Este mes de enero verán la luz ‘Star Trek: Picard’ en Amazon (24 de enero) y su contraria, ‘Avenue 5’ en HBO (desde hoy), dos formas muy diferentes de enfocar el género. Como la efigie doble del dios Jano: ayer se estrenó una de las múltiples vidas del género, en forma de comedia negra (corrosiva por momentos) con puyazos políticos y sociales que intenta agrandar los ya de por sí extensos límites del género.

Todo género tiene muchas caras. Por ejemplo con la comedia. El éxito de ‘The Orville’ de Seth McFarlane abrió senda para que la sátira y la comedia negra entrara en un género que no parece muy predispuesto a que lo retuerzan con humor. El rostro más reconocible es el de Hugh Laurie, el antiguo Doctor House que se enfunda en el traje del capitán de un crucero estelar de recreo ideado por Armando Iannucci, creador de ‘Veep’. Aunque la motivación es diferente. ‘Avenue 5’ se ubica en un futuro no muy lejano en el que se hacen cruceros organizados a través de la Vía Láctea: Laurie es uno de los capitanes de esos cruceros (Ryan Clark) que sufre una avería en uno de los viajes.

Ése es el punto de partida para un gran teatro satírico sobre la vida humana y cómo se organiza. En el reparto figuran conocidos como Zack Woods (‘Silicon Valley’) y Ethan Phillips (‘Star Trek Voyager’). Ya hay previstos como mínimo cuatro capítulos conocidos, y tratará con humor varios temas peculiares: además de la sátira del modelo de sociedad occidental, desde otra perspectiva abordará los crecientes problemas asociados al turismo, con todos los clichés arquetípicos del funcionamiento interno de las grandes empresas, de las exigencias dictatoriales de los clientes y de cómo meter a miles de personas extremadamente diferentes unas de otras en situaciones que alteran sus vidas perfectas.

Aparte de los dardos contra esa pequeña y gran burguesía que viaja por el Sistema Solar como ahora viajamos de un país a otro aparecen los problemas asociados a todo viaje estelar, desde fallos en la simulación de gravedad a una tripulación incompetente y la manía eterna de pasarse el “marrón” de los fallos de unos a otros. Una de las claves es el personaje de Josh Gad (Herman Judd en la serie), responsable y dueño de la nave y de todo el entramado de hoteles y clubes asociados.