Dos volúmenes ha tenido que publicar la editorial Satori para poder reunir el matrimonio desbordante entre la imaginación del dibujante y guionista Shigeru Mizuki y la mitología japonesa tradicional, de una fantasía sin límites y el horno donde se han cocido muchos de los manga japoneses.
La ‘Enciclopedia Yokai’, creada por el gran Shigeru Mizuki, es por derecho propio la obra de referencia sobre los seres sobrenaturales del folclore japonés, una monumental reunión entre lo que Mizuki utilizó para sus obras de manga (un éxito asegurado en Japón y un descubrimiento para los lectores de otras culturas) y la tradición milenaria de un país que vivió aislado durante siglos, el tiempo necesario para incubar una mitología en las antípodas de lo que un occidental podría imaginar. En sus 895 entradas ordenadas alfabéticamente, Mizuki describe e ilustra con su estilo inconfundible cientos de esas extrañas criaturas llamadas yōkai que tanto han fascinado a los japoneses durante años. Los dos volúmenes van de la A a la M y de la N a la Z por el desmedido tamaño del mismo.
El origen de esta mitología tan particular está en el trasfondo animista del sintoísmo, que no deja de ser una religión ecléctica que une tradicionales milenarias llegadas desde la prehistoria con influencias budistas, coreanas y chinas. Cuenta la tradición que Japón es el país de los mil dioses porque todo ser, animado o inanimado (animales, plantas, herramientas, casas, montañas, el viento… todo) tiene un alma que trasciende. Eso explicaría por qué en la tradición nipona incluso las espadas son tratadas como seres en sí mismos, o por qué las herramientas de un hogar pueden albergar divinidad. Esta particular teología animista (aún presente en Japón) crea un “mithos” espectacular e inabarcable, donde se mezclan dioses tutelares benignos con una legión de demonios de todo tipo y condición. El paso del mundo real a los infiernos es muy leve: esta dualidad da paso a la popular literatura de fantasmas del archipiélago japonés que todavía más famosa incluso que esa misma mitología. La figura del fantasma o el alma errante entre mundos es casi un cliché cultural.
La pasión por la etnología y la fascinación por los seres sobrenaturales que acompañaron a Shigeru Mizuki durante toda su vida le dieron el rango de referente en su país; nadie sabía más del profundo mito nipón como él, esa extraña coctelera de sintoísmo (la religión tradicional japonesa, derivada de influencias de Extremo Oriente y la herencia de la prehistoria isleña), budismo y siglos de aislamiento cultural. Mizuki creó esta obra, publicada ya en dos volúmenes, como acompañamiento a sus manga (en especial la saga ‘Kitaro’), y sobre todo como un acto de pedagogía hacia sus propios compatriotas o quien quisiera leerles. Antropología, etnografía, cultura y manga, todo mezclado en un universo propio donde la ilustración es fundamental (todo firma de Mizuki) y el humor acompaña en cada una de las entradas.
El dibujante manco
Basta un pequeño detalle vital para darse cuenta de cómo fue la vida y la particular carrera artística de Shigeru Mizuki (1922-2015): era manco. Perdió el brazo durante la Segunda Guerra Mundial, en la que luchó en las filas del Ejército Imperial japonés. Con apenas veinte años es enrolado en el ejército japonés y enviado a la jungla de Nueva Guinea, en donde vivirá una auténtica pesadilla: contrae la malaria, asiste a la muerte de la mayor parte de sus compañeros y pierde el brazo izquierdo en un bombardeo. En 1957, tras una vida ya demasiado rica en recuerdos y heridas, inicia su carrera como autor de manga, convirtiéndose en uno de los grandes narradores de historias de su país. A lo largo de toda su obra, Mizuki no dejó de mostrar su profunda comprensión del alma humana y la empatía que siempre sintió por todas las formas de vida. Falleció en noviembre de 2015. La editorial Astiberri ha publicado ya los seis volúmenes que conforman esta autobiografía en blanco y negro.
Entre el lirismo, el cómic y la confesión, Mizuki traza el camino vital de un superviviente nato que con una sola mano y mucho ingenio fue capaz de ser un verdadero autor de culto en Japón gracias a obras como ‘NonNonBa’, ‘Operación Muerte’ o ‘Kitaro’. Shigeru Mizuki ha ganado el premio al mejor álbum en el Salón Internacional del Cómic de Angoulême 2007 por la citada ‘NonNonBa’, y el premio Esencial Patrimonio de la edición 2009 del citado salón galo, por ‘Operación Muerte’. También fue autor de la novela gráfica ‘Hitler’, sobre el ascenso, locura y caída del dictador nazi, de gran éxito en Europa.
Perteneció a una generación que por convicción nacional u obligado terminó luchando contra el mismo Occidente al que seduciría décadas más tarde con sus obras, de un trazo y estilo muy japonés pero impregnados de una carga visual y surrealista en ocasiones que le entroncan con los autores europeos. Es otro ejemplo de creador asiático que al abrirse al mundo termina por asimilar muchas otras obras, una repetición de Miyazaki, creador de ‘El viaje de Chihiro’ y que confesó su fascinación con el universo visual y simbólico occidental. En esta serie aborda su autobiografía desde su infancia hasta la actualidad. En los tres primeros volúmenes abarca desde la infancia a su experiencia en la Segunda Guerra Mundial, traumática y rompedora de su inocencia, víctima militar de aquel Japón militarista, imperial y que soñaba con conquistar China y toda Asia para crear una inmenso imperio racial en el que los japoneses dominaran la mitad del mundo.
De esos años, más la brutalidad de la guerra, surgió una mente de imaginación igual de cruda y surrealista que ha sido definido por muchos críticos como un Goya alternativo, con un estilo durísimo a pesar de estar suavizado para la industria del manga japonés. Porque Mizuki no escamita detalles grotescos a la guerra, un tema recurrente en la forma, el fondo y casi el ambiente tétrico de muchas de sus obras. De ese tiempo le quedó un profundo pacifismo y un visceral antimilitarismo que también son constantes en su obra, siempre con un tono tragicómico como clave para enganchar al público y que es uno de sus mayores logros.
También es un pilar fundamental algo que el viejo Japón no solía tener: empatía. En una cultura tan formalista y ceremoniosa, no tanto en los jóvenes pero sí en su generación, Mizuki siempre ha demostrado tener una compasión y comprensión por los demás que es vital en su vida y su carrera. Frente al horror reaccionó creando historias donde manda la comprensión y candor por los demás, un humanismo emocional muy intenso que le distingue de todos los demás, que se extiende también a los animales y la naturaleza. Ésas son sus claves: imaginación, emoción y humanidad.