Peter Jackson y la troupe de Weta siguen adelante con la marcha triunfal: 200 millones de dólares en un solo fin de semana en todo el mundo y un filme correcto. 

Dos en uno: primeros datos de taquilla de ‘El Hobbit: La desolación de Smaug’ y un primer vistazo contrastado a una película donde hay dos cosas muy buenas y otras dos que no terminan de encajar. Sobre los datos basta echar un vistazo a las cifras mareantes: 205 millones de dólares recaudados el primer fin de semana en todo el mundo, la competencia arrinconada, aplastada y sin norte. Sólo en EEUU se llevó 73,7 millones de dólares, una proeza para una película cuyo coste total (repartido entre las otras dos de la trilogía) es posible que “sólo” haya sido de unos cien millones. No obstante, no llega al récord que tiene la primera entrega, que superó a ‘Soy leyenda’ y ‘Avatar’ con 84 millones de dólares y 1.000 millones en total.

El filme que da continuidad a la historia del hobbit Bilbo Bolsón y la tropa de 13 enanos comandada por Thorin Escudo de Roble para recuperar el tesoro de la Montaña solitaria en poder del terrible dragón Smaug registró el cuarto mejor estreno en el mes de diciembre en la historia de la taquilla norteamericana. Y de hito histórico en hito histórico, Peter Jackson se consagra frente a la industria y los fans de la franquicia, que ya es inseparable de este director neozelandés considerado un verdadero regalo para su país: además de levantar Weta, uno de los mayores estudios de cine y televisión del mundo, ha logrado que James Cameron ruede allí las siguientes entre gas de ‘Avatar’. En breve le pondrán una ciudad con su nombre.

Que el dinero no perturbe, porque en el fondo, después de ver la película, hay que señalar un par de detalles que son un acierto: es más rápida, más ágil y se detiene en menos consideraciones que la primera, quizás porque Jackson ya no necesita perder tanto tiempo explicando y poniendo en contexto la historia; y la otra es que se hace un poco más adulta, más moral y violenta, tiene más empaque. Hay menos literatura y más acción, lo que ayudará a ser engullida por públicos menos fans de la obra original y de la creciente mitología que la rodea. Lo malo con ésta es que quizás impresiona menos, tiene menos espectacularidad hasta que, finalmente, por fin, aparece Smaug.

En la anterior trilogía, ‘El Señor de los Anillos’, Gollum fue el punto y aparte, el gran gancho audiovisual para el público, una creación a medio camino entre la captación digital y la realidad, con Andrew Serkis interpretando y luego recubierto digitalmente con aquella criatura. Fue un acierto para todos, crítica y público. Con el Hobbit faltaba algo remarcable, quizás un asidero para los que no son fans. Porque aquí hay que decirlo una y otra vez: a los fans de la obra de Tolkien les gustará, a los que se unieron a la manada con la anterior trilogía, también, pero al resto… el resto puede que no tanto. Al menos hasta que aparece el padre de todos los dragones imaginables en pantalla y el espectador se deja llevar.

La voz, los movimientos, incluso el discurso del personaje Smaug no son nada condescendientes. Es una bestia asesina y Jackson no la dulcifica parael espectador, no duda en hacerla ejercer como tal, avariciosa, llena de vicios y de maldades, pero al mismo tiempo le gusta jugar con la situación como en la buena literatura mitológica germánica. Es un dragón precristiano, es decir, no es una bestia fría sino un ser con alma y atributos humanos que los especialistas en efectos digitales y recreación digital han convertido en un nuevo punto de anclaje, otro Gollum pero multiplicado por mil.

Evangeline Lilly – Tauriel

Pero por cada acierto hay algún que otro error: hay personajes que sobran y otros a los que no les da suficiente vuelo. Un buen ejemplo es Evangeline Lilly, que ya no está en ‘Perdidos’ y ella sí que se pierde un poco con su personaje, Tauriel, que no estaba en los textos originales de Tolkien… y es por algo. Sobra. Rechina en la historia. La falta de personajes femeninos fuertes, algo más que la típica elfa prístina, indujo a Jackson a meterla con calzador, pero es un personaje plano sin demasiados atractivos más allá de lo evidente: es una versión (más) femenina de Legolas, al que Orlando Bloom sigue sin pillarle el truco. Ya cojeaba en la primera trilogía y lo sigue haciendo aquí. Ninguno de los dos dejan huella.

Y Peter Jackson ha desaprovechado, de momento, un personaje que podría tener mucho juego (adulto), es el del gobernador de la Ciudad del Lago, interpretado por Stephen Fry y que es glorioso: la suma de todos los corruptos imaginables que pululan por la clase política española resumidos en un sólo ser, alcohólico, egoísta y con gota, acompañado de un jorobado que parece sacado de una versión chusca de Ricardo III. Apenas sale, no lo explota bien, y puede que para la tercera película le saque más brillo. Pero es que casi no pega: parece más un guiño al teatro inglés y al sarcasmo británico que a Tolkien, pero es un acierto al que Jackson no le saca suficiente. Por ahora.

Stephen Fry en The Hobbit

Stephen Fry en su papel de gobernador

Smaug persiguiendo a Bilbo por el interior de Erebor