Un ensayo no es una novela, ni un cómodo libro de relatos que puedas dosificar como píldoras. Las novelas atrapan con valles y cimas, a veces más lentas, otras más rápidas. Pero permiten despegarse y seguir. Aquí van tres recomendaciones recientes: ‘La Edad de la Penumbra’ (Catherine Nixey), ‘Breves respuestas a las grandes preguntas’ (Stephen Hawking) y ‘Biografía de la Humanidad’ (José Antonio Marina y Javier Rimbaud).
IMÁGENES: Taurus / Crítica / Ariel
Un ensayo es mucho más complejo, requiere más atención, dedicación y en ocasiones, si el lector es diligente, tomar notas en los márgenes, doblar las esquinas de las páginas para acordarse de dónde estaba esa frase o reflexión. Incluso, si el lector es además metódico, poner un post-it sobre la página. Son las mayores construcciones literarias que existen: viajan en paralelo a la novela (tienen presentación, nudo y desenlace) pero no son lo mismo, ya que requieren postular ideas, argumentarlas coherentemente y luego exponerlas de forma definitiva. Enseñan. No vuelan sobre la imaginación y los sentimientos, apelan a la razón. Quizás por eso sean tan importantes.
Para estos dos meses hemos elegido tres muy diferentes, publicados entre 2018 y este 2019, en ocasiones con nuevas ediciones por el éxito de ventas (como los de Stephen Hawking y Catherine Nixey) pero al mismo tiempo conectados entre sí para estos dos meses, desde cómo la Edad Media cristiana modeló y mutiló el legado de la Antigüedad a la historia personal de una especie desde un punto de vista cultural, pasando por el mejor divulgador científico en décadas, desde Carl Sagan, y que tristemente nos dejó en 2018, no sin antes dejar preparado su último libro. Compren post-it, puede que los necesiten.
1 – ‘La Edad de la Penumbra’ (Catherine Nixey – Taurus)
Occidente se ha construido con la Razón y muchos mitos. En ocasiones hay más de lo segundo que de lo primero. El ‘logos’ y el ‘mythos’ que definió la dualidad de los griegos, y con éste el nacimiento de la filosofía y la ciencia. Grecia y Roma fueron las piernas sobre las que se levantó Occidente. Hasta que fueron engullidas por el cristianismo. Entonces nacieron otros mitos benévolos, como que el conocimiento de los “buenos y sabios paganos” fue protegido y atesorado en los monasterios y las bibliotecas de la Iglesia. El ensayo ‘La Edad de la Penumbra’ de Catherine Nixey demuestra que fue eso, un mito, y que en realidad el cristianismo, que había heredado los usos, costumbres y métodos de la organización romana, inició un largo proceso de selección, mutilación y olvido de todo detalle del conocimiento antiguo que pudiera ser problemático. Esto es, que la Antigüedad que nos ha llegado es en realidad la versión que quiso el cristianismo organizado, el de los altares. Luego, con el tiempo, salió a la luz parte de lo que se había perdido accidental o deliberadamente. Pero ya era tarde.
Elegido como uno de los mejores libros de 2017 en el mundo anglosajón, hijo de esa prolífica tradición de divulgación historicista y cultural de los británicos, mezcla narración pedagógica con una extensa documentación histórica. La tesis hace daño porque la verdad siempre tiene ese efecto, desvela las benévolas mentiras que nuestras culturas cuentan para salvar la cara de decisiones arbitrarias basadas en dogmas irracionales. Es la consagración de ese discurso alternativo cimentado en los hechos y racionalista (pero también emotivo, por la trágica pérdida artística y cultural) que explica que los siglos no fueron como nos contaron, o por lo menos no en parte. ‘La Edad de la Penumbra’ hace honor a su título, la narración de cómo una religión militante que se saltaba sus propias normas (“al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios”, pero siempre metiendo la mano en el trono) sometió a una destrucción deliberada las enseñanzas del mundo clásico para construir la “única Fe verdadera”, el discurso único alrededor del que todos debíamos orbitar.
Nixey relata que todo fue motivado por la necesidad de legitimar por saturación al cristianismo; el Imperio Romano había construido templos múltiples para todos los dioses de sus súbditos (como el Pantheon de Roma, irónicamente reconvertido en iglesia después) en un acto de tolerancia que no sólo era ideológica, sino también para evitar conflictos. Pero cuando Constantino convirtió al cristianismo en la religión oficial, los fieles demostraron que no querían competidores, alentados por la propia Iglesia, que se mimetizó con el aparato estatal romano hasta el punto de copiar cargos, administración y estructura. Hubo una deliberada destrucción de templos y obras de arte, quema de libros, asesinatos programados… una limpieza religiosa y cultural en toda regla sepultada por siglos de altar único. No es nuevo: la caída de Roma fue una tragedia descomunal, nunca superada. La diferencia es que casi 1.600 años después ya podemos calibrar los efectos, y la mutilación de esa penumbra.
2 – ‘Breves respuestas a las grandes preguntas’ (Stephen Hawking – Crítica)
La divulgación científica es tan importante y vital hoy que incluso los gobiernos se gastan el dinero en ella. Algunos más, otros menos. Pero mantienen una necesaria actitud pedagógica porque (por si no lo saben) vivimos en medio del mayor salto tecnológico de la historia de nuestra especie. Nuestra civilización ya no es artística, literaria o religiosa, es científica, técnica y filosófica. A pesar de que muchos no lo ven, pero figuras como Carl Sagan o Stephen Hawking (1942-2018) fueron y son imprescindibles. El primero fue un buen teórico y un grandioso divulgador. El segundo resulto ser grande en ambos lados. Un físico de primera línea (ocupó la cátedra Lucasiana de Matemáticas en Cambridge, la misma que había ocupado Newton), ejemplo humano en su lucha contra el ELA, que supuestamente le iba a matar en dos años pero que aguantó otros 40 más como uno de los faros de la inteligencia humana.
Y como toda persona inteligente, supo encontrar el tono discursivo con astucia, lenguaje comprensible y mucho humor. La muerte sin embargo le pilló en la fase final de la enfermedad, cuando apenas podía mover ya los ojos y párpados, trabajando en un último libro que combinaba todas las preguntas fundamentales sobre el universo que le planteaban alumnos y anónimos. Un gran libro definitivo. Tuvo tiempo de estructurarlo y dejarlo listo. En ‘Breves respuestas a las grandes preguntas’ Hawking mezclaba su conocimiento sobre física teórica y experimental, astrofísica y filosofía a la propia experiencia de la Humanidad, sus desafíos reales y hacia donde nos dirigimos, para bien o para mal. No es el único libro que demostró la capacidad del británico para la divulgación: pese a sus enormes limitaciones físicas escribió docenas de artículos y libros ya clásicos como ‘Historia del tiempo. Del Big Bang a los agujeros negros’ (Crítica, 1988), ‘El universo en una cáscara de nuez’ (Crítica, 2002), ‘A hombros de gigantes. Las grandes obras de la Física y la Astronomía’ (Crítica 2003), ‘Dios creó los números. Los descubrimientos matemáticos que cambiaron la Historia’ (Crítica 2006) y ‘La gran ilusión. Las grandes obras de Albert Einstein’ (Crítica, 2008).
La base del libro es la compilación, no se trata de un texto estructurado de principio a fin, sino por segmentos diferenciados, por preguntas y respuestas, que tratan de rellenar los huecos finales (más allá de la ciencia incluso) de conocimiento que todos sus otros libros no completaron, o bien que necesitaba explicar de otro modo. Hawking sabía que se acercaba el final e intentó crear un texto final al margen de lo que pudiera hacer más adelante. Pero siempre con la mente puesta en la divulgación, imprescindible en una civilización de presupuestos técnicos que cuestiona incluso a la ciencia a pesar de ser la única forma de conocimiento que dar respuestas contrastadas.
3 – ‘Biografía de la Humanidad’ (José Antonio Marina y Javier Rimbaud – Ariel)
Todo aquel que haya estudiado filosofía en España habrá leído a José Antonio Marina, bien como introducción, como apoyo o por sus obras teóricas. Ha dedicado toda su vida a la construcción de una teoría sobre la inteligencia humana que parte de los presupuestos biológicos para culminar en la ética; en su visión, la inteligencia no puede ser una mera herramienta para alcanzar conocimiento, sino que tiene una función esencial para alcanzar la felicidad y la dignidad moral. Marina lo ha abarcado todo, desde la religión al propio lenguaje. Decenas de libros, pero ahora con esta particular biografía de la especie quiere ir un poco más allá. Para Marina somos un híbrido de biología y cultura, estructura física y superestructura abstracta simbólica basada en el lenguaje y las ideas cimentadas por éste. Esta ‘Biografía de la Humanidad’ no es un libro sobre biología, genética o naturaleza, es la historia de cómo evolucionamos culturalmente desde lo más primitivo hasta nuestra capacidad para enviar máquinas hasta los confines del Sistema Solar.
Marina, en colaboración con Javier Rimbaud, explora el arte, la política, la religión, la emotividad humana, la sociedad y la tecnología derivada de la ciencia y la lógica instrumental. Es un viaje sobre la capacidad humana para crear. Una memoria cultural en la que el lector cabalga miles de años; una retrospectiva de cómo nuestra especie, mucho más práctica de lo que se podría pensar, sobrevive usando su ingenio para escapar de la propia naturaleza, crea su propio ecosistema específico (las ciudades, las sociedades organizadas), modifica el escenario y busca una convivencia fructífera, que pasa siempre por la ausencia de conflicto y un modo de vida progresivamente más ético. Pero la propia Historia demuestra que ese mundo paralelo al natural es muy frágil y siempre tiende a romperse por la tensión interna de las sociedades humanas. De la misma manera que la realidad biológica evoluciona a partir de pequeña mutaciones aleatorias que pasan de una generación a otra, en un proceso de ensayo y error para poder adaptarse mejor, la realidad cultural humana también evolucionó (y aún lo hace) con los mismos parámetros.
Cada sociedad ha resuelto esos conflictos de una manera diferente, ha inventado y desarrollado medios y soluciones particulares, o universales, a cada problema. Los sucesivos saltos culturales cubrían cada necesidad, desde el alimento (con la agricultura, la ganadería o la pesca) hasta la organización (el nacimiento de los estados y la escritura), la conservación y difusión del conocimiento acumulado… cada acto creativo obedecía a una necesidad puntual, incluso el arte como medio de comunicación de valores, símbolos o expresiones que definían a una propia cultura frente a las otras. El propio Marina también avisa de que todo eso es terriblemente precario y puede venirse debajo de forma más rápida de lo que imaginamos. El ensayo pone en valor y en el contexto de su propio escenario, cada salto y fase de esa particular biografía humana que siempre ha sido colectiva, no de unas culturas sobre otras.