Bilbao no es sólo Guggenheim y pinchos, también es el Museo de Bellas Artes, un venerable que afronta el cambio de año con Giandomenico Tiepolo de compañero de viaje.
El arte clásico tiene su lugar y su momento, y resulta perfecto cuando se trata de Bilbao, donde el Museo de Bellas Artes y la Fundación March se unen para recoger lo mejor del retrato de Corte realizado por Giovanni Domenico Tiepolo (1727-1804), veneciano cuasi perfecto y honorable miembro del clan de los Tiepolo de la laguna adriática, hermano de Lorenzo Tiepolo (Venecia, 1736-Madrid, 1776) e hijo del padre del estilo paisajista y costumbrista italiano, Giovanni Battista Tiepolo (1696-1770) y que también hizo el mismo viaje Venecia-Madrid que su hijo. Todos ellos emparentados con Veronés por esa forma de pintar que servía a los mecenas ricos que pagaban las carreras artísticas. Los que tengan escrúpulos sobre si el arte debe venderse o no que piensen que si ha habido historia del arte es porque alguien pagaba las facturas. Y los Tiepolo son el mejor ejemplo.
La exposición en el Museo de Bellas Artes de Bilbao (hasta el 20 de abril de 2015, salas 13, 14 y 15) reúne once óleos y doce estampas de Giandomenico, el nombre de batalla de este artista que se zambulló en el retrato y su particular estilo. El mismo que desarrolló sobre todo en Madrid, a donde viajó en 1762 con su padre y su hermano para casi “fabricar” arte al servicio del rey Carlos III. La misión: decorar los techos del nuevo Palacio Real borbónico (el Alcázar de los Austrias había ardido hasta los cimientos antes de que la nueva dinastía hiciera sitio para construir su gran palacio que hoy es un imán para la capital). Colaboró y pintó sus propios encargos hasta que la muerte del patriarca en 1770 le decide a regresar a Venecia.
Los años españoles fueron productivos: además de decoraciones al fresco, pintó diversos cuadros de caballete y obras sobre papel, de los que ahora se exhibe una cuidada selección en las salas 13, 14 y 15 del edifico antiguo del museo, once óleos y una docena de aguafuertes. La exposición ha sido comisariada por Andrés Úbeda de los Cobos, jefe de Conservación de Pintura Italiana y Francesa (hasta 1700) del Museo del Prado, quien en los últimos años ha desarrollado una gran labor para esclarecer la personalidad y la calidad artística de Giandomenico y Lorenzo, que, a menudo, se han visto ensombrecidas por la figura del padre. Muchas de las obras son de una colección particular y a través de la Fundación Juan March llegan al público. Las estampas son Patrimonio Nacional a través de la Biblioteca Nacional, dueña de los mismos.
Dos ejemplos “Giandomenico”: ‘Retrato de hombre con turbante’ y ‘Retrato de joven con frutas’
Estos aguafuertes tienen un sentido en la exposición: son una larga secuencia de correlación entre ambos formatos, de donde Giandomenico sacaba una obra de otra. Así ocurrió con ‘Retrato de anciano con espada’, ‘Retrato de hombre con turbante’ y la estampa ‘Viejo con una espada’, grabada también por Giandomenico. Pintó primero el retrato de anciano oriental de aspecto severo, con una espada en la mano y un pañuelo en la cabeza, para poco después hacer el grabado con la imagen invertida y acercando el retratado al primer plano. Y finalmente años después, hacia 1768, reprodujo el grabado en el lienzo de colección particular con el personaje en la misma posición, eliminando la mano que porta la espada y sustituyendo el pañuelo por un vistoso turbante. Tiepolo lo hizo, Rembrandt también, los impresionistas lo convirtieron en una seña de identidad… la repetición, una y otra vez, del mismo tema con ligeras variaciones. Hasta Beethoven lo hizo. Se llaman Variaciones y forman parte también de la historia del arte.
Las pinturas se inscriben en lo que se denomina “retrato de fantasía”, una idealización artística de carácter historicista con conexiones mitológicas y no religiosas muy del gusto del siglo XVIII y que, en realidad, no son auténticos retratos sino estudios de figuras que también podían venderse como decoración. Los personajes aparecen engalanados con ricas vestimentas y ornamentos, en actitudes estudiadas, y con rasgos y atributos característicos de un determinado grupo social, económico o intelectual. Aparecen filósofos, actitudes de sabio, honor, respeto; las mujeres parecen modelos de los cánones clásicos de belleza divinizada. No obstante el veneciano tuvo que adaptarse a los modelos de aquel Madrid más católico y conservador (a pesar de Carlos III); en Italia hubiera habido más sensualidad, en España despuntaba la elegancia, porque la larga mano de la Iglesia seguía moviéndose a sus anchas.
Aquí es donde Giandomenico se “retrata” en sus orígenes, ya que conecta perfectamente con la pintura italiana del siglo XVI, que puso de moda el retrato y la pintura de Corte. Los cánones son los mismos, con variaciones, pero hay una conexión clara que va de Tiziano a Giandomenico. Por ejemplo: las mujeres son más Veronés o Tiziano que del norte europeo, de donde surge el modelo masculino usado por los Tiepolo, ya que fue la escuela flamenca (con Rembrandt a la cabeza) el que más desarrolló esta variante. En ellos se aprecia el mismo rastro de los retratos flamencos: severidad, solemnidad y lujo textil. Muchos de ellos comparten no sólo cánones sino también trazos y estilo, con lo que cabe la posibilidad de que fueran ideados como series compactas realizadas en poco tiempo y pensadas, quizás, para venderse por lotes a la Corte.
Retrato de dama y ‘Retrato de anciano barbado’