Desde el pasado miércoles el escultor canario Martín Chirino dispone de su propia colectiva en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (hasta el 2 de febrero), repaso de lo mejor que ha dado su carrera. 

En total serán quince de las esculturas más importantes de Chirino, resumen de toda una vida (cuenta ya con 88 años) dedicada por entero al arte. El canario es famoso por su querencia hacia una forma geométrica concreta: la espiral. En su obra representa el viento, la fuerza de la naturaleza y cómo se mueve. En la presentación Chirino aseguró que las obras escogidas son una mirada abierta a su vida, porque “la obra es absolutamente sincera y abrumadoramente real: soy yo”. Partiendo de esa idea abstracta evolucionó hacia la geometría más pura de la espiral, germen en todas sus obras que al principio enrolla en si misma para hacer vientos y luego va estirando.

Tras esta exposición las obras irán a parar Fundación Martín Chirino, cuya apertura está prevista para el próximo año en el Castillo de la Luz de Las Palmas de Gran Canaria, y que está en proceso de acondicionamiento por el estudio de arquitectos de Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano. Premio Nacional de Artes Plásticas en 1980, su obra se exhibe en el Metropolitan Museum Art y el Guggenheim de Nueva York, así como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid o el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona.

 

Martín Chirino (derecha) en su taller, forjando (Foto vía atandoarte.blogspot.com).

Chirino fue miembro del grupo El Paso, importante eslabón del arte contemporáneo español durante la posguerra y que reunió a un grupo de jóvenes artistas que dieron un salto adelante para romper con la oficialidad vulgar del franquismo y de su arte protegido que había rebajado en gran medida el potencial de España. Ellos supusieron la apertura a las corrientes artísticas más importantes de Europa y América y un espíritu de renovación. Chirino compartió movimiento con  Saura, Canogar, Feito, Millares, Ayllón, Juan Francés, Serrano, Suárez y Rivera. Según él escultor la idea central era muy antigua, de Leonardo da Vinci nada menos: “Ni un día sin una línea”, es decir trabajo, trabajo y permeabilidad hacia lo de fuera para engrandece lo de dentro.

El hierro forma parte indisociable de su carrera, igual que el arte de la forja del mismo. Transformar la materia tan pesada e inerte como el metal en piezas ligeras llenas de esa fuerza que agranda la idea del viento y la naturaleza. Chirino utiliza estos materiales para crear obras abstractas y figurativas en diferentes fases, pero siempre con el ímpetu de darle ligereza, de ser ese “viento” del que habla siempre y que corresponde al leitmotiv básico del veterano artista. También implica movimiento, y ascensión desde una situación menor hacia otra mayor, idea que bien podría haber sido su aportación a aquel grupo que intentó superar la mediocridad cultural del franquismo.

 

Chirino y dos de sus obras

‘Lady Harimaguada’ (una de las grandes obras de Chirino en Las Palmas)