Hoy el Duque Blanco se hace un regalo el día de su cumpleaños, un nuevo álbum, el número 26 de estudio de una extensísima discografía única, mutante, experimental, de éxito y de enorme influencia.
Para saber dónde estamos, y hacia dónde vamos, también hay que saber de dónde venimos. Por eso, y porque hay camaleones camuflados de músicos (y viceversa) es por lo que aprovechamos para echar un ojo a un británico peculiar que ha alumbrado ya a un par de generaciones: David Bowie. A finales de octubre anunciaba que el día de su cumpleaños, hoy 8 de enero de 2016, sacaría nuevo álbum (el número 26 de su carrera), ‘Blackstar’, poco después también de que se supiera que dejaba de dar conciertos. El 20 de noviembre, además, se publicaba el primer single homónimo del disco. Todo esto sirve de excusa para hablar de él, del bicho más raro y al mismo tiempo más transversal de la música de los últimos 40 años, que fue del rock al glam y vuelta hasta ese estilo final que es definitivamente “Bowie”, inglés de las afueras de Londres y neoyorquino de adopción. Cumplirá 69 años nada menos cuando lo publique. No es algo nuevo: en 2013 aprovechó también su fecha de nacimiento para lanzar ‘The Next Day’, su último disco antes de esta “estrella negra”.
Porque Bowie, el archiconocido “duque blanco”, es mucho más que un músico viejo que vuelva. Ya no es el “London Boy” de los 60, cuando se codeaba con los Beatles, los Rolling Stones y el resto del universo recordable; a pesar de un serio problema cardíaco en 2004 que a punto estuvo de llevárselo por delante se conserva mucho mejor mentalmente que la mayor parte de los cacareados genios que van y vienen en el negocio de la música. Inteligente y talentoso, desapareció cuando no tenía nada más que contar y regresó en 2013 con ‘The Last Days’ que era una forma de decir “aquí estoy, no me he ido”. Un álbum que era una forma de verse a sí mismo en la madurez avanzada. Cuando se lleva una vida entera en la música es lógico partir de uno mismo. Porque lo ha sido todo (músico, compositor, arreglista, productor, mecenas y camaleón que define a la perfección eso de que un artista o evoluciona o se muere), tanto como para que sea difícil ponerle un par de etiquetas. Recuerden que empezó en 1964: casi 50 años nos contemplan desde esos ojos de diferente color, azul y verde.
Para alguien que lo observa desde la distancia de quien no es un fan acérrimo (que para las hagiografías ya hay muchos críticos musicales) hay tres cosas que merecen la pena decir de él. La primera es obvia: estabilidad y evolución. La música es un arte que permite dar muchos bandazos. En la clásica sinfónica ya se daban y en la música popular del siglo XX todavía más: es más sencilla estructuralmente, así que hay menos equipaje con las que cargar. Medio siglo de curvas le han permitido a Bowie ser la personificación del camaleón artístico, pero también le han dado espacio suficiente como para dotar a su trabajo de una profundidad intelectual que otros no tienen.
Como todo artista tuvo un pico de innovación revolucionaria, en su caso quizás los años 70, que con el tiempo se convirtió en una carrera sostenida con alguna que otra decadencia parcial que casi lo deja fuera del negocio. Nunca fue un músico superventas, pero el tiempo y el desarrollo sostenible de su obra le han permitido enriquecerse y vivir más que bien. Su música está dotada de una ambición muy grande, intentando fusionar lirismo con sonido y sin dejarse encajar. Se reinventó tantas veces que ha dejado a más de uno sin saber a qué atenerse con él. Sobre todo es lo que un castizo llamaría “asiento inquieto”. No ha parado de apretar el botón de reset. Y eso es admirable en una industria donde te hacen el traje y el ataúd casi a la vez.
El segundo toque es todo un símbolo de la historia de la música: Ziggy Stardust y los continuos giros de Bowie. Ziggy fue el personaje glam rock que se inventó en 1972 para lanzar su legendario disco ‘The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars’, su gran momento cultural, social y musical que le duró un par de años antes de mutar en la siguiente forma artística. En 1975 ya lo había “matado” a favor de otro modelo más pegado al soul para triunfar en EEUU. Tres vidas en apenas una década. Mucho más que la mayoría. Luego llegaría la ‘Trilogía de Berlín’ en la que colaboró con Brian Eno. Bowie se convirtió en icono cultural y todo fue rodado en Gran Bretaña y EEUU. Los 80 fueron menos experimentales y más comerciales, pero nunca dejó de cambiar y mutar para evitar quemarse. Tanto golpe de timón dejó a muchos fans sin saber muy bien a qué atenerse, pero ésa ha sido la virtud y el sello de Bowie. No hace música de rock u otra cosa, él hace el “estilo Bowie” que utiliza todos los formatos posibles.
Finalmente está el tercer punto, su influencia. Ziggy Stardust fue clave para los primeros tiempos del movimiento gay, igual que la conversión del rock en un espectáculo estético más allá de unos tipos sobre un escenario. El punto de lirismo y puesta en escena que hoy domina casi todo vino de aquellos años. Y desde el punto de vista musical son decenas de bandas las que han confesado seguir sus pasos: Pixies, The Cure, Nine Inch Nails, Nirvana, muchas bandas del rock gótico de los 80, anticipó incluso algunos aspectos estéticos de los 80 y del punk, Marylin Manson, Lady Gaga… y la clave está en que ha tocado tantos campos, palos y formatos que casi todos se han visto reflejados en sus canciones, con lo que su alcance es, sencillamente, enorme. Así que cuando publique el 8 de enero ‘Blackstar’ probablemente algún adolescente lo compre y al escucharlo piense que ese “viejo” de casi 70 años es genial y se haga músico. Eso es Bowie.
La discografía de un maratoniano
Es complicado resumirlo, por la cantidad de formatos (álbumes, recopilatorios, singles, EP, vídeos, bandas sonoras… etc), pero a grandes rasgos el listado incluye 26 álbumes de estudio, 9 álbumes en directo, 46 recopilatorios, 6 EP, 110 singles, 13 álbumes en video, 49 videos musicales, tres bandas sonoras y otros 66 álbumes diferentes que podríamos clasificar de varias maneras. Nos centraremos en sus discos de estudio, que son la columna vertebral sobre la que se asienta su carrera, desde el homónimo de aquel 1967 lejano hasta el del 8 de enero próximo.
1967 – David Bowie
1969 – Space Oddity
1970 – The Man Who Sold the World
1971 – Hunky Dory
1972 – The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars
1973 – Aladdin Sane
1973 – Pin Ups
1974 – Diamond Dogs
1975 – Young Americans
1976 – Station to Station
1977 – Low
1977 – Heroes
1979 – Lodger
1980 – Scary Monsters (and Super Creeps)
1983 – Let’s Dance
1984 – Tonight
1987 – Never Let Me Down
1993 – Black Tie White Noise
1995 – Outside
1997 – Earthling
1999 – Hours…
2002 – Heathen
2003 – Reality
2013 – The Next Day
2016 – Blackstar