthew Barrie también, creadores de dos personajes como Alicia y Peter Pan que han dominado la literatura infantil anglosajona. Lo hizo público y confesó que, como muchos otros, siempre se suben a hombros de gigantes. Isaac Newton lo hizo, reconociéndolo públicamente, y le dio al mundo gran parte de la nueva Física.

El humor negro y ciertas dosis de cruel fantasía son parte del legado de ese gigante llamado Dahl. Si bien no puede presumir de una imaginación desbordante que le valga el apodo de “creador de mundos” que sí gozó y honró Dahl. Pero sin duda alguna la vis cómica de Walliams es innegable incluso adaptada para literatura infantil y juvenil. Sigue a pies juntillas la vieja tradición británica de tratar a los menores como seres conscientes y no atontados, y desde luego también la riqueza de matices y la fusión selectiva entre realidad y fantasía que también es marca cultural.

Con el tiempo avanzó hacia el segundo libro, ‘Mr. Stink’ (que se ha convertido en una película corta de 60 minutos). Y luego se van sucediendo uno tras otro hasta el último, ‘Demon dentist’. Y el éxito aumentó: casi 20 millones de euros en ventas y la barrera del millón de ejemplares vendidos barrida. Llegaron a España a través de Montena ‘La increíble historia de… Los bocadillos de rata’, ‘El increíble caso de… La abuela gángster’ (que será convertida en una película también, de 120 minutos por la BBC) y ‘La increíble historia de… El chico del millón’.

Para marzo de 2014 llegará ‘El señor Tufo’. En muchos de ellos Walliams explora las relaciones entre jóvenes y explota varias facetas de su propia vida personal. Los protagonistas son chicos o chicas de apenas 11 o 12 años en la barrera misma entre la infancia y la adolescencia, a veces más jóvenes, pero todos comparten esa línea fronteriza tan complicada y que tantas ayudas necesita a largo plazo. La literatura ayuda, y el humor innato de Walliams hace de pegamento. Al texto hay que añadir el aspecto visual: las ilustraciones de Quentin Blake, que refuerzan el tono cómico de los textos. A partir del tercero (‘El chico del millón’) llegaron los dibujos de Tony Ross.

Parece haber superado la barrera de la aceptación que impone el público infantil. Son muchos los que han intentado remar hacia ese mercado y terminado en la cuneta. Sin embargo la simple historia de un niño mago que llevaba al paroxismo los clichés británicos se ha convertido en la mayor saga literaria británica después de la de Tolkien. Se llama Harry Potter y la que se escondía era otra sorpresa, J. K. Rowling. Walliams es pues otro eslabón más de una cadena que no cesa, la que convierte a Gran Bretaña en una isla de escritores y que no agota la cantera. Aunque sea vampirizando muchos detalles de gigantes. Pero si Newton lo hizo y lo reconoció, ¿por qué no Walliams?

La vida anterior de Walliams: Little Britain

David Walliams era el 33% real y el 50% visual de Little Britain. Detrás estaban las mentes de Matt Lucas (el bajito y orondo compañero) y Andy Riley, detrás de las cámaras. Arrancaron en 2001 en BBC Radio 4 y luego saltaron, ya en 2004 y 2005, a la televisión. De nuevo la BBC se convirtió en plataforma de un humor ácido, negro, satírico y crítico que tomaba por el pito del sereno todos los aspectos relacionados con la cultura y la sociedad británicas. Nadie sabe reírse mejor de sí mismos que los británicos, y en los capítulos de la serie, compendio de sketches y personajes fijos o intermitentes, el sadismo con el que se mofan de todo (el viejo imperio, la reina, los jubilados, los obreros, los ricos) es meritorio.

Pocos países aguantarían un asalto armado simbólico semejante. En total hubo tres temporadas que muy tempranamente pasaron a ser de culto por los fans. No sólo dentro de la isla sino fuera, en países como España, donde la cara de Walliams se hizo famosa en Canal Plus. Luego le sucedería, en 2008, Little Britain USA, que durante una temporada prolongó el éxito un poco más. A partir de ahí cada uno voló en solitario cuando ya habían ganado fama y fortuna y les comparaban, como suele ser habitual, con los Monty Python, pero también con el gamberrismo de Benny Hill o el estilo de Bernard Manning.

 

El rocambolesco Roald Dahl

Cualquier persona que haya leído ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ o ‘Matilda’ sabe perfectamente qué representa Roald Dahl. También quien haya leído sus Cuentos Asombrosos para adultos también saben lo que supuso un escritor típico del siglo XX británico (nació en 1916 y murió en 1990) que forjó la memoria literaria colectiva de varias generaciones. En su haber cuenta con otras genialidades como ‘Relatos de lo inesperado’ (totalmente recomendable para cualquier lector) o ‘Las brujas’. Es uno de los autores más veces adaptado al cine y la televisión y su estilo deambulaba entre la fantasía absoluta y la crueldad. También la violencia y el humor negro forman parte de sus rasgos.

Aspectos muy adultos para textos para niños que nunca terminaron de escandalizar sino de engatusar. En parte ese sabor agridulce viene de su vida: perdió a su hermana y a su padre en apenas un mes, algo que lo marcaría para siempre y que le hizo destilar compasión y amor pero también apetencia por los finales no-felices que no tristes. Su vida le depararía otra prueba: en 1939 se unió a la RAF y se salvó de milagro de morir en los primeros meses de vuelo y entrenamiento con las tropas en África. Un terrible accidente de avión en 1940 le dejó con el cráneo roto y ciego temporalmente, un suceso que también dejaría huella en su personalidad y literatura. A las ocho semanas recuperó la visión y contra todo pronóstico volvió a volar. Luchó en Grecia y Creta y finalmente, ya en 1942, fue enviado como asesor militar a Washington (EEUU).

Ya de adulto una de sus hijas murió de encefalitis y su único hijo varón sufrió hidrocefalia, enfermedades que le hicieron involucrarse en la atención hacia enfermos y en la búsqueda de soluciones, lo que le valió ser un filántropo y desarrollador médico en estos campos junto con varias organizaciones. El primer texto fue ‘Pan comido’ sobre su accidente en África, pero el primer libro para niños fue ‘Los Gremlins’, base para la película de los años 80 en una relación intensa entre Hollywood y el escritor británico. A partir de ahí surgirían ‘Charlie y la fábrica de chocolate’, ‘Matilda’ y ‘James y el melocotón gigante’.

En paralelo no se olvidó de los padres de esos niños que devoraban sus textos una generación tras otra. Para ellos desarrolló un cáustico gusto por lo macabro que se expresó en cuentos para muchas revistas del mundo anglosajón (desde la frívola Playboy a la sesuda New Yorker). Escribió más de 60 cuentos, muchos de los cuales fueron adaptados por Alfred Hitchcock o Quentin Tarantino (por ejemplo para el último relato de ‘Four Rooms’). Todos quedaron sellados y compendiados en ‘Relatos de lo inesperado’, un clásico de la literatura de ficción del siglo XX.