Uno de los más respetados autores japoneses, capaz de ser maestro y espejo de muchos otros a pesar de su atribulada vida, resume toda su carrera en una ‘Autobiografía’ de seis volúmenes (Editorial Astiberri) que son una obra maestra.
FOTOS: Editorial Astiberri
Basta un pequeño detalle vital para darse cuenta de cómo es la vida y la particular carrera artística de Shigeru Mizuki: es manco. Perdió el brazo durante la Segunda Guerra Mundial, en la que luchó en las filas del Ejército Imperial japonés. La editorial Astiberri ha publicado ya, cerrando el año, tres de los volúmenes de esta obra máxima, en blanco y negro, que tendrá seis partes finalmente y que promete ser tan interesante como toda su obra.
Entre el lirismo, el cómic y la confesión, Mizuki traza el camino vital de un superviviente nato que con una sola mano y mucho ingenio fue capaz de ser un verdadero autor de culto en Japón gracias a obras como ‘NonNonBa’, ‘Operación Muerte’ o ‘Kitaro’. Shigeru Mizuki ha ganado el premio al mejor álbum en el Salón Internacional del Cómic de Angoulême 2007 por la citada ‘NonNonBa’, y el premio “Esencial Patrimonio” de la edición 2009 del citado salón galo, por ‘Operación Muerte’. También es autor de la novela gráfica ‘Hitler’, sobre el ascenso, locura y caída del dictador nazi, de gran éxito en Europa.
Pertenece a una generación que por convicción nacional u obligado terminó luchando contra el mismo Occidente al que seduciría décadas más tarde con sus obras, de un trazo y estilo muy japonés pero impregnados de una carga visual y surrealista en ocasiones que le entroncan con los autores europeos. Es otro ejemplo de creador asiático que al abrirse al mundo termina por asimilar muchas otras obras. Es una repetición de Miyazaki, creador de ‘El viaje de Chihiro’ y que ha confesado su fascinación con el universo visual y simbólico occidental. En esta serie aborda su autobiografía desde su infancia hasta la actualidad. De momento llega a un ecuador perfecto: la guerra. Atrás quedan su infancia, la adolescencia y la inocencia en aquel Japón militarista, imperial y que soñaba con conquistar China y toda Asia para crear una inmenso imperio racial en el que los japoneses dominaran la mitad del mundo.
De esos años, más la brutalidad de la guerra, surgió una mente de imaginación igual de cruda y surrealista que ha sido definido por muchos críticos como un Goya alternativo, con un estilo durísimo a pesar de estar suavizado para la industria del manga japonés. Porque Mizuki no escamita detalles grotescos a la guerra, un tema recurrente en la forma, el fondo y casi el ambiente tétrico de muchas de sus obras. De ese tiempo le quedó un profundo pacifismo y un visceral antimilitarismo que también son constantes en su obra, siempre con un tono tragicómico como clave para enganchar al público y que es uno de sus mayores logros.
También es un pilar fundamental algo que el viejo Japón no solía tener: empatía. En una cultura tan formalista y ceremoniosa, no tanto en los jóvenes pero sí en su generación, Mizuki siempre ha demostrado tener una compasión y comprensión por los demás que es vital en su vida y su carrera. Frente al horror reaccionó creando historias donde manda la comprensión y candor por los demás, un humanismo emocional muy intenso que le distingue de todos los demás, que se extiende también a los animales y la naturaleza. Ésas son sus claves: imaginación, emoción y humanidad.
Shigeru, el dibujante manco
Nacido en 1922 en un pequeño pueblo pesquero de Tottori, fue siempre un niño curioso y dotado de una infancia feliz que ayudó a cimentar sus visiones gráficas de adulto, una contraposición idílica del Japón rural y costumbrista donde la mitología animista y el sintoísmo se mezclaban para crear un caldo de imaginería perfecta para el manga. Uno de esos mitos era el mundo sobrenatural que le contaba una anciana vecina, NonNonBa, que luego él convertiría en cómic: de ella aprendió todo el submundo irreal que plasma sobre el papel y que le despertó el interés por soñar despierto. Luego vendría el horror: con 20 años termina con sus huesos en las espesas selvas de Nueva Guinea, luchando contra australianos, británicos y americanos, contra la humedad, las enfermedades, los oficiales brutales, la metralla, las emboscadas y la cultura militarista. De regalo la vida le regaló una pesadilla de enfermedad como la malaria y ser testigo de la muerte de casi todos sus camaradas; a ellos les arrancó la vida, a él un brazo. Tardaría casi diez años en recuperarse de aquella mutilación, hasta que a finales de los años 50 empieza a crear manga con ese particular estilo en dibujo y argumentación que le ha permitido ser una leyenda: el gobierno japonés le nombró “Persona de Mérito”, uno de los mayores galardones civiles otorgados a un ciudadano, su vida es llevada a una serie en televisión y su familia y su mujer son objeto de estudios y películas.
Media vida en tres cómic
Hasta ahora Astiberri ha publicado tres álbumes, los que corresponden con su infancia, adolescencia y la guerra. En el primero, aborda esos primeros años en su pueblo, dominados por su relación con la anciana NonNonBa, la escuela y las peleas entre bandas de niños, su fascinación por la muerte y los seres sobrenaturales. Era el semillero del que nacería el particular universo mágico de sus obras y que comparte con muchos otros autores japoneses como Miyazaki. En el segundo, Mizuki afronta la etapa final de su infancia y su escasa disposición para realizar los trabajos que tenía a su alcance. Prefiere seguir en su particular cosmos sobrenatural. El auge del militarismo y el ataque a Pearl Harbour suponen un gran vuelco en su vida: le reclutan (sí o sí) para el ejército imperial y su poco talento para el arte de la guerra y las artes marciales le convierten en blanco fácil para los malos tratos que los oficiales aplicaban sistemáticamente a los reclutas. Finalmente (y por ahora), en el tercer tomo se centra en la guerra del Pacífico, donde el joven Shigeru no mejora en su aptitud militar y su aire despistado: los malos tratos y el abuso no cesa, igual que la guerra, que le marcará para siempre.