Una forma muy diferente de entender los videojuegos, un estilo donde la delicadeza visual cuenta tanto como el argumento, alejado ya de los macroproyectos faraónicos donde lo que importa es el músculo del juego, la explotación comercial y los efectos especiales cegadores. ‘From dust’ es un buen ejemplo.
Creado por Ubisoft, preparado para plataformas pero también para PC, es un juego original diseñado por Eric Chahi que también firmó en su día otro juego de culto del mismo tipo, de estrategia de civilizaciones, ‘Another World’. Es una buena carta a jugar, en parte por lo solícito del personaje, que no se prodiga mucho pero que promete un planteamiento original y detallista de lo que salga de su cabeza. Estamos en el terreno de los juegos de creación y desarrollo de naciones, pueblos, o religiones, un subgénero de simuladores históricos donde destaca Civilization de Sid Meier, pero también el primitivo ‘Populous’ o algunas variantes de las múltiples ediciones de los SIM.
Las dos grandes bazas del juego frente al resto son dos: primero, su cuidado diseño estético, que recuerda a las culturas polinesias del Pacífico y también a las tribus africanas, muy lejos de los típicos escenarios de Roma, Grecia, Persia, Egipto y demás que son normales en otros simuladores. Aquí el mundo es un lugar paradisíaco, exótico, pero también virulento. La segunda virtud es su planteamiento, muy original: el jugador es, resumiendo, un dios tribal que debe controlar el destino de su tribu elegida, su futuro, protegerla de un mundo que evoluciona solo y donde el gran enemigo es la Naturaleza, que sacude con todo tipo de desastres contra la gente que debe proteger, animar e impulsar. El control divino sobre los elementos es la única vía de supervivencia. No hay más competidores, sólo la Naturaleza en su estado más puro y duro (y evidente). Su gran defecto es que el juego es demasiado corto, no da opción a un desarrollo más profundo.
Si bien no alcanza ni la fuerza ni la composición de Another World, lo cierto es que es un videojuego que podría entrar en la categoría de “indie” por ese planteamiento tan independiente. En las sucesivas ferias lo que ha surgido es la sensación de que, efectivamente, no alcanza el nivel de genialidad, pero sí que es brillante, y su particular sistema de juego, en el que impera sobre todo la capacidad de adaptación al ritmo y la explotación de las habilidades y recursos acumulados, lo hace mucho más interesante que el resto de juegos de género. El control se consigue a través de una esfera movible que sirve de “mando divino” o mano del cielo con la que poder colocar las cosas allí donde queremos, y eso incluye la tierra, el agua, la lava, los desastres naturales… para evitarlos, para desviarlos, para darle ventajas a nuestra tribu. Todo esto se consigue con una programación que gira por completo alrededor del simulador de Naturaleza, que incluye comportamientos humanos y el desarrollo, realista y original, de las amenazas naturales.