Editores del mundo, echaos a temblar, autores, también, porque el negocio ya se escora tanto como el Titanic y empieza a copiar a la industria de la música. 

El descenso acumulado por la industria de libro en España, una de las más pujantes y que nutría muchas veces a toda América Latina está, como dice la frase popular, “cayendo cuesta abajo y sin frenos”. En 2013 el tajo ha sido del 9,7% con una facturación final de 2.708 millones de euros, es decir, 291 millones menos y un descenso acumulado ya del 20% (aproximado) en una década. No es tan apabullante como el de otros negocios (por ejemplo el de la prensa escrita, que ha perdido más del 50% de su potencial en apenas seis años), pero es especialmente trágico porque España se había convertido en un distribuidor principal de textos en español ya que las grandes editoriales nacionales eran muchas veces dueñas y suministradoras de las firmas latinoamericanas. Eso supone que o bien el mercado interior nacional se ha hundido sin remisión o que le están comiendo el negocio en América. Y eso supondría que su futuro es muy incierto.

La Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) es una institución gremial que protege con el celo de un Can Cerbero mitológico las cifras reales de ventas por títulos; nadie, o casi nadie, es capaz de adivinar las ventas reales, y sólo a través de las cifras generales o del volumen de facturación puede llegar a saberse cómo le va al negocio de la ficción y la no-ficción en España. Mal. Su presidente, Xavier Mallafré, adelantaba ayer durante la difusión de los datos de 2013 que los motivos pueden ser tan generales como particulares: la crisis económica en primer lugar, la caída del consumo individual y corporativo de libros. Las cifras son muy generales: en 2013 se vendieron 153,82 millones de ejemplares, casi un 10% menos, y que corresponden a las ventas de 76.434 títulos nuevos, también un 3,5% menos.

Tanto o más daño hace la caída del precio de los libros: la deflación en el sector empieza a pasar factura a la caja de negocios, ya que una simple rebaja de unos 30 céntimos por libro (en un solo año) supone pérdidas de casi un 2,4% final. La piratería también ha aumentado con el auge del libro electrónico, con una pérdida que supera ya los 300 millones de euros en un año. Más madera (quemada): el Ministerio de Educación ha recortado otra vez los fondos para compras de bibliotecas públicas, dejándolo en solo 30 millones de euros. Y sobre todo un nuevo enemigo, los recortes en educación que suponen caídas en la compra de libros de texto, con tajos gubernamentales de casi el 80% y más en apenas un par de cursos.

Hay para todos: las críticas internas dentro del sector son continuas, especialmente a la hora de señalar que no ha sido capaz de ajustarse a la nueva situación. Además están en guerra abierta con Amazon y con otras plataformas que puentean el viejo negocio editorial de toda la vida y estrangulan los beneficios. Y es que el formato electrónico ha llegado para quedarse, a pesar de que la sociedad todavía no lo haya convertido en el motor principal. Según el sector nacional es un “embrión” pero que les trae por el camino de la amargura. De momento no para de subir: un 8% en 2013 que sólo ha dado para 80 millones de euros, una mota de polvo comparado con el negocio general, apenas un 4% aproximado del total. No obstante sólo Reino Unido supera a España en el volumen de facturación. Es decir, América Latina. También es el sector que sufre la piratería de una forma más dominante: el formato pdf hace estragos y se dispara en los campos de ficción y no-ficción, pero no en los de educación y profesiones, donde la piratería es muy baja. Es decir, que los españoles prefieren piratear novelas que libros de texto. Algo es algo.