En el mismo fin de semana también hemos perdido, además de Elie Weisel, a uno de los directores de cine más brutales que nunca hayan filmado, Michael Cimino, autor de, entre otras, ‘El cazador’ y la apocalíptica (por sus consecuencias negativas) ‘La puerta del Cielo’.

Fue siempre un hombre tangencial cuando no directamente marginal, por su forma de vida o por su forma de ser. Ha tenido que ser el responsable del Festival de Cannes el que haya anunciado su muerte, en París “rodeado de las dos mujeres a las que amó”. Pero su vida ha sido todo un enigma: se dijo que era alcohólico, drogadicto, que se había cambiado de sexo… lo cierto es que una de sus últimas apariciones (en 2007) fue impactante: operado en la cara, piel estirada y aspecto femenino.

Muere con 77 años y una carrera en el cine muy peculiar, con éxitos tremendos como ‘Un botín de 500.000 dólares’ y ‘El cazador’, desastres apoteósicos como ‘La puerta del Cielo’ (que se llevó por delante a la mítica productora United Artists) con el que fue literalmente expulsado de Hollywood y una leyenda brumosa sobre él que alcanza incluso a su nacimiento: se cree que fue en 1939, en Nueva York, aunque no hay confirmación. Tampoco de dónde vivía, aunque ha fallecido en París. Dirigió apenas siete películas y suya es la expresión “hacerse un Cimino”: ascenso meteórico y caída igual de fulgurante.

Fue un niño tremendamente insociable, criado por una familia con dinero (un músico y una diseñadora textil) que se rebelaba continuamente. Con los años terminó en la Universidad de Yale, donde estudió Arte e Historia. Se enroló en el Ejército de EEUU y luego se reconvirtió en publicista y director de anuncios en televisión, que ya empezaba a ser el medio dominante. A principios de los 70 se marchó a Los Ángeles, donde pasó a ser guionista, lechuza de clubes y mujeriego ocasional. Su obsesión era dirigir, pero para eso tenía que tener una historia propia. Empezaron entonces a caer guiones como el de ‘Harry el fuerte’, lo que llamó la atención de Clint Eastwood.

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Cimino y Robert de Niro durante el rodaje de ‘El cazador’ 

Este momento es clave: Eastwood le compra entonces el guión de ‘Un botín de 500.000 dólares’ y después de convencerle Cimino logra que le encargue dirigirlo a él. En 1974 debutaba Cimino como director y el éxito fue tan fulgurante que en apenas cuatro años ya tenía en pie su segunda obra maestra, ‘El cazador’ (1978), con tres mitos juntos en plena forma: Robert de Niro, Meryl Streep y Christopher Walken. Fue su gran obra, lo más grande que jamás haría, el reflejo de una época post-Vietnam, radiografía de una generación entera perdida y de una sociedad traumatizada más por los efectos de la guerra que por perderla. Un alegato contra la guerra que no pasó inadvertido: ganó cinco Oscars, incluido el de Mejor Película y Mejor Director.

Ya entonces el éxito empezó a convertirse en algo peligroso. Cimino contaba mentiras a los medios, entre otras la autoría real del guión (inspirado en otros); tantas que al final nadie sabía dónde empezaba la realidad y dónde la leyenda que Cimino creaba para sí mismo. Un detalle que, después, le pasaría factura. Y mucha. También sus ínfulas de autor: frente a los deseos de los productores y algunos actores, terminó creando un relato cinematográfico de tres horas capaz de aplastar a cualquiera. Pero que funcionaba. Sin embargo ya entonces abrió dos frentes de una guerra personal (con los estudios y con los medios) que no iban a dejarle mucho espacio.

El ajuste de cuentas llegaría con ‘La puerta del cielo’ (1980), un desastre tan legendario que todavía hoy es tema de conversación y debate. Entre las muchas consecuencias de aquel fiasco fue la implosión de United Artists, la caída en desgracia del propio Cimino y la de algunos actores que, aunque siguieron trabajando, ya no se quitarían de encima la marca, como es el caso de Kris Kristofferson. El elenco era también mítico: además de Kristofferson estaban Christopher Walken, John Hurt, Jeff Bridges, Isabelle Huppert y Joseph Cotten. El filme era un western (en un tiempo en el que el género estaba en modo zombi enterrado) entre el melodrama y el existencialismo sobre un enfrentamiento entre terratenientes e inmigrantes en el Oeste en 1890, reescrito, filmado y manipulado por Cimino para mayor gloria de su visión.

Con Kris Kristofferson durante el rodaje de ‘La puerta del cielo’

El resultado fue una película de más de 200 minutos estrenada en 1980 con una respuesta tan negativa que tuvo que ser retirada de los cines. Aunque hubo una versión posterior con una hora menos lo cierto es que ya era tarde: Cimino se había pulido 44 millones de dólares de un presupuesto inicial que no superaba los diez millones y que apenas logró 4 en recaudación. A Cimino le pusieron un ataúd en la puerta (metafóricamente hablando) y quedó marcado para siempre. Cayó en desgracia, marginado. En parte por su culpa: cuando en 1984 se preparaba el filme ‘Footloose’, se lo dieron a Cimino en segunda opción: no tardó en comportarse de forma errática y caprichosa, por lo que la productora Paramount, convencida de que le iban a “hacer un Cimino”, le despidió. Se salvaron y crearon un pequeño icono frívolo de los 80.

Este segundo episodio de divismo incoherente sería definitivo para su carrera. Volvería al cine, cierto, pero en cine muy pequeño y con productoras que tenían mucho menos dinero y ganas de gastarlo. Su financiación jamás sería de un estudio tradicional, siempre pidiendo dinero aquí y allá. De hecho sólo haría cinco películas más: ‘Manhattan Sur’ (1985, acusada de racista por la comunidad china), ‘El siciliano’ (1987), ’37 horas desesperadas’ (1990) y ‘Sunchaser’ (1996) .

Después de eso se esfumó. Entró en una etapa de su vida de anonimato total y sin trabajar más que esporádicamente. En 2001 regresó a la luz como escritor y con una apariencia femenina y operada que desató todo tipo de rumores. Se refugió en Francia, donde publicaría sus textos y recibiría todo tipo de galardones y premios por su carrera, pero jamás volvería a dirigir hasta 2007, cuando el Festival de Cannes, en pleno aniversario, el encargó dirigir uno de los episodios del filme colectivo ‘Chacun son cinéma ou Ce petit coup au coeur quand la lumière s’éteint et que le film commence’. Poco más antes de dejarnos. Hollywood pierde a uno de sus apestados, pero también a un gran director y mejor guionista.

El cambio radical: no lo parece, pero son la misma persona, en los 80 y a principios de este siglo