En febrero vio la luz Diablo III, uno de los juegos que marcó una época en los 90 y que, de paso, demuestra que el PC no ha muerto. En febrero pasado vio la luz para los fans.
Por Marcos Gil – Fotos: Blizzard (Diablo Web)
Permítannos ser unos críos freaks. Es la era del escapismo absoluto de una realidad que fustiga como un patrono egipcio en plena construcción de las pirámides. 2012 será un buen año; una deuda de diez años y un pico muy largo de tiempo desde la segunda entrega. Miles de fans que recuerdan sus horas perdidas en los 90 y la primera bocanada del siglo XXI con aquel juego medieval lleno de sangre, vísceras, magia y todo lo que se presupone en un objeto de culto del escapismo electrónico. Un juego nuevo con el mismo aire que entonces pero la influencia de ‘World of Warcraft’, preparado para ser jugado sobre todo en red. Porque ya no se puede hacer nada si no es en modo multijugador. Así que llegará con muchos más sellos de cera, una desatada medievalitis ya crónica y el reto de competir con todas las franquicias imaginables, desde Halo 4 hasta el GTA, que ya anuncian que van a volver para que 2012 sea de lo más competido. Hay millones de bolsillos y mentes que subyugar en todo el planeta.

Diablo III llega con toda la parafernalia imprescindible, desde lo visual al diseño. No se aparta un milímetro, por los vídeos y adelantos vistos en la red y las convenciones, de lo que debe ser un juego de rol y estrategia de escenario y temática medieval, que ya es de por sí un género dentro del formato. Desde el WOW a ‘Castlevania’ y el resto de la familia cada vez más abultada. Así que por ese lado no hay nada nuevo que contar. El mundo de los videojuegos se ha hecho algo más conservador, pero más por interés que por otras cosas. Las apuestas más originales quedan en los márgenes, porque franquicias como esta regresan para amasar millones, no para ser un pintor del Renacimiento. El acción-rol vuelve con esa moneda de dos caras: hay que usar tanto el músculo como las neuronas dentro de una jerarquía de habilidades, talentos, mercadeo de objetos y personajes. Una de las ventajas de Diablo son sus escenarios, que se generan en función de lo que avanzas por el juego, no como un lugar fijo sino adaptado a la experiencia de cada usuario, que se hace única. Ir por un camino y no por otro condiciona todo lo posterior, acercándose a una visión más vital y de experiencia personal que a un camino trillado. Las opciones de jugar en solitario o en grupo siguen abiertas, si bien la tendencia asumida por todos es el segundo tipo, aunque siempre quedarán lobos solitarios.

Una de las mejoras es el sistema de subastas y la posibilidad de comerciar dentro de la esfera del juego. Ya es habitual en muchos videojuegos de este formato y estilo: hay compra-venta de objetos, de dinero (real y ficticio, ojo), una conexión con el mundo real que potencia todavía más la adicción a los juegos y que ya es casi canónico en ‘World of Warcraft’, por ejemplo. Este mercadeo de objetos será fundamental para poder llegar al final o exprimir al máximo las posibilidades de un mundo que se reinventa continuamente con cada decisión. Por todo lo demás es clavado a las versiones anteriores pero con todo el poder tecnológico actual sobre las antiguas ediciones: motor gráfico, sofisticación, dinamismo, nuevos personajes, nuevas habilidades, un argumento más integrado en el juego… Es decir, es como el Diablo II pero “mucho mejor”. Una solución y una apuesta por la continuidad que alegrará a los fans, algo hartos de tanto “reseteo” de las franquicias en otros casos. Y eso se deduce de que las comunidades de fans parecen haber abierto la boca, y que el estudio les ha escuchado. Una buena opción para asegurarse el éxito.

Aquel juego que quitaba horas de sueño
Diablo fue uno de los juegos de rol más interesantes de los años 90, capaz de crear a toda una legión de creyentes que creció a la par que los primeros ‘World of Warcraft’. Hubo dos versiones oficiales, y luego, la nada. Digamos que el modelo de juego cambió, que no quisieron seguir porque, en realidad, no había tanto fan suelto. Y al juego le pasó lo que a muchas películas y libros, que necesitan una década en la nevera de la memoria y el tiempo para crecer como objetos de culto. Igual que en su día el ‘Populus’, que fue el pionero de los sims de estrategia que luego han seguido muchos más (mira, una idea, resucitar el Populus…). Una década y pico después ha vuelto: lo han sacado de la nevera para demostrar que su capacidad de arrastre está a la altura de iconos de marca como Apple, Star Trek, Star Wars, el GTA o Tomb Raider. Echando memoria atrás, algunos sí que jugamos (y mucho) al Diablo, hasta el punto de irnos a dormir pensando en que la resolución del monitor era una basura, y que cómo se vería, diez años después, en una pantalla con más resolución. Pero lo fulminaron, y ahora llega la opción. Aunque claro, si hicieran una versión para Apple… en esas pantallas de 27 pulgadas…
INFORMACIÓN:
Portal oficial del juego de Blizzard

