Pequeños viajes para una gran crisis; los destinos rurales para un fin de semana son una buena forma de escapar de la vida diaria y de aprender, de formar parte de la visión de un país. En El Corso seleccionamos unos cuantos y empezamos con La Moraña, donde ornitología y arte mudéjar se dan la mano.
En el norte de Ávila se hace hueco una comarca que por su nombre y lo que ha quedado de su historia, bien merece atención, por cercanía y porque buena parte del arte mudéjar del oriente salmantino surgió de esta “tierra de moros” que le dio nombre. La Moraña, a partir del pueblo de Arévalo, es tierra de trigo, girasol, de colores dorados que se tornan grises y ocres con el invierno. Por su importancia ornitológica está en pleno corazón de la ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) de “Tierra de Campiñas”, una de las más grandes de Europa, por su riqueza en aves esteparias como la avutarda, que ha encontrado en la zona una de las mejores regiones para anidar y vivir. Los dos grandes atractivos de La Moraña son el paisaje llano y cerealista, la gran marca visual que se combina con el segundo interés, la arquitectura.
Una va pareja a la otra, como hemos explicado, una tierra de decenas de pueblos, algunos de ellos separados apenas por cinco kilómetros de distancia y cada uno con su propio tesoro mudéjar esperando al visitante. Una ruta para tener en cuenta, siempre con Arévalo como epicentro, un viaje al corazón mismo de la llanura donde surgió un arte y donde se refugia esa particular naturaleza del secano y la tranquilidad. Tres buenos representantes de este estilo morañés son los templos de San Nicolás de Bari en Madrigal de las Altas Torres, la ermita de La Lugareja en Arévalo, y las iglesias parroquiales de Donvidas, Narros del Castillo, Horcajo de las Torres y Palacios Rubios. Es pues tierra de mudayyines, de aquellos mudéjares sometidos a la ley cristiana, para la que trabajaron.
Pueblos de ladrillo que es la gran ventana al pasado árabe al norte del Sistema Central, una zona más llana que el bastión almenado que da nombre a la provincia y que durante toda la Edad Media fue poblada por musulmanes y de donde surgió con fuerza el estilo que ha impregnado muchos pueblos de la Meseta. En La Moraña no sólo se ha cultivado el cereal, sino también construcciones menospreciadas, impuestas por la naturaleza del suelo, a medio camino entre el mundo cristiano y el mundo árabe que bebía de la arquitectura del Magreb, Egipto y Oriente Medio, que daban otro estilo bien diferente basado en un ladrillo creado por los romanos y perfeccionado por los árabes.
Los mudéjares usaron, sobre todo, materiales diferentes a los del establecido arte gótico: ladrillos, vidrios, yeso y madera. No sólo eran más baratos, lo que alcanzaba a los fondos de quien encargaba edificios en aquellas comarcas que no eran tan ricas, sino que los materiales eran más maleables para el artesano. El ladrillo creó arquillos, rombos o espigas en llamativos juegos de luces y sombras. Arte práctico donde los haya, el mudéjar curvó los lados de los ladrillos para imitar las molduras en las que se labraba la piedra. Y a partir de ahí, una larga lista de recursos decorativos.
Frente a los sillares catedralicios, las iglesias, seos, artesonados y casas señoriales más livianas y de color crema u ocre. Fueron esos mudayyan, los llamados “moros sometidos”, los que se encargaron, viviendo muchos de ellos en La Moraña, de levantar la arquitectura. Un ejemplo, en el pueblo de Solana, fueron los hermanos Alí y Juçafe Leytun los encargados de construir la iglesia. Bajo tales premisas, surgieron, templos, murallas, torreones, arcos, conventos, castillos… un arte variado que, hacia el sur, no traspasa la línea marcada por Narros del Castillo, Fontiveros, Costanzana y Adanero. Pero, hacia oriente, se interna en Segovia, por Martín Muñoz de las Posadas; hacia el norte, en Valladolid, por Olmedo, Muriel y Medina del Campo; y, hacia occidente en Salamanca.
No todo es arte: los campos de La Moraña son el hogar de las avutardas y otras especies de aves que hacen de la zona atractiva para ornitólogos
Detalle de Arévalo: sobre estas líneas, el centro de la villa con la Iglesia de Santa María la Mayor, en la imagen inferior ya en primer plano