Estratégico enclave codiciado por sucesivos imperios, la capital de Malta atesora entre sus murallas un legado de siglos de esplendor en el Mediterráneo.

Fotos: Miguel Laviña Guallart

En toda escapada llega un pequeño momento en el que, de forma inesperada y en apenas unos instantes, se olvida el cansancio por una más que probable noche sin dormir para aprovechar esa “estupenda” oferta de una línea low-cost, los agobios por los siempre complicados desplazamientos del aeropuerto al hotel o las cambiantes horas del check-in. Un momento en el que compensa la agotadora jornada de turismo bajo el sol y se esfuman las dudas sobre el lugar elegido como destino del viaje después de que la primera impresión a nuestra llegada, tal vez, no corresponda con lo esperado. Ese instante mágico en el que, por fin, deseas estar allí y en ningún otro lugar en el mundo.

El pasado junio no sabía que debía llegar hasta el mirador de Upper Barracca Gardens, con la intención de contemplar al final de la tarde las espectaculares vistas de la bahía de La Valeta, para alcanzar, de repente, esa sensación. Un trasatlántico abandonaba, lenta y majestuosamente, las aguas de la bahía, y su estela luminosa sobre las aguas comenzó a escenificar ante mí la célebre secuencia de ‘Amarcord’ en el que un lujoso barco, cargado de luces y promesas de lujo, surca la costa ante los asombrados ojos de los vecinos de Rímini, la localidad natal de Federico Fellini. Y conforme el trasatlántico se alejaba haciendo sonar su sirena sobre los bastiones que rodean La Valeta, tintineando sus luces en el atardecer, pude vivir por unos minutos una magia similar a la que sentían los modestos y divertidos personajes de la infancia de Fellini. Una visión que quedaba grabada en mi memoria, al igual que la fugaz visita del radiante barco fascinaba a los personajes de ‘Amarcord’, y su paso era recordado como un pequeño acontecimiento en la maravillosa película que rememora la infancia del cineasta italiano.

La Valeta guarda en el interior de sus murallas un desmesurado esplendor para su tamaño. De esta forma tan acertada describe una guía de viajes esta pequeña ciudad, capital de la actual República de Malta. Unas palabras que pueden ser recordadas por el viajero que la visita por vez primera, al sentirse abrumado por la sucesión iglesias, edificios palaciegos y casas nobles en sus estrechas calles. Los edificios de tostada piedra caliza, con labradas cornisas y hermosos miradores, guardan una armonía en las calles ascendentes y descendentes que forman la ordenada cuadrícula de la ciudad. A diferencia de otras capitales europeas, el desarrollo urbanístico, la especulación y el desenfreno turístico no se permitieron en el centro histórico. Sin duda, La Valeta también vivió la fealdad arquitectónica de los setenta u ochenta, pero afortunadamente fuera de sus murallas. Su aspecto actual es el resultado de políticas conservacionistas e integradoras, que han llevado a cabo restauraciones respetando el equilibrio del patrimonio que atesora entre sus muros.

Upper Barraca Gardens

A lo largo de los siglos, los imperios que se han extendido por el Mediterráneo han codiciado este estratégico enclave, invadido sucesivamente por cartagineses, romanos, árabes, normandos, españoles, franceses e ingleses. San Pablo naufragó cerca de las costas de Malta, pasando el tiempo suficiente en la isla como para convertir a su gobernador romano al cristianismo. Caravaggio recaló en La Valeta, huyendo de un oscuro asunto en Roma, unos meses durante los que realizó varias obras por encargo de los Caballeros de la Orden de Malta. El poeta romántico Lord Byron también pasó en dos ocasiones por la isla, en el curso de sus largos periplos por Europa, despidiéndose con unos célebres versos sobre las escaleras que se extienden por La Valeta. San Pablo, Caravaggio, Lord Byron… ilustres visitantes de los que se enorgullecen las crónicas históricas de Malta, pero que, al igual que los invasores que se han disputado esta pequeña isla, encrucijada de intereses, parece que la han considerado un lugar de paso, un destino temporal para abordar más elevadas empresas. De forma similar, hoy en día la mayor parte de las líneas aéreas que operan con Malta suelen organizar sus vuelos para poder cuadrar breves estancias, de 4 o 5 días, tal vez lo consideran tiempo suficiente para darla por visitada. Sin embargo, la realidad que descubre el viajero es distinta, al sumergirse poco a poco en el devenir tranquilo de su existencia, en el acogedor entorno mediterráneo y la suavidad de sus formas, deseando una estancia sin un cercano final. En cierta forma, es la suerte que tienen los estudiantes que pasan sus estancias lingüísticas en Malta, célebre destino de cursos de idiomas gracias a su reciente pasado británico.

El patrimonio que conserva Malta es, por tanto, el resultado del sucesivo paso de invasores y de las culturas que trajeron consigo. Sin embargo, una fecha resulta determinante en su devenir histórico. En 1530, el emperador Carlos V decide entregar la isla a los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, una orden de origen religioso y militar, que tras la invasión de Jerusalén por los musulmanes en 1187, se había asentado en Rodas. En un principio, los Caballeros se establecen en una pequeña península (actualmente llamada La Vittoriosa), y tras resistir durante varios meses un primer gran intento de invasión turco (la campaña conocida como “el gran asedio”), deciden fortificar un promontorio rocoso cercano, espacio que hoy ocupa La Valeta. Encargan el diseño de la nueva ciudad al ingeniero militar Francesco Laparelli da Cotrona, responsable del moderno y ordenado trazado urbano, que se ha mantenido hasta la actualidad. La Valeta se funda finalmente en 1566, y por tanto, sus impresionantes y austeras murallas guardan un legado básicamente renacentista y barroco. Y éste es uno de los aspectos por los que resulta una ciudad tan original, su desbordada arquitectura rodeada de mar.

Tres ejemplos de las calles de La Valeta, que conserva un estilo unificado en la ciudad

Uno de los momentos especiales que debe vivir el visitante de esta antigua ciudad ideada por los Caballeros consiste, simplemente, en dejarse llevar por un paseo al final de la tarde. El eje principal de La Valeta es Republic Street, la calle peatonal que vertebra la ciudad, y que durante el día resulta una vía bulliciosa y animada, con multitud de comercios, restaurantes y sucursales bancarias. Un aspecto que contrasta con la tranquilidad y semipenumbra que respira al atardecer, al igual que las principales calles que la cruzan. Un silencio tan sólo roto por las suaves melodías y guitarras de los numerosos músicos que actúan en estas calles, o por las discretas conversaciones de los ocupantes de sus terrazas.

El ritmo tranquilo del paseo puede conducirnos hasta el final Republic Street, vía de algo más de un kilómetro –La Valeta tiene aproximadamente un kilómetro y medio de largo por medio de ancho- hasta llegar el Fort Sant Elmo, uno de los bastiones destacados de la ciudad. Llegados a este límite, el paseo invita a buscar las vistas del atardecer en alguno de los miradores de la ciudad, porque La Valeta será recordada tanto por su contenido como por sus vistas. En Upper Barracca Gardens, bajo las arcadas de piedra de una antigua armería, los cañones se dirigen hacia las impresionantes vistas sobre el Puerto Grande y el castillo de St Angelo. Al otro lado de la península sobre la que se asienta la ciudad, el mirador de Hastings Gardens y los bastiones de St Michael y St Andrew nos permiten contemplar la puesta de sol sobre la otra orilla de la bahía, Fort Manoel y el perfil clásico de La Valeta, caracterizado por la torre de la cocatedral anglicana de St Paul y la gran cúpula de Carmelite Church.

La Valeta destaca por conservar un gran número de iglesias y dos catedrales, una realidad que responde a su marcado pasado religioso. La cocatedral anglicana de St Paul contrasta por su sobriedad con la cocatredral católica de St John, un templo cuya sencilla fachada da paso a un interior profusamente decorado. El asombrado visitante se encuentra con un barroco desbocado en sus frescos, suelos y revestimientos dorados de las capillas, consecuencia de los presentes que los caballeros debían a la Orden. Tal vez, este recargado templo es el único lugar en el que La Valeta pierde el equilibrio y gracia de sus líneas. Resultan también destacables los antiguos albergues de los Caballeros. Cada nacionalidad de las ocho que componían la Orden tenía su propio albergue, y en la actualidad se conservan seis, sin duda, las construcciones más hermosas de la ciudad. Hoy día son edificios de carácter público, con imponentes fachadas barrocas que se elevan en las estrechas calles. Destacan por su belleza el Albergue de Italia y el Albergue de Castilla y León, actual residencia del Primer Ministro, franqueado por dos esbeltos cañones y antesala de los jardines de Upper Barraca.

palacio caballeros

Palacio de los Caballeros, en el exterior y el interior

Miradores de madera pintados en verde y cabinas telefónicas rojas, herencias del pasado británico de la isla. Son dos de los elementos más característicos de la Valeta, y que se descubren conforme se recorre el centro. En Republic Street se encuentra el Museo Arqueológico de Malta, que ocupa el antiguo Albergue de Provenza. La calle se abre más adelante a Republic Square, un espacio dominado por una estatua de la reina Victoria, tras la que se eleva, sobre una serie de soportales, la fachada de estilo veneciano de la Biblioteca Nacional. Este edificio merece una visita, aunque necesariamente breve, ya que tan sólo se puede visitar la escalera y la gran sala central.

Republic Street conduce también hasta el Palacio de los Grandes Maestres, otra de las visitas obligadas de la ciudad. Al edificio, actual sede del Legislativo de la República, se accede por un hermoso patio coronado por la torre de un original reloj elaborado con figuras mecánicas, Pinto Clock Tower. Pueden recorrerse varias de las salas y estancias del siglo XVIII, utilizadas para actos oficiales y recepciones, y decoradas con una serie de tapices y murales que ilustran la historia de la Orden. La evidencia del pasado guerrero de los Caballeros puede comprobar en la visita a la armería, situada en las antiguas caballerizas del palacio, a la que se accede por un segundo patio, llamado de Neptuno. Una audio-guía nos explica la evolución de armaduras y técnicas guerreras de la orden, y de un buen número de todo tipo de armas, incluidos unos cuantos cañones de sorprendente tamaño.

Más allá de los bastiones, almenas y muros de extraordinario grosor que siguen protegiendo la herencia que esconde la Valeta, se extiende el resto de la ciudad. Abandonando las puertas de la antigua ciudadela se accede al barrio de Floriana, área que tuvo un desarrollo principal en el siglo XIX, con algunos lugares de interés. Extendiendo sus brazos hacia el mar, surge una capital moderna, con numerosos puertos mercantes y de ocio, orientada hacia el turismo y el comercio, sus principales fuentes de ingreso. En las zonas costeras de Sliema y St Julian´s se acumulan la mayoría de los grandes hoteles, discotecas y locales nocturnos, y es el destino anual de miles de turistas, principalmente anglosajones y alemanes. Embarcaderos y playas, la mayoría de piedra, para un turista clásico que busca el sol y la diversión, y tal vez un punto estratégico para visitar el resto de Malta.

Ciudadela Gozo

Ciudadela de Gozo

A las puertas de La Valeta se encuentra la conocida como Fuente del Tritón, donde está situada la parada central de autobuses. El autobús es el único medio de transporte público, y desde allí parten multitud a distintos puntos de la isla. Lugares de interés para posibles desplazamientos desde La Valeta (cualquier destino resulta accesible en una isla de 27 kilómetros de largo), como Mdina, la antigua capital de la isla, que conserva unas impresiones murallas árabes, el yacimiento arqueológico de Hypogeum o enclaves de la costa, como Blue Grotto o Mellieha, donde se encuentra una de las pocas playas de arena. Los ferrys para Gozo y Comino, las otras dos islas que forman Malta, parten del extremo occidental de la costa. Comino permanece deshabitada, tan sólo hay un hotel que abre por temporada junto a su célebre playa Blue Lagoon. La visita a Gozo también resulta estupenda, merece atención la formación rocosa Blue Window, y la antigua ciudadela de su capital, Victoria. Allí, un vez más, disfrutar de las vistas con las que parecen dotadas estas islas. En especial, poder apreciar cómo sería la naturaleza y el paisaje original mediterráneo. Observando la intensidad del azul del mar se comprende que sus habitantes bautizasen en el pasado tantos enclaves con palabra “blue”.

Lugares que pueden conseguir que nos alejemos de La Valeta durante una jornada, pero poder regresar a tiempo para refugiarnos de nuevo intramuros, y disfrutar de otro paseo al final de la tarde. Volver a recorrer Republic Street y finalizar contemplando el Puerto Grande desde Upper Barrraca o el atardecer, el final de un día más, desde el bastión de St Andrew. Desde este último mirador, cuando el sol ha desaparecido dejando su estela rosada sobre el mar y el silencio se impone en La Valeta, es posible distinguir al otro lado de la bahía las luces de los concurridos paseos costeros de Sliema y St Julian´s, los halos de luz de sus establecimientos abiertos a la playa, e incluso llegar a percibir cierto rumor de fondo, la rítmica música de sus locales nocturnos. Pequeñas señales de estridencia y modernidad que amenazan el recogimiento de La Valeta. Contemplando esa otra orilla, el viajero puede tener una sensación similar a la que tal vez tendrían los antiguos habitantes de la ciudad, al divisar a los invasores que volvían a asentarse en las cercanías de sus murallas, dispuestos a hacerse, una vez más, con esa codiciada península sobre la que se asienta La Valeta. Afortunadamente, hoy día el viajero puede huir de ese otro tipo de invasión, adentrarse de nuevo entre sus muros y perderse en esta pequeña ciudad de esplendor desmesurado.

El Albergue de Castilla y el de Italia, dos ejemplos de la arquitectura de los Caballeros de Malta

Gozo

Costa de Gozo