El séptimo volumen de ‘Kitaro’, la serie más popular sobre seres mitológicos japoneses, expende el universo de los yokais creado por Shigeru Mizuki a partir de la mitología japonesa. Un placer para la lectura y la imaginación.
‘Kitaro’ regresa, en esta séptima entrega de sus aventuras, repleto de yokais a cual más inverosímil: la niña de las nieves, el monje de las profundidades o el insoportable cabeza de huevo son sólo unos ejemplos. Kitaro demuestra estar en plena forma en estas diez nuevas historias. Inmensamente popular en Japón, donde no hay niño que crezca sin devorar sus aventuras, Kitaro es el héroe emblemático de una obra que se fija en los monstruos para hablar de los hombres. Nadie ha sido capaz de modelar una historia con la propia mitología nipona como el creador de este extraño niño entre dos mundo, Shigeru Mizuki.
La serie mantiene su delirio imaginativo de los volúmenes precedentes, una larga serie en la que Kitaro desarrolla nuevos y extravagantes talentos con los que enfrentarse a todo tipo de yokais, esos seres sobrenaturales que pueblan la trastienda de nuestro mundo, una mezcla de aventura bizarra, mitología sintoísta milenaria y la extravagancia llevada al extremo. En el primer volumen se narra el nacimiento de Kitaro, propia más del género de terror: último descendiente de una tribu de muertos vivientes, Kitaro nace tuerto y debe arrastrarse fuera del útero del cadáver de su madre, condenado a errar en un mundo que lo rechaza. Pero lejos de lo trágico Kitaro se convierte en el personaje principal de una serie rebosante de sutileza, humor negro, terror y comedia unidas.
El dibujante manco
Basta un pequeño detalle vital para darse cuenta de cómo fue la vida y la particular carrera artística de Shigeru Mizuki (1922-2015): era manco. Perdió el brazo durante la Segunda Guerra Mundial, en la que luchó en las filas del Ejército Imperial japonés. Con apenas veinte años es enrolado en el ejército japonés y enviado a la jungla de Nueva Guinea, en donde vivirá una auténtica pesadilla: contrae la malaria, asiste a la muerte de la mayor parte de sus compañeros y pierde el brazo izquierdo en un bombardeo. En 1957, tras una vida ya demasiado rica en recuerdos y heridas, inicia su carrera como autor de manga, convirtiéndose en uno de los grandes narradores de historias de su país. A lo largo de toda su obra, Mizuki no dejó de mostrar su profunda comprensión del alma humana y la empatía que siempre sintió por todas las formas de vida. Falleció en noviembre de 2015. La editorial Astiberri ha publicado ya los seis volúmenes que conforman esta autobiografía en blanco y negro.
Entre el lirismo, el cómic y la confesión, Mizuki traza el camino vital de un superviviente nato que con una sola mano y mucho ingenio fue capaz de ser un verdadero autor de culto en Japón gracias a obras como ‘NonNonBa’, ‘Operación Muerte’ o ‘Kitaro’. Shigeru Mizuki ha ganado el premio al mejor álbum en el Salón Internacional del Cómic de Angoulême 2007 por la citada ‘NonNonBa’, y el premio “Esencial Patrimonio” de la edición 2009 del citado salón galo, por ‘Operación Muerte’. También fue autor de la novela gráfica ‘Hitler’, sobre el ascenso, locura y caída del dictador nazi, de gran éxito en Europa.
Perteneció a una generación que por convicción nacional u obligado terminó luchando contra el mismo Occidente al que seduciría décadas más tarde con sus obras, de un trazo y estilo muy japonés pero impregnados de una carga visual y surrealista en ocasiones que le entroncan con los autores europeos. Es otro ejemplo de creador asiático que al abrirse al mundo termina por asimilar muchas otras obras, una repetición de Miyazaki, creador de ‘El viaje de Chihiro’ y que confesó su fascinación con el universo visual y simbólico occidental. En esta serie aborda su autobiografía desde su infancia hasta la actualidad. En los tres primeros volúmenes abarca desde la infancia a su experiencia en la Segunda Guerra Mundial, traumática y rompedora de su inocencia, víctima militar de aquel Japón militarista, imperial y que soñaba con conquistar China y toda Asia para crear una inmenso imperio racial en el que los japoneses dominaran la mitad del mundo.
De esos años, más la brutalidad de la guerra, surgió una mente de imaginación igual de cruda y surrealista que ha sido definido por muchos críticos como un Goya alternativo, con un estilo durísimo a pesar de estar suavizado para la industria del manga japonés. Porque Mizuki no escamita detalles grotescos a la guerra, un tema recurrente en la forma, el fondo y casi el ambiente tétrico de muchas de sus obras. De ese tiempo le quedó un profundo pacifismo y un visceral antimilitarismo que también son constantes en su obra, siempre con un tono tragicómico como clave para enganchar al público y que es uno de sus mayores logros.
También es un pilar fundamental algo que el viejo Japón no solía tener: empatía. En una cultura tan formalista y ceremoniosa, no tanto en los jóvenes pero sí en su generación, Mizuki siempre ha demostrado tener una compasión y comprensión por los demás que es vital en su vida y su carrera. Frente al horror reaccionó creando historias donde manda la comprensión y candor por los demás, un humanismo emocional muy intenso que le distingue de todos los demás, que se extiende también a los animales y la naturaleza. Ésas son sus claves: imaginación, emoción y humanidad.