Mezclas raras: uno poco de Irlanda, otro poco de rock, una pizca bien surtida de punk, y todo mezclado en los barrios obreros plagados de irlandeses de Boston; ya tenéis a los Dropkick Murphys.

Algo tiene Boston que encandila a mucha gente. Además de ser la ciudad culta y liberal del noreste, la capital real de Nueva Inglaterra, una de las grandes urbes literarias, musicales y cinematográficas, hogar lejano de Harvard y del MIT, también es la caja de resonancia de una cultura paralela como la de los inmigrantes irlandeses y su descendencia. Una variante, una subcultura en sí misma que ha generado toneladas de literatura,  cine, elementos populares y también música. Los Dropkick Murphys son una parte de ese micromundo que tiene el mismo encanto culpable que un puñetazo matutino. Te lo dan pero sigues buscándolo.

Sus conciertos en España (ya estuvieron en 2011) están preparado para fiarlo todo a la larga: serán el 16 de febrero en la sala La Riviera de Madrid y al día siguiente en la sala Razzmatazz de Barcelona, según datos de su promotora Mercury Wheels. Pero tiene truco anunciarlo tan pronto: las entradas se podrán a la venta mañana viernes. Su fugaz paso por España se enmarca en la gira europea que harán a partir de febrero con Alemania de primer destino, para luego patearse el hemisferio americano, desde Canadá a Sudamérica pasando por su país. Actualmente la banda está formada por Al Barr (voz), Ken Casey (bajo y voz), Tim Brennan (guitarra, acordeón, piano, coros, tin whistle), James Lynch (guitarra y coros), Scruffy Wallace (gaita y tin whistle), Matt Kelly (batería y coros) y el multinstrumental Jeff DaRosa (banjo, mandolina, bouzouki, guitarra, piano, armónica, cítara…).

Llamarla banda punk es un poco excesivo, más bien es una mezcla rara de este estilo con rock y algún que otro lejano acorde folk pero habitual en los arrabales de un Boston elegante y con Historia que a medida que se aleja del centro se convierte en un pulso entre los italianos llegados en los 60 y 70 y los eternos irlandeses que durante generaciones la han poblado. Surgieron como una más de las bandas de los años 90 que experimentaron con el sonido más duro y que han cosechado dos famas: la de tener uno de los mejores directos imaginables y una sólida carrera con un estilo propio, cimentada en ocho álbumes de estudio. El primer arranque de furia bostoniana habría que ponerlo en 1997, cuando apareció el EP ‘Boys on the docks’. Entre sus muchas canciones hay una versión acelerada de ‘Rocky road to Dublin’ (canción irlandesa) que es de las mejores que se han hecho nunca, y se han hecho muchas.

Originarios de South Boston (uno de los barrios de la triple mezcla: obrero, católico e irlandés), quedaron marcados por el ambiente obrero, aguerrido y católico de la zona, tan bien retratada por Dennis Lehane en éste y otros barrios. En sus inicios de los 90 tiraban de lo que escuchaban en su zona y de lo que les gustaba, que iba desde la música folk de la tradición irlandesa hasta el hardcore, para terminar siendo punk rock; se consideran a sí mismos como hijos más o menos “bastardos” de The Clash (punk sofisticado) o The Pogues (folk arrabalero y con tintes rock). Basaron su éxito inicial en unos directos con una pegada brutal que han seguido haciendo religiosamente cada San Patricio en su ciudad natal.

Como grupo organizado nacieron en 1996, para luego vivir de los EP que lograban publicar en su zona, como el potente ‘Boys on the docks’. No sería hasta 1998 cuando apareciera el primer álbum de estudio, ‘Do or die’, en parte gracias al éxito de esos primeros EP, pero también a la legión de fans que habían logrado forjar. Tras un cambio de vocalista (Al Barr por Mike McColgan), aparecieron ‘The Gang’s All Here’ (1999), donde ya se empieza a ver que el lado oscuro de Boston (la mafia irlandesa) forma parte íntegra de la propia ciudad, y luego ‘Sing load, sing proud’ (2001). Fue en éste disco donde ya dieron el campanazo con la industria y donde se fijó el estilo de la banda. Fue también el punto de inflexión en el que se cambiaron miembros de la banda: aparecieron James Lynch y Marc Orrel.

En 2003 apareció ‘Blackout’, un éxito que superó todo lo anterior y les puso en órbita. Aparecen canciones como ‘The Dirty Glass’, con voz femenina de Stephanie Dougherty. Ese potencial fue explotado luego cuando hicieron un guiño a la ciudad al reversiones el himno de los Red Sox, el equipo de béisbol de la ciudad y toda una institución. Fue tan bien recibido que terminó por ser más querido que el antiguo. En parque porque los irlandeses y fans del club aseguran que les dio buena suerte: ese año ganarlos las Series Mundiales (la gran final de la liga) después de mucho tiempo sin gloria alguna.

Después de un par de años de publicar recopilatorios de material no publicado y singles, publicaron en 2005 ‘The Warriors Code’, que incluye el himno de los Red Sox (llamado popularmente Tessie). Este disco quizás sea de los más conocidos del resto de fans que no les seguían porque en ella está la célebre canción de la banda sonora de ‘Infiltrados’, de Martin Scorsese, en la que aparecen Matt Damon, Leonardo di Caprio y Jack Nicholson. La canción es ‘I´m shipping up to Boston’. La canción les hizo universalmente famosos hasta el punto de ser satirizada en un episodio de Los Simpson donde también se hace una sátira de la película pero adaptada al mundo de Bart Simpson.

El siguiente disco fue ya en 2007, ‘The meanest of times’, que sería el último con Marc Orrel, que abandonaría después la banda y sustituido por Jeff DaRosa. Tardaría más de tres años la banda en publicar material nuevo: así, en 2011 llegó ‘Going out in Style’, que significó un primer giro hacia el pasado celta (es decir, que se tranquilizaron un poquito), y que daría paso al último álbum, ‘Signed and sealed in blood’, donde esa influencia del folk aumentaba considerablemente más. Un buen ejemplo es una de las mejores canciones del disco, ‘Rose tatto’, donde toda la base es folk adaptado con un particular gusto final que es propio de la banda. Que, como manda la ley natural, ya no tiene tantas ganas de ser el huracán que fueron. Hasta que giren otra vez.