Barato, sencillo, tremendamente efectivo y estimu­lante para la inte­ligencia. ¿Quién decía que el hu­mor inteligente había muerto? La stand-up comedy no es más que la versión importada del cuentachistes de toda la vida, pero con la diferencia de que la verborrea, la inteligencia y la complicidad son las señas de identidad.

Por Luis Cadenas Borges

La stand-up commedy es un género que llegó a España a finales de los 90 y que se ha convertido en algo más que un formato: es un negocio, es, por decirlo así, el último rincón que le queda al ingenio lingüístico en el teatro. Y como muchas otras cosas, comenzó en los teatros del vodevil de principios del siglo XX; no obstante, dentro del teatro, sin duda la come­dia del monólogo es el reduc­to de la palabra: empezaron a ser muy populares en los años 50, con Bob Hope a la cabeza, y en EEUU se convirtió en las décadas siguientes en todo un arte en el que, quien triunfa, se convierte en una fábrica de ha­cer juegos de palabras, al estilo de Don Mauro aquí en España, o de sátiras de la vida normal como en el caso de Jerry Sein­feld.

El acto en sí es una suce­sión de bromas encadenadas en forma de monólogo, a veces incluso de diálogo con el públi­co, y que suele estar dividido en bloques; sus rutinas necesitan y esa complicidad entre monologuista y espec­tador es la base del humor de todo el show. A uno otro lado del charco se ha popularizado en los clubes, donde por un par de copas o cervezas y algo de dinero el dueño se aseguraba que la gente fuera en peregri­nación a escuchar monólogos sobre cuestiones de política, religión, raza, sexo, familia o cualquier tema que pueda ser puesto en el borde para reírse a su costa.

La lista de figuras en la madre de todas las comedias que es Estados Unidos es larga y da cierta idea de hasta qué punto es popular en el mun­do angloparlante: Bob Hope, Dean Martin, Sammy Davis Junior, Richard Prior, Geor­ge Carlin, Steve Martin, Bill Cosby, Robin Williams, Billy Crystal, Eddie Murphy, Jerry Seinfeld, Tina Fey y finalmen­te, de los más fuertes en los úl­timos años, Chris Rock. Y no importaba el color de la piel: los blancos eran el público predilecto de Murphy o Rock, y viceversa, hasta el punto de convertir a éste último en una estrella nacional. En España la lista queda reducida al boom de la presente década, que alcan­zó un gran éxito con el Club de la Comedia en la televisión y del que han salido presentadores como Quequé, Ángel Martín, Dani Mateo o Javier Castella. La mayor parte de ellos se han vuelto a echar a la carretera o a los escenarios.

Pero también prácticamente todo el elenco de Muchacha­da Nui, que al reconvertirse en esa versión manchega de los Monty Phyton han abando­nado la stand-up comedy: por el Café Garibaldi de Madrid y otros locales ligados al canal de televisión Paramount Comedy (el canal central de este géne­ro en España) salieron Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Pablo Chiapella, Raúl Cimas y Julián López. O el propio Andreu Buenafuente, pero ésa es otra historia.