Por primera vez la NASA ha conseguido captar la luz propia de una Super Tierra a 41 años luz fuera de nuestro Sistema Solar, una confirmación más de que existen otros planetas que podrían albergar vida fuera de la Tierra.

Lo noticioso es obvio: hasta ahora el método para poder descubrirlos era esperar a que durante la observación de la estela de luz de una estrella lejana se cruzara un cuerpo planetario por delante y en función de su incidencia o radiometría se pudiera determinar tamaño e incluso tipo de rotación de ese planeta. Pero ahora lo que se ha descubierto es la propia luz reflejada en la superficie de ese planeta. Literalmente, como buscar una aguja en un pajar grande como el universo mismo. 

El telescopio Spitzer de la agencia espacial estadounidense ha logrado por primera vez captar la luz que emite una Super Tierra. Aunque los astrónomos saben que este mundo no es habitable, este avance representa un hito histórico en la exploración de posibles rastros de vida en otros planetas.

El planeta, llamado 55 Cancri e (por su órbita alrededor de esa estrella) es un planeta más grande que el nuestro pero menor, por ejemplo, que Neptuno. Concretamente duplica las dimensiones terrestres y es ocho veces más masivo, además de orbitar su estrella (55 Cancri) en apenas 18 horas. Hasta ahora, Spizter y otros telescopios seguían ese tipo de búsqueda de jugar al punto negro frente a la luz, la mejor forma y evidente de entender que hay un cuerpo planetario con una órbita estable (ya que pasaría siempre cada x tiempo por delante).

Ahora bien, 55 Cancri e no es precisamente un lugar para irse de vacaciones: sólo una cara queda siempre frente a la luz de su estrella, mientras que otra está permanentemente en oscuridad. La temperatura estimada por las observaciones es de 1.700 grados centígrados. Es el más cercano de los cinco planetas que se cree tiene orbitando esta estrella. No obstante la luminiscencia del planeta daría como resultado una teoría anterior a estos nuevos datos: se trataría de una gran bola rocosa recubierta por una capa de superficie compuesta de agua o líquidos en un estado intermedio de la materia entre líquido y gaseoso por las enormes presiones a las que se vería sometida.