2013 ha sido el año de muchos retornos o recordatorios, el más amplio quizás el de The Clash con una gran caja a la venta con contenido inédito de una banda imprescindible que marcó historia, estilo y que sucumbió por la presión y las contradicciones. 

 

FOTOS: Wikipedia Commons / The Independent / The Clash Website

No hay nada como un buen retorno. O cuando menos, un buen eterno retorno, parafraseando a Nietzsche y una de sus ideas filosóficas clave. No es lo mismo, no tienen nada que ver, pero empieza a ser sintomático de una cultura posmoderna que no para de autoreferenciarse en sus grandes creaciones pasadas. Igual que dijo Newton, los de hoy siempre se “suben a hombros de gigantes del pasado” para poder ver más allá y evolucionar. Siempre se ha sabido que en música, y más en la música popular del siglo XX y este arranque del XXI, es lícito e incluso recomendable basarse en las obras de otros. Así lo hizo el pop británico de los años 90 cuando miraban a su espalda y veían los años 80 y el espíritu Beatles como un ancla y guía. Pero lo de estos tiempos ya no se disfraza: simple y llanamente se vampiriza el pasado. Porque hay que exprimir el jugo, hasta la última gota, incluso de bandas que rozaron la marginalidad del sistema como The Clash.

The Clash revitalizado, una vez más, con la aquiescencia de sus miembros vivos, con el beneplácito económico de discográficas, dueños de derechos y la voluntad de una industria que funciona pero que sigue perdida en la nueva era. Todos ganan con la publicación el pasado 9 de septiembre del recopilatorio definitivo ‘The Clash Sound System Box Set’, un producto tan grande y con tantos contenidos (tanto que hemos tenido que hacerle un texto aparte) que asusta pensar si se han dejado algo suelto. Casi parece una despedida, y una forma simbólica casi de enterrar un grupo diferente que no temió pronunciarse políticamente, siempre a la izquierda, en unos tiempos en los que regiones enteras y ciudades particularmente de Gran Bretaña parecían el Tercer Mundo. The Clash surgieron en una época en la que el viejo imperio era un fósil y la antaño industria más poderosa del mundo una sombra desestructurada y cerrada. The Clash fue una llamarada obrera, de orgullo de clase.

 

The Clash marcó un hito, una época. Fue mucho más que la famosa portada con Joe Strummer destrozando una guitarra contra el escenario. Mucho más que una banda salida de las entrañas de las ciudades industriales, grises en el cielo en la calle. Renovaron la música británica y utilizaron el punk con algo más de sentido que aquellos Sex Pistols que eran mucha matraca y poca chicha. Sid Vicius y compañía siempre fueron un circo ambulante sin demasiado mensaje más allá de la pataleta. The Clash rellenó aquel vacío espiritual e intelectual con política, sociedad y sobre todo con una fusión del punk y el rock que creó un género que todavía hoy persiste. Por el camino de la banda se quedó Joe Strummer, su líder, que hubiera cumplido seis décadas el año pasado, padre espiritual y líder de una banda que disfrutaba de una vida musical espartana de carretera y manta, que vivía en una pobreza fingida para darse ánimos y fuerzas.

The Clash más que una banda fue una reacción cultural a tiempos duros de desindustrialización, lucha sindical, auge del neoliberalismo y los neonazis, con una intransigente y falta de empatía Margaret Thatcher que destrozaría regiones enteras del norte del país. La reacción fue tan brutal que la música directamente insultaba al gobierno y al sistema. Un poco de cicuta en el café del establishment. The Clash se bebió entera la poción punk y entre 1976 y 1986 forjaron una música sin disfraces, dura y mixta, punk y rock a un tiempo, de letras enrojecidas y una actitud agresiva que crearía escuela (estilo obliga). Ambiciosa y con sentido social, algo que a la larga les costaría caro por el peso de las contradicciones. Fueron hijos de la primera oleada punk, pero a su manera y desentendiéndose de los espectáculos obscenos estilo Sex Pistols que ocultaban el vacío musical. Mucho ruido y pocas nueces.

Joe Strummer

Las nueces de The Clash se concretaron en siete discos oficiales, seis vídeos (cuando era vanguardista hacerlos) y quince giras con las que recorrieron Reino Unido (varias veces), Europa, EEUU, Canadá, Oceanía y Japón. Entre medias estuvo el despegue revolucionario (entre el 76 y el 78), el éxito pleno (cambiando de década, del 78 al 82) y la consecuente decadencia y los conflictos (hasta 1986), culminado todo con la despedida deformante que fue ‘Cut the crap’. Se extinguieron como una de esas especies mitológicas: parecían un dinosaurio rojo en una nueva época en la que no casaban bien éxito con ideología.

Fue en parte la decadencia de las ideas las que les hicieron romper. En el campo musical bordaron un subgénero: al punk le añadieron la estructura sonora del rock, pero también elementos del ska, el reggae, el rockabilly… Eran músicos y activistas, crearon auténticos himnos generacionales y sociales como ‘London calling…’, una patada a la capital del imperio en crisis que con los años, vaya ironía, un gobierno conservador usaría como reclamo para las pasadas Olimpiadas de Londres… Su influencia musical persiste porque fueron capaces de enriquecer el punk con nuevas influencias y de esa forma inmortalizarlo como actitud y base para otras bandas que, con los años, crearían el acid-punk de los 90, por ejemplo.

¿Por qué desapareció The Clash?

Respuesta fácil: por culpa del manager avaricioso y egocéntrico llamado Bernie Rhodes. Respuesta complicada y quizás más certera: porque fue una banda biológica que cumplió a la perfección eso de “nace, crece, se reproduce y muere”. Rhodes fue la chispa que incendió la gasolina, pero si el grupo hubiera estado más unido no había podido con ellos. El problema es que estaban condenados a sucumbir por sus propias contradicciones internas. En la banda la política fue un aliciente fundamental, con letras progresistas y de denuncia social que incluso recordarían la Guerra Civil Española (‘Spanish bombs’).

Especialmente politizado estuvo Joe Strummer (que se iba a España a reflexionar en cuanto podía, su lugar de descanso), también Mick Jones; ambos le dieron un carácter diferencial frente al caos nihilista que era el punk británico. Otra frontera que les separó y encumbró fue su complejidad musical, su estilo mestizo y ambicioso en las antípodas de los Ramones, quizás demasiado simples en el fondo a pesar de su sinceridad. A principios de los años 80 ya habían triunfado en EEUU y en el filo entre ambas décadas ya habían publicado una de las piedras fundamentales de la música del siglo XX, ‘London calling…’, catalogado como uno de los diez mejores álbumes de la historia de la música no clásica.

Después de eso, el consabido soniquete de las bandas: tocan y el cielo y se disuelven. Tras la publicación de ‘Combat rock’ en 1982 el grupo se disgregó lentamente como un azucarillo. El primero en salir fue el batería Topper Headon, y luego Strummer y Mick Jones se pelearon por culpa del manager de entonces, Bernie Rhodes, un Mefistófeles que logró el “divide y vencerás” en estado puro. El cansancio, la presión del éxito, la incompatibilidad del espíritu proletario y la riqueza, los viajes… en el 83 la banda ya era un caos interno a pesar del récord del concierto de San Bernardino (California) ante medio millón de personas. Fue el penúltimo show antes del decadente ‘Cut the crap’ (1985) en el que Rhodes metió la mano y destrozó hasta dejarlo convertido en un disco digno de fusilamiento al amanecer. Sin libertad y fuerzas, peleado día sí y día también con Rhodes, Joe Strummer bajó el telón y sin él ya no hubo banda. C’est fini.

The Clash Sound System Box Set

La banda recupera todos sus sencillos y trabajos discográficos para el inmenso ‘The Clash Sound System Box Set’, una caja con forma de equipo de música de los 80 que incluye un doble disco con todo lo que hay que escuchar de la banda. La recopilación incluye ‘The Clash Hits Back’, 42 canciones en la versión deluxe que son las que tocó la banda en 1982 en un célebre concierto en Brixton. Así pues todo es mímesis en este box set. Además incluye los cinco álbumes de estudio oficiales: ‘The Clash’ (1977), ‘Give ‘Em Enough Rope’ (1978), ‘London Calling’ (1979), ‘Sandinista!’ (1980) y ‘Combat Rock’ (1982). Más: tres discos de demos, singles sueltos y un DVD con todos los vídeos del grupo y cortes y material audiovisual de la banda que todavía no había visto la luz. Más todavía: posters, pegatinas, chapas, fanzines… para fans de verdad. Precio total: tiemblen, 130 euros, 80 euros si se compra por iTunes. El listado ‘The Clash Hits Back’ está a la venta por 9,99 euros en iTunes y Amazon.