‘1898. Los últimos de Filipinas’ empezará a rodarse en breve entre África y Canarias con Luis Tosar, Karra Elejalde y Javier Gutiérrez, un filme sobre el gran absurdo heroico de los rescoldos de un imperio ya agonizante.
No hace tanto la serie ‘El Ministerio del Tiempo’ dedicaba un doble capítulo a aquellos resistentes españoles que estuvieron un año encerrados en una iglesia y un fortín en el corazón de Filipinas (en Baler, el corazón de la isla de Luzón), atacados por los antiguos colonizados con apoyo del Ejército de EEUU. Fue un recordatorio, bien rodado y con cierto gancho, de un episodio de tozuda y pírrica resistencia de un puñado de soldados y oficiales sin apenas comida, enfermos y con munición escasa. No sólo no se dieron por vencidos, sino que además no creyeron ningún mensaje que enemigos o propios enviaran para rendirles. Sólo cuando vieron un periódico español con noticias que ningún filipino podría haber inventado creyeron que, en efecto, el imperio se había acabado.
Con este trasfondo de lucha colonial, fin de una época, decadencia, sangre y sacrificio inútil (ningún soldado recibió ayuda o pensión alguna, sólo uno de los oficiales, que luego sería uno de los sublevados fieles a Franco en la Guerra Civil), se creará este filme que describe precisamente ese asedio en el pueblo de Baler durante 337 días. El productor es Enrique Cerezo, que ha puesto seis millones de euros para un proyecto que además de Tosar, Gutiérrez y Elejalde (tres flamantes Premios Goya) contará con Álvaro Cervantes, Carlos Hipólito, Eduard Fernández, Ricardo Gómez, Miguel Herrán, Patrick Criado, Emilio Palacios y Alexandra Masangkay. Todos dirigidos por Salvador Calvo, que debuta en un largometraje sobre un guión del cubano Alejandro Hernández.
Evidentemente no puede ser ni un remake de la vieja película de 1945, rodada para mayor gloria del franquismo, y sí que será algo parecido a lo que hicieron en ‘El Ministerio del Tiempo’, una radiografía de una vieja forma de hacer las cosas, la caída de un mundo que ya era injusto y absurdo incluso cuando estaba en su apogeo. Se centrará sobre todo en las consecuencias de esos conflictos bélicos, en la población nativa, en los soldados (tratados como carne de cañón) y en la propia Historia de España como espejo del fracaso nacional.
Escena de la última producción sobre la Guerra de Filipinas, uno de los episodios de ‘El Ministerio del Tiempo’
Curiosamente la guerra irracional en entornos hostiles como las selvas de Filipinas son conocidas por el guionista, Hernández, que fue soldado cubano durante la intervención de su país en Angola en el último cuarto de siglo XX. No busquen romanticismo en la película, tampoco una épica digna, sino más bien un heroísmo de resistencia y de amor propio a pesar de las terribles heridas y consecuencias de aquella guerra. El patriotismo tendrán que buscarlo en algún otro lugar. El rodaje será en Guinea Ecuatorial, donde el entorno selvático tendrá un peso decisivo, pero no central: lo que importa será el perfil psicológico de los soldados y sus complicadas relaciones internas, que incluye, siguiendo la propia historia real, deserciones, un juicio militar y una ejecución sumaria en medio de aquel total absurdo.
Para darle más encaje dramático algunos de los personajes serán ficticios, sin conexión alguna con la gente real que estuvo en Baler, y los reales, en ocasiones serán dramatizados en exceso para darles más peso en la historia. Un buen ejemplo será el soldado que interpretará Álvaro Cervantes, que servirá de “embudo psicológico” al aglutinar el perfil perfecto de lo que era un soldado en aquella época. El proyecto cuenta con asesores históricos que no han permitido que el relato histórico “se desmadre en exceso”. La intención es crear un relato que pueda ser comprendido por el espectador actual dentro de los parámetros sociales presentes, que son totalmente pacíficos y sin querencia por la guerra y el enfrentamiento. Los tiempos cambian, y lo que fue definido como un acto de heroísmo absoluto en otros tiempos ahora será un ejemplo del absurdo de la guerra, de gente “consumiéndose porque su patria se ha olvidad de ellos”, en palabras de Karra Elejalde.