Las letras dan el salto directo hacia internet, donde proliferan portales modélicos como McSweeney’s en California, creado por Dave Eggers. La web es el espejo en el que deben mirar medios y escritores, el ariete de las letras en la red: es, además, la plataforma de la revista del mismo nombre que es la referencia literaria de Estados Unidos.
Por Luis Cadenas Borges
Quédense con este nombre: Dave Eggers, autor, entre otros libros, de Zeitoun, ‘Ahora sabréis lo que es correr’ y ‘Away we go’ (adaptada a la gran pantalla por Sam Mendes, director de ‘American Beauty’). Más que por ser una de las promesas cumplidas (con mucho trayecto por delante todavía) de la nueva literatura norteamericana, por estar detrás de uno de los mayores portales literarios del país, y por extensión, de la lengua inglesa, McSweeney’s, compendio de revista literaria, editorial (también en papel), fundación filantrópica y reclutadora y formadora de nuevos escritores. Es el resultado de muchos años de trabajo, de una idea solitaria reconvertida en un auténtica mina para los escritores; poco a poco, lentamente, con amigos, con tesón, con paciencia, ha crecido hasta ser un trabajo autónomo. Sólo tiene un problema, para los de aquí: está en inglés. Así que con un buen diccionario y unas cuantas clases también se puede disfrutar. Una razón más para sumergirse en los vapores shakespearianos.
Aparte de sus listas de libros más buscados, leídos o de mayor calidad, McSweeney’s alberga cuatro publicaciones regulares: Timothy McSweeney’s Quarterly Concern, que es un diario literario quincenal; el McSweeney’s Internet Tendency, sobre novedades del mundo de las letras con mucho humor e influenciado también por otras artes; el magazine mensual ‘The Believer’, que es todo un experimento que entronca la literatura con casi todo, y finalmente ‘Wholphin’, una especie de revista-DVD. Además existe otra nueva, ‘The Lucky Peach’ (el melocotón afortunado), que está especializada en letras y gastronomía. Igualmente, McSweeney’s es también editorial tradicional con Believer Books.
El germen fue ‘Might’, una revista de los años 90 en la que, como él mismo ha dicho en varias entrevistas en EEUU, lo que quería era “escribir con muchos garabatos; tener muchas faltas de ortografía; pero principalmente, la tercera regla y la que nos metía en más problemas, nunca publicar nada que no nos importara. Por lo mismo, siempre terminábamos escribiendo artículos sobre famosos, drogas, electrodomésticos, videojuegos, ropa, y especialmente cerveza”. Tuvo el éxito suficiente como para que la revista referencia de aquellos primeros años del mundo de la red y la explosión total de la tecnología, ‘Wired’, anduviera detrás de ella para darle una dimensión de calidad y juventud. El último número fue en 1997, y poco después nacería McSweeney’s, con modestia pero sin parar de escalar puestos, creando nuevos productos como el ‘Panorama’ de San Francisco, que fusiona muchas publicaciones en una con el sello de McSweeney’s, que da el salto al papel por alguna razón desconocida, ya que siempre será más caro y costoso. Son tiempos de contar cada dólar, cada euro, y cada idea.
Lo que hay alrededor de McSweeney’s es uno de los grandes bastiones de la cultura del libro (digital y físico): innovador, selectivo y con una capacidad de reconvertir el noble arte de escribir en una fuente de saber y placer para millones de lectores en EEUU y el resto del planeta. La gran ventaja de McSweeney’s es que es un cruce de líneas, tangenciales, pero que crean un todo que por estos lares no hay ni buscándolo con sabuesos: cómic, letras, dibujo… todo unido. Es un artefacto virtual muy novedoso por esa virtud: vivimos tiempos en los que la literatura debe abordar otros caminos, mezclarse, unir géneros e incluso artes, amenazada por el auge de la novela gráfica, quizás la única amenaza seria para el arte de las letras una vez que queda claro que el cine ya no sabe que hacer con eso llamado “guionista” (muchas veces les estorba en los despachos, domesticados por el star-system) y la televisión empieza a sufrir los achaques de la falta de fondos, vitales para su brillantez estos últimos años.