América no deja de sorprender, especialmente el misterioso mundo maya, que parece una caja dentro de otra caja, a su vez en otra caja: dentro de la pirámide de Kukulcán (en el yacimiento de Chichén Itzá) hay otra estructura escondida y que dataría de antes del siglo IX.

La estructura escondida tendría trece metros de alto y 18 de base, y es una demostración de que la cultura maya es de las más desconocidas de todas las estudiadas por la arqueología. La poderosa Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es la que ha dirigido las investigaciones geofísicas que han mostrado que dentro de Kukulcán (o “Pirámide de El Castillo”) hay una estructura desconocida y también un antiguo estanque subterráneo para rituales religiosos, y que fue anunciado inicialmente en el verano de 2015. Y lo hicieron además con tecnología mexicana propia, pensada ex profeso para este tipo de estudios: detectores eléctricos en puntos concretos en la pirámide que emitían descargas eléctricas que permitían crear un mapa virtual del interior.

La combinación de todos estos datos, más los de todas las anteriores investigaciones arqueológicas, permitió crear una imagen geométrica de ese interior, con una nueva estructura en el costado sureste de la pirámide con una base de 18 metros en dirección este-oeste y 12 en dirección sur-norte, todo con una altura aproximada de unos 13 metros. Las opciones iniciales que justificarían su existencia podrían deberse a que era una estructura primitiva de Chichén Itzá sobre la que se construyó Kukulcán. Sería un rastro de la primera etapa “pura y sin mezclar” de los mayas, cuando aún no habían conectado con el resto de culturas mesoamericanas del centro del país.

Hay que entender lo que ocurrió, que no es muy diferente de lo sucedido en otras etapas arquitectónicas y urbanas de otras civilizaciones como Roma y Grecia, que construían muchas veces sobre los restos de las anteriores eras. Hubo en total tres etapas en Chichén Itzá: la primitiva “pura”, una segunda de más altura y complejidad (posterior al año 800 y hasta el año 1000) y una tercera, la visible actual, elaborado hasta el año 1300. La nueva estructura sería un rastro de la primera fase. La razones son obvias: muchos edificios eran sustituidos o ampliados por deterioro, porque los nuevos líderes querían exhibir su poder con la arquitectura, pero a diferencia del mundo grecolatino no se destruía algo para levantar de nuevo, sino que se conservaba lo primitivo porque eran suelo sagrado e intocable porque eran conexiones con el mundo de la divinidad.

El estanque inferior sería además una especie de “puerta” con el inframundo, vital para la cosmogonía maya, por lo que fue conservado una y otra vez. Este espíritu de conservación patrimonial permitió a las mayas crear un auténtico mapa oculto de su evolución cultural, que ahora la arqueología desentraña. El problema es cómo llegar hasta esa estructura sin perjudicar el resto de la pirámide, sin contaminar el conjunto. Por eso es tan importante el estudio geofísico de los yacimientos, y para la arqueología intentar determinar el punto de arranque de la religiosidad arquitectónica maya, que probablemente esté relacionado con el estanque natural que luego fue conformado como punto de adoración. Por ahora la mayor baza es el túnel excavado en 1931 bajo la pirámide, que necesitaría ser reformado.