El genio agónico de Praga es la fuente inagotable de muchos dibujantes e ilustradores, que no dejan de adaptar o visualizar el particular universo kafkiano.
Por L. C. B. – Imágenes: Astiberri – Sins Entido – Ediciones La Cúpula
Hay más de 16 novelas gráficas o novelas ilustradas alrededor de Kafka. Es una demostración de que su vigencia como profeta de la posmodernidad en la que vivimos no ha parado de crecer. Él antes que casi nadie vio el absurdo de nuestra vida perfectamente compartimentada, como inmensas jaulas doradas donde el exceso de racionalismo y pragmatismo conducen de cabeza hacia una irracionalidad inhumana que a él le devoró antes que a nadie. El servilismo, la apatía, el peso de la máquina burocrática en cada rincón de nuestras vidas, las normas sociales codificadas en leyes que imponen una dictadura invisible sobre el espíritu humano… eso fue Kafka, que recupera su dimensión visual a través de varias obras del cómic como ‘El proceso’ con los ojos de Chantall Montelllier y D. Mairowitz, el ‘Kafka’ de Robert Crumb y ‘La metamorfosis’ según Paco Roca.
Si empezamos por este último caso, tenemos la enésima adaptación de ‘El Proceso’ (Rústica con sobrecubierta, 17,10 euros, 128 páginas), una obra que ya ha visto la luz en muchas ocasiones. La nueva obra, publicada por la editorial Sins Entido, lleva la firma de David Zane Mairowitz, que se ocupa del guión, mientras que las ilustraciones corren a cargo de Chantal Montellier. Publicada en 1925, después de la muerte de Kafka al igual que todas sus novelas, ‘El Proceso’ es una parábola de la ineficiencia, la corrupción, la injusticia y sobre todo de la absurdidad de la burocracia, como un gran laberinto donde lo que manda es seguir las reglas contra toda lógica y realismo. Ha tenido adaptaciones al teatro, al cine, a otras novelas, a la televisión y al cómic, donde el protagonista principal, Joseph K, es asombrosamente clavado al propio Kafka, una forma de hilvanar obra y autor. Aquí el dibujo de Montellier consigue transmitir la angustia absoluta de un hombre condenado sin sentido alguno, enroscado en la cadena irracional del orden establecido.
Mucho más extraña es la visión que ha creado Robert Crumb sobre el autor checo. Este icono del cómic underground americano de los 60 y 70, un pez escurridizo al que quieren canonizar para que sea admisible por la gran sociedad, se mantiene como uno de los más extraños intérpretes de la memoria kafkiana con ‘Kafka’ (Ediciones La Cúpula, 177 páginas, Cartoné, 20 euros). Quizás porque en ambos casos su obra orbita alrededor de las agonías de los individuos frente a la masa, con un humor negrísimo, resistente, neurosis, obsesión, sexo, originalidad… lo necesario para ser un clásico. Secundando un texto de David Zane Mairowitz que hace de guía biográfica y de atmósfera de Kafka, Crumb invade la psique del autor, sus circunstancias, su deriva personal, todo ellos transmitido con sus dibujos tan característicos. El resultado es un extraordinario híbrido entre biografía, cómic y libro ilustrado, que supone el hermanamiento de dos bichos raros como pocos.
Dejo para el final a un habitual de esta revista y web, Paco Roca, lanzado ya como va este particular cronista de la realidad social y humana que, por una vez, se sumerge en los mundos de la imaginación de otros. Con ‘La metamorfosis’ (Astiberri, 80 páginas, Cartoné, 13 euros). Roca interpreta ese mundo particular kafkiano. Algo cogido con gusto, según él mismo adelanta en la presentación de este clásico ilustrado de Astiberri: “Desde que leyera de crío La metamorfosis, Kafka se convirtió en uno de mis autores favoritos. Recuerdo que pasar de Julio Verne a leer La metamorfosis fue para mí todo un golpe, me pasé meses intentando asimilar aquello”. Su particular forma es darle cuerpo de imagen a esa pesadilla del hombre transformado en insecto, y lo hace experimentando, rompiendo lentamente la forma de hacer su estilo de anteriores trabajos, peros in dejar de ser Paco Roca.
Un caos llamado Kafka
Franz Kafka (Praga, 1883-Kierling, Austria, 1924). Pocos años y una influencia que no deja de crecer década tras década. Tras su pulcra apariencia de oficinista, se sintió un paria entre familiares, entre judíos, entre escritores, entre checos y alemanes. Aseguró una vez y otra que sólo sabía vivir para escribir, pero cuando vio la muerte llegar en la tuberculosis que se lo llevó por delante, dio instrucciones para que destruyeran su obra. Suerte para el mundo que no le hicieron caso. Tuvo amigos que las desobedecieron y así, quizá contra sus propósitos, heredamos un puñado de relatos desconcertantes, con aire de parábola privada de moraleja, que fascinan y perturban por igual y que han dado su nombre al sentimiento contemporáneo de lo absurdo. Tan devastadora es ‘La metamorfosis’ como ‘El proceso’, quizás los dos textos más veces reinterpretados y adaptados a las artes. La inquietante metamorfosis de Gregor Samsa, la triste decadencia del artista del hambre o la fidelidad patética del oficial del penal retratan con escueta minuciosidad y frío humor los sinsentidos y pesares de la condición humana en nuestro tiempo. Un profeta, ni más ni menos.
INFORMACIÓN: