Un estudio genético internacional rastrea el origen de poblaciones de todo el mundo a través de los marcadores en el ADN de 160 generaciones.

 

El mecanismo de mestizaje de los rasgos mínimos entre dos individuos de etnias diferentes dan como resultado un cóctel genético más abierto, cosmopolita y según se cree, más saludable. El racismo sería pues una opción absurda porque supondría perjudicar el futuro genético humano. Además, el estudio y el mapa interactivo publicado este mes demuestra que prácticamente ningún gran grupo humano es étnicamente monolítico. Un ejemplo: hay pueblos chinos del oeste del país donde se han encontrado rastros genéticos griegos. Es la comunidad “tu”, cuyo ADN demuestra que alrededor del siglo XIII (a través de una técnica que permite calcular los plazos cronológicos viajando atrás en las generaciones) se mezclaron con individuos caucasianos de Grecia y Anatolia. Razón: la Ruta de la Seda y las expediciones comerciales bizantinas.

Otro cóctel más obvio: los actuales americanos de Mesoamérica (México y América Central) son el resultado de la mezcla europea, maya y africana. Igualmente en África puede seguirse el rastro del mercado de esclavos organizado por los árabes que hacen que poblaciones del norte de África, tradicionalmente de origen semita y blanco, contengan rastros negroides de la zona subsahariana y nilótica, del este del continente. Según este estudio los españoles son uno de los pueblos más mestizos de Europa, con rarezas como que en nuestro ADN hay un 3,8% escandinavo, un 3% marroquí, un 2,5% bantú (África negra), un 44% proveniente de Francia (celtas y francos), un 12,2% vasco y un nada despreciable 25% originario de la península Itálica (es decir, romano). Lo más extraño es el 2,3% griego, el 3,2% de Cerdeña y el 2,1% con origen en las Islas Orcadas, en Europa del Norte, probablemente soldados reclutados por los vikingos durante las razzias en la península Ibérica en la Edad Media.

El origen español según el atlas interactivo del estudio

 

Todo esto es el resultado de un estudio desarrollado por la Universidad de Oxford (Reino Unido), el University College of London y el Instituto Max Planck (Alemania), que ha creado un gran mapa genético humano que derriba muchos mitos racistas y abre nuevas formas de entender la Historia de nuestra especie. En total se han remontado hasta 160 generaciones, es decir, unos 4.500 años, tiempo suficiente para poder poner a cero el reloj, porque en ese tiempo sólo había tres civilizaciones bien desarrolladas: Egipto, Mesopotamia y los focos del valle del Indio y del Yang-tse chino.

El estudio ha tomado como base el genoma de 1.490 personas de 95 poblaciones principales de todo el mundo. Sólo Oceanía se ha quedado fuera. En el estudio se utiliza la técnica estadística bautizada como Globetrotter, mezclada con el trabajo de laboratorio a partir de 500.000 marcadores genéticos distribuidos en los 22 cromosomas no sexuales para caracterizar y situar en el tiempo cruces de poblaciones. Las poblaciones que tienen en común ancestros comparten más marcadores y la longitud de los segmentos de ADN ininterrumpidos permiten hacer estimaciones de cuántas generaciones han transcurrido desde el cruce.

Guerras, migraciones, esclavitud

Según Garrett Hellenthal, uno de los responsables del proyecto, se han cruzado los datos de laboratorio con las fuentes históricas, arqueológicas y antropológicas para poder conformar el mapa histórico de nuestra especie. Eso supone que a la base étnica de un territorio hay que añadir el efecto de migraciones, guerras, mestizaje, esclavitud y desaparición de pueblos enteros. No obstante, como asegura el investigador, “en muchos casos y el registro histórico está incompleto”. Es un avance pero no la piedra filosofal.

El nuevo sistema permite saber con mucha más exactitud cómo y cuándo se hicieron esas combinaciones genéticas, y al hacerlo puede determinar las razones de la conformación de ese estrato. En total han encontrado centenares de cruces documentados, algunos tan obvios como el mestizaje en América, en Europa e incluso la huella de la expansión mongola en lugares tan alejados como Rusia, Turquía o la India. El estudio ha permitido retratar perfectamente la huella de los soldados de Alejandro Magno en Pakistán, y en sentido contrario, rastros de población mongol a orillas del Mar Egeo, a miles de km de distancia de Mongolia.

Ejemplo de secuenciación de ADN 

Pero el trabajo no ha terminado. Según el estudio, quizás sería necesario remontarse todavía más y plantearse la opción de cruzar el genoma de los Neandertales y de humanos primitivos con los actuales para poder trazar un mapa más fidedigno, es decir, acudir directamente al origen real de las poblaciones, que podría ser el resultado (al menos en Europa) de una mezcla parcial entre Homo sapiens y Neandertales según algunas teorías.

La razón de estos cruces hace que el método sea simple: si dos individuos de dos etnias diferentes se cruzan dan como resultado hijos que comparten trazos genéticos de ambos orígenes, por lo que crean una vía de reconocimiento de las aportaciones. Y esta carga mixta pasa de una generación a otra, eso sí, cada vez menor. Un ejemplo está en que en EEUU existe población categorizada como blanca que tiene claros orígenes negros. Si los mestizos se vuelven a cruzar con un tipo de etnia sin interrupción los rastros originales de la mezcla desaparecen. Resumen: nuestro ADN es el gran árbol de los orígenes y no miente nunca.