Uno de los síntomas de que una industria no funciona bien es el desperdicio: en España la maquinaria (débil) del cine nacional no fue capaz de estrenar y distribuir el 30% de los filmes producidos en nuestro país. Una sangría elocuente.
Después de más de una década de quejas y reuniones seguimos poco menos que igual. España ha aprendido ha fabricar sus propios taquillazos gracias a la irrupción de los grupos de televisión en el sector (principalmente Atresmedia y Mediaset, más la antigua Sogecable, ahora en manos de Telefónica), principalmente comedias vinculadas a las series de televisión o con rostros conocidos. Pero no hay ley de mecenazgo, el sistema de ayudas sigue siendo muy corto de miras y magro, mucho más cuando se tiene en cuenta que el cine es uno de los principales escaparates de la Marca España.
Ahora el III Informe sobre el Estado de la Cultura Española elaborado por la Fundación Alternativas deja claro que en 2014 (el año de estudio) el 30% de las producciones no lograron estrenarse en salas de exhibición y, lo que es peor, tampoco en plataformas digitales de pago. Una cifra mucho más alta que en 2003, antes de la gran recesión económica y el hundimiento parcial de la industria cultural por impuestos excesivos y merma de ayudas. Ese año se produjeron en España 216 películas, de las que sólo lograron estrenarse 153, más en bruto que en 2003 (año de comparación), cuando se produjeron 110 pero se estrenaron 108. Estas cifras demuestran que se ha invertido más dinero, pero que el sistema de distribución y soporte al cine ha bajado. Además cayó el número de pantallas disponibles de 4.253 en 2003 a las 3.700 de 2014 por el cierre de salas.
El movimiento es curioso: aumenta el número de proyectos y de productoras en el sector, pero cae la posibilidad de exhibición y rentabilidad. De las 89 productoras que había en el año 2000 sólo ha sobrevivido un 15%, pero anualmente aparecen más de cien desde entonces, muchas para pequeños proyectos publicitarios o de videoclips. Lo peor no es ese abismo: muchas productoras apenas hacen una película al año, con la que se juegan casi todo. Y la mayoría de ellas han tenido que despedir a mucho personal por la reducción de actividad, o lo que es lo mismo, que el sector no genera empleo.
En algún lugar hay un cuello de botella, y muy probablemente sea doble: por un lado un sistema de exhibición que se hunde sin remedio y por otro la falta de dinero para la fase final de los proyectos, el de la distribución. En España, salvo contadísimas opciones, no hay un sistema de distribución digital estable, lo que supone la imposibilidad de estrenar en muchos casos. Si la industria reniega de internet pero al mismo tiempo no pone remedio a la caída de su sistema tradicional se crea ese cuello de botella irremediable. El estudio además es muy crítico con la modificación de la ley del cine de 1994, que ha cortado de raíz el sistema de subvenciones sin dar tiempo a crear nuevos instrumentos.