Nada mejor para celebrar el 70º aniversario de la Victoria en Europa que recordar el testimonio directo de uno de los grandes fotógrafos que dejaron constancia de aquella guerra miserable y transformadora como nunca ha habido. La Fábrica publica una edición especial de ‘Ligeramente desenfocado’, las memorias de Robert Capa.

Imágenes: La Fábrica

Uno de los padres del fotoperiodismo, antifascista convencido, y un auténtico tarado capaz de hacer lo que hoy ningún periodista haría: subirse a una de las lanchas el Día D en 1944 para fotografiar el Desembarco de Normandía. Aunque Capa hizo muchas más fotos y dejó testimonios mucho más grandilocuentes de su paso por este mundo, lo cierto es que aquellas fotos “ligeramente desenfocadas” (en realidad muy desenfocadas) fueron su particular Everest personal. Casi le cuesta morir de un infarto, eso sin contar con la gran pifia en la que se velaron los carretes que hizo. Apenas se salvó un puñado de fotografías del Día D, hoy convertidas ya en iconos del siglo XX, del inmenso sacrificio nunca suficientemente reverenciado de los que lucharon contra el nazismo.

La Fábrica aprovecha el 70º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando apenas quedan ya veteranos o supervivientes de aquellos años en blanco y negro, para publicar una edición muy bien cuidada y que reúne tanto sus memorias (antes, durante y después de la Guerra) como parte de su material gráfico. Los textos, muchas veces irónicos e intentando quitar hierro, oscilan entre un destilado humor negro y mucha ironía con el testimonio sentimental de aquellos años. A Capa le tocó el doble turno: Guerra Civil y Segunda Guerra Mundial. Estuvo casi una década dando tumbos de una trinchera a otra.

Robert Capa - Ligeramente desenfocado

Pero ‘Ligeramente desenfocado’ no sólo reúne aquella etapa. No hay que olvidar que Capa fue sobre todo un hombre de su tiempo, que quiso ser escritor antes que testigo. En sus memorias describe los sucesos acaecidos a través de encuentros con personajes fortuitos y reales, tanto o más que las guerras que fotografió. En el libro sus palabras sobre los conflictos van junto a más de 130 imágenes tomadas por el autor entre 1941 y 1945. El texto se completa con los textos de Richard Whelan, autor de ‘Robert Capa: A Biography’ y de varios libros sobre el trabajo del fotógrafo, y de Cornell Capa, hermano menor del fotógrafo, distinguido periodista gráfico y fundador del International Center of Photography de Nueva York.

Su gran momento fue en realidad una casualidad. Antes de explicar lo que le ocurrió en la playa Omaha aquel día lluvioso de junio de 1944, hay que explicar que Capa había llegado a Europa en 1941 con un proyecto bien diferente: el periódico Colliers quería que cubriera la guerra, en general, sin mojarse mucho. Y desde Londres. En paralelo a su trabajo empezó a redactar unos diarios de trabajo para, en el futuro, poder realizar un guión para una película. Sus textos sin embargo terminaron por ser un reportaje histórico sobre aquellos cuatro años. Se unió a los Aliados, especialmente a los soldados rasos, pero también a muchos oficiales que le hicieron más llevadero el trabajo. Pateó África del Norte, Italia, Francia, Alemania…

¿Por qué están desenfocadas esas fotos del Día D y por qué sólo hay 11?

Aquel día de junio iba a ser colosal. Todos lo sabían. Eisenhower había redactado dos comunicados: uno para la victoria, otro para la derrota, en el que renunciaba a su cargo como máximo general en jefe de los Aliados. La metió en un cajón. Por si acaso. No demasiado lejos de donde él estaba Robert Capa, como era habitual, se incrustó entre las tropas del desembarco en Omaha (concretamente el 16º Regimiento de la 1ª División de EEUU, apodada Big Red One) para poder fotografiar el momento justo de poner pie en tierra y así enviárselas a la revista Life, uno de los grandes medios de la época y que era la ventana abierta al público estadounidense sobre el conflicto. Muchas de esas fotos también alimentaban a los medios británicos, canadienses y latinoamericanos.

En esa playa hizo el grupo de fotos ‘The Magnificient Eleven’, desde el primer pie en el agua hasta los búnkeres que defendían la que, a la postre, sería la peor de las cinco playas del desembarco. Esas mismas fotos servirían luego a Steven Spielberg para crear los primeros 20 minutos de ‘Salvar al Soldado Ryan’. Capa viajaba con el resto de soldados dentro de una de las lanchas del desembarco. En total tomaría 106 pero sólo sobrevivieron 11 tras pasar por Londres (de ahí el sobrenombre de las Once Magníficas en ingles). Pero tampoco conviene adelantarse.

Capa desembarcó con el resto entre la lluvia de balas y ráfagas de ametralladora, obuses y defensas estáticas con una Contax II en las manos: tomó 106 fotografías, la mayor parte desenfocadas, en movimiento. Mientras corría para evitar que le mataran le daba al botón e intentaba, como podía, enfocar lo suficiente. En total cubrió las dos primeras horas del desembarco: la resistencia alemana, los soldados americanos cayendo como moscas y él mismo, medio muerto, agotado, deshidratado, siguió con ellos. Entonces le dieron la orden de volver a Londres para sacar las fotos y que esa misma tarde, si se podía, pudieran entrar en las rotativas de EEUU y Reino Unido.

Entonces llegó el desastre: un trabajador del laboratorio de Life en la capital inglesa cometió el terrible error de velar los negativos en el cuarto oscuro y los destrozó. Todas las fotos inservibles salvo once. A Capa, cuentan, tuvieron que sentarlo cuando sufría un principio de infarto, pero no dijo una palabra. Durante años se especuló con quién fue el matarife digno de fusilamiento, desde un becario de Life hasta el chico del té de quince años que pululaba por allí. La revista Life, después de dudarlo mucho, decidió publicarlas el 19 de julio, trece días después. Y acertó, porque se convirtieron en el testimonio urgente, alocado y directo de lo que allí pasó, desde las cabezas gachas en la lancha hasta el soldado que se arrastra por el agua intentando no ahogarse ni que le vuelen la cabeza.

Robert Capa, una pequeña biografía

Ernest Andrei Friedmann, conocido como Robert Capa (Budapest, Hungría, 1913 -Thai Binh, Vietnam, 1954), provenía de una familia judía húngara que en 1929 se vio obligado a emigrar de su país dada la delicada situación política. En Hungría todo iba a peor: el nacionalismo magiar era tan belicoso, suicida e irreflexivo como el alemán, y todo fue a peor con la llegada al poder de Hitler y la imposición de un gobierno fascista en Hungría. Durante los inicios de los años 30 vivió en Alemania y Francia, trasladándose a España al inicio de la Guerra Civil para estar presente en los principales frentes de combate.

Con 22 años comenzó a fotografiar la guerra, pasando posteriormente por Italia, China, Londres y el norte de África y comenzando así a labrarse una gran reputación que le llevaría a ser considerado uno de los mejores periodistas gráficos de guerra de la Historia. En 1947 creo la agencia Magnum junto con Henri Cartier-Bresson, William Vandivert, George Rodger, y David Seymour, donde realizó un gran trabajo fotográfico tanto en fotografía bélica como artística. El 25 de mayo de 1954, Capa se convertiría en el primer periodista estadounidense que murió en un conflicto bélico, la Guerra de Vietnam.