Narrador, ensayista, crítico, historiador, gestor cultural, profesor: es Fernando Iwasaki (Lima, 1961), cuya capacidad de trabajo intelectual va parejo a su origen mestizo, peruano de origen japonés enamorado de Sevilla, tanto como para convertirla en su nueva patria. Se ha convertido en uno de los nombres habituales de las letras españolas, o en español, sin fronteras regionales ni de formatos, demostrando una voz muy personal que bebe tanto de la Historia como de su fértil imaginación. Un escritor como la copa de un pino.

Por Luis Cadenas Borges (Entrevista publicada en el número 14 de El Corso)

Últimamente ser peruano está de moda por obra y gracia de don Mario. Ya que ha podido estar cerca del maestro, ¿es cierto que todo se pega?

Ojalá fuera así, porque entonces no sólo a mí, sino a cualquiera se le podrían pegar las virtudes de otros. No obstante, lo que sí es cierto es que la amistad de algunas personas se convierte en un estímulo y en una poderosa fuente de autoexigencia.

Es usted mente inquieta. Toca tantos formatos que es lógica una pregunta así: ¿se lo pide el cuerpo o es una técnica para poder vivir de este difícil oficio de escribir?

Aunque me haría ilusión que pueda tratarse de una inquietud individual, debo añadir que quienes nacimos en países tercermundistas estamos más que acostumbrados a hacer de todo y al mismo tiempo, ya que de lo contrario no llegaríamos a fin de mes. En realidad, trabajo a destajo desde los 16 años y he visto a mi padre hacer lo mismo, lo mismo que a mis profesores de colegio e incluso a los universitarios. Tuve un profesor de inglés que por las tardes era locutor de radio y por las noches boletero de un cine, así como un profesor universitario de filosofía que hacía taxi camino de su casa. Por lo tanto, lo mío no tiene ningún mérito.

Toca dos mundos, Europa y América. ¿El intercambio es tan fluido como dicen o España ha terminado por vivir de espaldas a su pasado?

¡Y Asia! No nos olvidemos de Asia. Lo que ocurre en este momento histórico es que por primera vez en los 200 años que llevamos después de la Independencia, los países latinoamericanos vemos a España como antes veíamos a Francia o Estados Unidos. Es decir, como un país moderno, admirable y con una vida artística y literaria que fascina a la mayoría de creadores latinoamericanos. España no ha cambiado su visión de América Latina, pero la visión de España desde nuestros países, sí.

Un gran amigo mío también es hijo de un militar peruano, y también es hombre de artes. ¿Reacción natural o nada que ver?

Quizá ambos buscamos fuera de casa lo que no encontrábamos dentro. Nuestros padres nos dieron los medios suficientes y necesarios para elegir nuestros propios caminos y actuamos en consecuencia. Podríamos haber sido también militares, tal como muchos hijos de notarios, dentistas, domadores o toreros perseveran en las carreras de sus padres, pero a ellos nadie les pregunta nunca nada semejante.

¿Cómo fue la revisión de los textos de Poe con Volpi? ¿Intentaron darle otro aire distinto, si puede decirse incluso, latinoamericano? ¿o es una tontería preguntarlo?

La mitad de los comentaristas de cada uno de los cuentos de Poe traducidos por Cortázar fueron escritores españoles, así que lo que deseábamos darle a la edición de Páginas de Espuma era el soniquete de nuestra lengua, con sus distintas variantes y matices. Creo que la edición es maravillosa por eso: porque cada uno de los 67 cuentos es prologado por un escritor de habla hispana nacido después de 1960. Y si a esos autores sumamos los prólogos de Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, resulta que somos 69 escritores de lengua española comentando a un autor de habla inglesa. Y el 69 es un número estupendo con cualquier lengua.

¿El humor forma parte de su trabajo tanto como de su vida personal?

Sí, me río muchísimo con mis compañeros de trabajo, que son tanto artistas flamencos como escritores, así aprendo de ambos extremos. Ahora bien, en casa me tengo que reír solo porque mi sentido del humor no lo comparte nadie.

¿Para qué sirve un premio literario? ¿Pagan hipotecas o sólo es un brindis al sol?

Hay dos tipos de premios. Los premios del Grand Slam Literario -que sí sirven para pagar hipotecas- y los que Roberto Bolaño bautizó como Premios Búfalo, que al menos sirven para llegar a fin de mes. Pero no nos engañemos, ninguno de los dos asegura la posteridad de nadie. Los premios pueden ser importantes para la historia de la literatura, pero absolutamente  insignificantes para la literatura, a secas.

¿La Historia, con mayúscula, es su motor intelectual?

Para seguir con el símil automovilístico, diría que más bien la dirección asistida.

¿Sería capaz de resumir qué es Perú en una frase?

La tierra de mis padres.

¿Y Sevilla?

La tierra de mis hijos.

Empezó contando su vida amorosa, sin tapujos. ¿Qué es mejor: sobredosis de sexo, sobredosis de literatura, sobredosis de arte o vivir intentando ser equilibrado?

Teniendo en cuenta que soy un producto intelectual de las ideas de los 70, cuando se pensaba que todo era arte, dejémoslo en sobredosis de arte.

Parece usted un personaje novelesco: peruano de origen japonés que vive en Sevilla, escribiendo y trabajando en el arte flamenco andaluz. ¿Está de acuerdo?

Más que un personaje novelesco sería de manga o serie anime, pues para ser novelesco habría que agregar que soy hincha del Betis. Un hincha del Barça o del Real Madrid podría ser personaje de una película porno, pero nunca un héroe novelesco. Los del Betis y los del Atlético sí.

¿El mestizaje a todos los niveles es el sello de estos tiempos?

Los sellos son algo muy anticuado. El mestizaje es el vídeoclip de nuestra era, con Obama como gran símbolo del nuevo orden mutante. Pero ojo, que los mestizajes vienen de muy atrás.

Una pregunta que también le hice a otra escritora salida del periodismo: ¿es un oficio que mata el verbo o sólo lo depura?

Borges decía que el periodismo es una carrera donde se escribe mucho pero se lee muy poco. Por eso mismo, César González Ruano escribió: “Por favor, no le digas a mi madre que soy periodista, porque ella cree que toco el piano en una casa de putas”.

¿Es cierto que el relato corto o el cuento exigen mucho más que una novela? ¿que tiene que ser más perfecto?

Un cuento de Borges, Cortázar, Saki o Hemingway, sin duda. Pero una novela de Faulkner, Tolstoi, Vargas Llosa o Umberto Eco también. No me parece correcto hacerle publicidad a lo que escribo utilizando a un genio como anuncio.

La penúltima: en serio, con sinceridad, ¿qué le hubiera gustado ser de verdad?

Músico. Me habría encantado que mi vocación musical hubiera gozado del tiempo, la preparación y los estudios que sí le dediqué a mi vocación humanista. Y conste que cuando hablo de música no pienso en teatros y conciertos, sino en garitos y bodas, bautizos y comuniones.

Y la última: es un lector voraz, así que le pido que me cite un libro que pueda cambiarme la vida. Esa respuesta está en función del sexo, la edad y el estado civil del lector. Y a manera de ejemplo, sugiero títulos pensando en sus amigas lectoras y esperando que triunfe:

Si su amiga es soltera entre 20 y 30, El libro de arena de Borges. Si su amiga es soltera entre 30 y 40, El libro de los amores ridículos de Kundera.

Si su amiga es soltera entre 40 y 50, Las Sonatas de Valle-Inclán. Si su amiga es casada entre 30 y 40, Arráncame la vida de Ángeles Mastretta.

Si su amiga es casada entre 40 y 50, El último encuentro de Sándor Márai. Si su amiga es divorciada entre 30 y 40, Terapia de David Lodge. Si su amiga es divorciada entre 40 y 50, Amor conyugal de Alberto Moravia.