Vuelve a su segundo hogar, el cine, el gran mito del moderno Prometeo creado en 1818 por Mary Shelley. Frankenstein cambia su terrorífico aspecto por la amable cara de un perro llamado Sparky. Tim Burton recrea en blanco y negro y animación a un clásico del terror que rebosa moralidad.

 

Imágenes: Disney Pictures

“¿Tengo alma? ¿Sabéis si tengo alma? ¿O no os habéis preocupado por eso?”. “¡Maldito creador! ¿Por qué me hiciste vivir? ¿Por qué no perdí en aquel momento la llama de la existencia que tan imprudentemente encendiste?”. “No tendré contemplaciones con mis enemigos, soy desgraciado y ellos han de compartir mi desgracia”. Son solo algunas de las frases que la escritora británica Mary Shelley colocó en los labios de una de las criaturas más terroríficas y atormentadas de la historia de la literatura y del cine: el monstruo de Frankenstein. Casi dos siglos después, el próximo día 11 de octubre, regresará a las pantallas españolas de la mano de Tim Burton y con el título de ‘Frankenweenie’.

Con apenas 21 años, Mary Shelley publicó en 1818 uno de los mayores clásicos de la novela gótica, ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’, que contribuyó a popularizar un siglo después un incipiente cine. La criatura alumbrada por la mente del científico Víctor Frankenstein apareció por primera vez en 1910 en una cinta muda de 16 minutos de duración. Aquella primera incursión, producida por el inventor Thomas Edison, supuso el nacimiento de un icono del cine de terror. La criatura, que carecía de nombre en la novela de Shelley debido a su orfandad, adquirió fama, con versiones cinematográficas posteriores, en todo el mundo adoptando el apellido de su creador: Frankenstein.

La histórica productora Universal debe buena parte de sus primeros éxitos al terror clásico. En la década de los treinta, apostó por llevar al cine novelas como ‘El hombre invisible’, de H. G. Wells; ‘Drácula’, de Bram Stoker; o la misma ‘Frankenstein’, de Mary Shelley. James Whale, en 1931, rodó la versión más recordada de la historia del monstruo: ‘El doctor Frankenstein’. No obstante, el filme estaba basado más en una adaptación teatral de Peggy Webling que en la obra de Shelley. El nacimiento de una criatura conformada por trozos de distintos cadáveres, la chispa de la vida procedente de un rayo, la torre laboratorio del científico o la eufórica frase de “¡Está vivo!, ¡está vivo!” son, desde entonces, historia viva del cine.

Imagen de ‘Frankenweenie’ 

Boris Karloff, tras rechazar el papel Bela Lugosi (el Drácula más universal) por carecer de diálogos, recreó un magistral Frankenstein, cruel y humano al mismo tiempo. Atormentado por una vida que no ha pedido, por el rechazo de la sociedad, por su aspecto y por sus actos. Karloff, que interpretó también a la criatura en ‘La novia de Frankenstein’ (1935) y ‘El hijo de Frankenstein’ (1939), resumió todo lo bueno y lo malo del monstruo en una escena clásica: tirando flores a un lago junto con la hija de un granjero. Un inocente juego que termina cuando la criatura lanza al agua a la niña, que muere ahogada, tras frustrarse porque se habían acabado las flores.

El peso del Frankenstein de Karloff fue tan rotundo que, aunque las versiones cinematográficas de la inmortal historia de Shelley continuaron en décadas posteriores, ningún filme estuvo a la altura de la película de Whale. Frankenstein incluso dulcificó su atormenta existencia en la serie cómica de televisión ‘La familia Monster’ (1964-1966), producida por la CBS. Ni siquiera Kenneth Branagh, que rodó en 1994 la ambiciosa ‘Frankenstein (de Mary Shelley)’, la película más fiel a la novela, con Robert de Niro en el papel del monstruo, recuperó ese terrorífico brillo del filme de Whale y Karloff.

Tim Burton ha acudido, finalmente, al rescate con una versión muy personal de la mítica criatura. El director norteamericano, con una filmografía llena de magia y universos góticos, siempre ha sido un enamorado de la novela de Mary Shelley. En 1984, antes de dirigir su primera película, se atrevió con un peculiar cortometraje, ‘Frankenweenie’, en el que un niño devuelve la vida a su perro atropellado por un coche. Es el germen del filme que llegará a los cines españoles el próximo día 11. Con el mismo título, Burton escribe, produce y dirige una historia de animación en blanco y negro con un bull terrier, Sparky, revivido por un niño llamado Víctor Frankenstein. Casi doscientos años después de su publicación, la historia del científico que reta a Dios, igual que hiciera Prometeo con Zeus, y de su atormentada creación ¡sigue viva, sigue viva!

Imagen del Frankenstein original 

 

Burton, un enamorado de la bestia de Shelley

La filmografía de Tim Burton está llena de universos góticos. Desde la Gotham de ‘Batman’ (1989) y ‘Batman vuelve’ (1992) hasta el remoto pueblo de ‘Sleepy Hollow’ (1999) pasando por el pueblo ficticio victoriano de ‘La novia cadáver’ (2005). Sin olvidar mundos llenos de fantasía como los que aparecen en ‘Bitelchús’ (1988), ‘Eduardo Manostijeras’ (1990), ‘El planeta de los simios’ (2001), ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ (2005) o ‘Alicia en el País de las Maravillas’ (2010). Con una imaginación tan fértil y un cariño especial por lo gótico, el mito del monstruo de Frankenstein era casi un obligado reclamo para Burton.

Y lo ha sido desde el principio. Antes de filmar su primera película, ‘La gran aventura de Pee-Wee’ (1985), exploró con sus juveniles cortos la historia de Mary Shelley. Surgió así ‘Frankenweenie’ (1984), una versión muy personal de Frankenstein con un perro en el papel del monstruo y un niño en el del científico. Esa misma historia es la que llega en este mes de octubre a los cines españoles con su última película. Eso sí, más larga y, sobre todo, más ambiciosa. Supone, además, un filme completamente animado. Como nexo común, ambas obras están producidas por Disney pese a que la primera espantó, en su momento, a los directivos por el tétrico universo de Burton.

Ahora bien, más allá de estas dos claras versiones de Frankenstein, la novela de Mary Shelley ha sido una referencia evidente en otros dos filmes. El primero, ‘Pesadilla antes de Navidad’ (1993), escrito y producido por Burton, aunque dirigido por Henry Selick, experto en la técnica de la stop motion, con la cual está realizada la película. Uno de los personajes principales, Sally, es una remendada muñeca de trapo confeccionada por el malvado doctor Finklenstein. En ‘Sleepy Hollow’, Burton homenajea a una de las escenas más impactantes del libro de Shelley: el incendio del molino donde se oculta el monstruo tras matar a la niña de un granjero.

 

Un Frankenstein de animación y en stop motion

La versión de Frankenstein de Tim Burton no sólo es inédita por la desbordante imaginación del director estadounidense sino también por tratarse de un filme de animación y con la técnica de la stop motion, también conocida como animación en volumen o cuadro por cuadro. Pero, ¿qué es la stop motion? Resumiendo mucho engloba a toda aquella animación que no es dibujo ni está creada por ordenador.

La técnica de la stop motion supone tomar diferentes imágenes reales y con ellas simular movimiento. Todo esto se consigue con una serie de fotogramas fijos que se suceden. Cada imagen recrea un momento y el encadenamiento de las mismas genera el movimiento. Burton ha utilizado más de doscientas marionetas y decorados para rodar ‘Frankenweenie’ (2012). Un gran esfuerzo que, no obstante, no pilla desprevenido al director.

Burton es un enamorado de la animación. Una de sus primeras obras, el cortometraje ‘Vincent’ (1982), con un niño de seis años obsesionado con el actor Vincent Price, ya fue sin intérpretes de carne y hueso. Repitió experiencia en ‘Pesadilla antes de Navidad’, en 1993, película que escribió y produjo, y más recientemente, en 2005, con ‘La novia cadáver’ (http://wwws.warnerbros.es/corpsebride/). Tres trabajos animados con stop motion, como ‘Frankenweenie’.