La Semana Negra de 2012 tuvo su primer gran punto de éxito de masas con la llegada de Ana María Matute a la Carpa de Encuentros, donde dialogó con el también escritor José Manuel Fajardo sobre literatura, vida y fantasía.
No había un esquema previo, salvo el loor de multitudes que la acunó con cariño durante la larga hora en la que estuvo en el estrado. En silla de ruedas, anciana pero increíblemente lúcida y, como diría un castizo, “más lista que una tea”. Sabe manejar muy bien los tiempos, con una vocecita que volvió locos a los de sonido.
“Yo soy una apasionada de la novela negra. La descubrí tarde. Pero reaccioné pensando en lo mucho que me gustaba, y en lo pútrido que podía ser el que dijo que era un género menor. Una calidad extraordinaria. No hay nada más apasionante que la vida. Ahí está la novela negra” dijo para arrancar su diálogo con Fajardo, que la conoce bien y sabe dónde picar para que ella desenrolle su intelecto.
Ana María Matute
“¿Hay algo más fantástico que un hombre o una mujer? No sólo come y folla, con perdón, sino que además sueña, y eso es fantástico, eso no lo hace ningún ser vivo salvo el hombre. Las plantas, que yo sepa no sueñan, los perros tienen sueños patéticos y ladran, pero el ser humano es el único que tiene fantasía, que se levante de sí mismo y es más que él mismo. Eso es el ser humano” añadió. Un humanismo ligado a la épica, a la fantasía, a la capacidad de soñar, porque cuando sueña el ser humano “humano va mucho más allá de sí mismo, porque tiene muchas más capacidades. Que tiene un poder mágico, increíble, maravilloso”.
Fajardo la picó: “llevas soñando despierta casi 70 años”. “Soñando y expresando”, contestó. Habló de las mujeres, a veces “las peores enemigas” de sí mismas, y más en su época, en tiempos muy difíciles. “Yo notaba la diferencia que había entre la educación de los niños y las niñas. Recuerdo a mi padre decirnos que cuando fuéramos mayores no iríamos solas nunca. ¿Y por qué no? Yo no quiero ser una señora”, añadió, a modo de reacción ante un mundo oscuro y cruel, y en el que hay que inventar, soñar, fantasear.
Fajardo le dijo que a pesar de la oscuridad de sus temas había en sus textos muy poca crueldad, más bien ninguna. “Pienso que eso es ser escritor, hacer eso. Explicar la crueldad pero no ser cruel explicándola. Para eso hemos nacido. Si no, fuera. La novela negra cumple mucho con esos requisitos. Es la novela completa, porque además no tiene miedo a decir la gran verdad. Pero lo hace con una gran claridad de expresión”, contestó.
Rememoró su infancia una y otra vez, como una llave para entenderla, una infancia marcada por la guerra civil española y por todo el dolor de una dictadura, y el miedo previo de la guerra. Y lo relacionó con el tema de la Estepa, también una figura geográfica en su literatura. “La estepa. Cómo me gusta y el miedo que me da a mí. Quiero saber por qué me da miedo. El por qué del odio. Cuando era pequeña había gente que odiaba a otra, y yo pensaba, por qué. Odiaban gratuitamente, porque sí. La estepa es parecido, me da miedo porque sí, porque quiere dominar el mundo. La gente que quiere dominar el mundo siempre es salvaje”.
Fajardo y Matute en la Semana Negra
Sobre la violencia: “Soy una abuela apacible, tranquila. Pero no te fíes de las apariencias. Soy la menos agresiva, violenta del mundo. Aunque a veces he de reconocer que me dan ganas de arrear un par de bofetadas. Creo que nunca he abofeteado a nadie, a mi hijo tampoco. Una vez quise hacerlo y se lo dije, intenté darle una patada y él me cogió del pie y me llevó por el pasillo cogida del pie. He tenido siempre la convicción de que pegar, la violencia y la guerra no sirven para nada más que para empeorar las cosas”.
Sobre el amor a los libros, como ‘Olvidado rey Gudú’: “Yo lo pasé genial. Es ese libro que quieres escribir desde que eres pequeña. Crece dentro de ti hasta que llega un momento en el que sale por los ojos y lo escribes. Todos los libros se quedan peldaños por debajo de lo que ansías, pero vamos, no me quejo. Sí, echo de menos ese mundo. Pero afortunadamente, ese libro se sigue vendiendo, la gente lo sigue leyendo, pero muchas veces pienso… como le dije una vez a mi marido, al bueno, esta mañana me he dado cuenta de que ese mundo no existe. Y me dijo, mientras tú vivas existirá. Y eso me consoló mucho. Es verdad que se siente un vacío muy grande, porque para mí, por ejemplo, está más vivo el rey Gudú que mi tía Pepita…, que vive, por cierto”.
Sobre la fantasía: “Ver cosas fantásticas en todas partes no tiene nada que ver con estar ido. Son cosas que van unidas y uno no se explica por qué. El mundo sin escritores sería un mundo peor. Sin libros, sin grandes libros. Yo no puedo imaginar un mundo sin los hermanos Karamazov. No imagino un mundo que no se pueda imaginar escribir eso. Te puedo hablar de un libro que leí cuando no era tan niña. Alicia en el país de las maravillas. Dije, por fin, un libro que realmente me da la razón en ciertas cosas, y por supuesto todos los cuentos de Andersen, aunque él es otra cosa. Es algo más complejo de lo que yo hago. Alicia es lo que a mí me pasa a solas”.