Astrónomos liderados por Richard Mushotzky han logrado medir con precisión un agujero negro con 400 veces la masa del Sol. 

El agujero negro está a 12 millones de años luz de la Tierra en nuestra propia galaxia. El hallazgo se ha publicado en Nature y demeustra que el tamaño de los agujeros negros puede ser colosal a pesar de que son cuerpos casi invisibles si no fuera por la enorme masa de materia que absorben. El coautor del trabajo, Richard Mushotzky, ha explicado que es de las primeras veces que se puede medir una fuerza estelar que está mucho más presente en el universo de lo que creemos. Según ellos, es complicado llegar a saber cuántos hay, ya que la cifra puede llegar a los 100 millones de agujeros negros sólo en una galaxia como la nuestra.

Casi todos pertenecen a dos tipos concretos: grande y colosal, siempre en función de la masa, que puede ser desde diez veces la del Sol a superar el centenar, como el descomunal caso del que encontraron Mushotzky y su grupo. No obstante es una catalogación abierta, ya que si hay tantos es posible que varían mucho en mecanismo y consecuencia. Además apenas se sabe nada sobre ellos, por eso es tan importante esta medición que permitirá conocer un poco mejor este fenómeno que ha alimentado la fantasía de escritores durante mucho tiempo.

Un agujero negro es el resultado del colapso por implosión de una estrella, que puede tener determinados finales: enana blanca, estrella de neutrones y agujero negro. Según la web divulgativa Astromia.com, una estrella corriente conserva su tamaño normal gracias al equilibrio entre una altísima temperatura central, que tiende a expandir la sustancia estelar, y la gigantesca atracción gravitatoria, que tiende a contraerla y estrujarla. Si en un momento dado la temperatura interna desciende, la gravitación se hará dueña de la situación. La estrella comienza a contraerse y a lo largo de ese proceso la estructura atómica del interior se desintegra. En lugar de átomos habrá ahora electrones, protones y neutrones sueltos. La estrella sigue contrayéndose hasta el momento en que la repulsión mutua de los electrones contrarresta cualquier contracción ulterior. La estrella toma entonces categoría de “enana blanca”.

En determinadas condiciones la atracción gravitatoria se hace demasiado fuerte para ser contrarrestada por la repulsión electrónica. La estrella se contrae de nuevo, obligando a los electrones y protones a combinarse para formar neutrones y forzando también a estos últimos a apelotonarse en estrecho contacto. La estructura neutrónica contrarresta entonces cualquier ulterior contracción y lo que tenemos es una “estrella de neutrones”, que podría albergar toda la masa de nuestro sol en una esfera de sólo 16 kilómetros de diámetro. La gravedad superficial sería 210.000.000.000 veces superior a la que tenemos en la Tierra.

El colapso de la estrella de neutrones es el paso final hacia el agujero negro. Llega un momento en que la luz que emana de la superficie pierde toda su energía y no puede escapar. Un objeto sometido a una compresión mayor que la de las estrellas de neutrones tendría un campo gravitatorio tan intenso que cualquier cosa que se aproximara a él quedaría atrapada y no podría volver a salir. Es como si el objeto atrapado hubiera caído en un agujero infinitamente hondo y no cesase nunca de caer. Y como ni siquiera la luz puede escapar, el objeto comprimido será negro. Y ahí a nace el agujero negro.