Figura clave de la contracultura sueca y creadora del primer laboratorio de artes digitales de los países nórdicos, Charlotte Johannesson expone parte de su carrera en el Museo Reina Sofía de Madrid, donde fusiona los viejos telares tradicionales con la programación informática.

IMÁGENES: Museo Reina Sofía

Johannesson tuvo una idea metodológica: aunar una larguísima tradición, casi tan arcana como la propia civilización humana (el arte textil), con la programación informática y la creación digital. Para ella no son dos mundos aparte, separados por miles de años de técnica, sino dos formas de crear hermanadas por lo conceptual e incluso la metodología: en ambas elementos pequeños se hilvanan con precisión para tejer/crear/programar una obra nueva. La artista sueca ha fundado toda su carrera en un minucioso proceso de investigación en torno al color que luego representa en ambos mundos. Dos brazos, mismo cuerpo, podríamos metaforizar anatómicamente. La exposición del Reina Sofía ‘Llévame a otro mundo’ (desde el 7 de abril hasta el 16 de agosto de este año, en la Planta 3 del Edificio Sabatini).

En esta exposición, la primera monográfica de Johannesson en España, se incluyen piezas textiles de sus tiempos previos a la informatización, incluyendo cinco nuevas obras de creaciones ya desaparecidas y que realizó ex profeso para la exposición. Precisamente esta muestra empujó a Johannesson a reproducir nuevas piezas a partir de sus diseños digitales de los 70, creados a partir de un telar digital. Para la artista la exposición es una excusa perfecta para trazar un círculo completo de su carrera y poder mostrar al público el todo que expresa. En el Reina Sofía estos diseños gráficos se muestran en dos soportes: impresos sobre papel o con proyecciones, permitiendo así ver la experimentación de la artista con las imágenes y el color.

‘Autorretrato’ (1976)

Su obra es pionera en la programación informática como forma de arte, una sincronía original y rompedora de lenguajes diferentes, uno artesanal (más que artístico) y otro puramente tecnológico, pero ambos con el mismo objetivo. Su desarrollo es puramente binario, compuesto por 0 y 1, trama y urdimbre (ambos “tejen”). Johannesson saltó de uno a otro sin problema, de lo textil a lo digital. Lo hizo además de forma libre, autodidacta: se mantuvo al margen de las galerías y del circuito del arte, aliado con su marido, el también creador artístico Sture Johannesson, con el que abrió en 1966 Cannabis en Malmö, mitad galería y mitad taller psicodélico en el que reunió a lo mejor de la contracultura sueca de los 60 y los 70.

Su trabajo con los telares verticales recibió múltiples influencias de ese ambiente y de las tradiciones de su entorno: el perfil folklórico y político de la artista Hanna Ryggen, la propia contracultura contestataria de los 70 en todo Occidente, que la llevaron a cuestionar los cánones artísticos convencionales con tapices y la artesanía ligada, desde el origen mismo de Escandinavia, a las mujeres. A las técnicas milenarias le sumó motivos modernos: bebió del cómic y la actualidad de los medios de masas para crear sátiras como ‘I’m no angel’ (1974) o ‘Attack’ (1977). Al año siguiente de esta última obra entró en su vida algo que lo cambiaría todo: un Apple II Plus. Por decirlo de una manera sencilla: la revolución informática de Silicon Valley modeló también el arte de Johannesson, que encontró en aquel primer ordenador personal (con Steve Wozniak, Steve Jobs y compañía sentando las bases de la explosión posterior) un aliado.

Es más, la artista sueca habló directamente con los fundadores de Apple sobre la posibilidad de usar la informática vinculada a su arte y de ese choque de mundos nació Digitalteatern en Malmö entre 1981 y 1985. Su marido Sture se centró en la parte técnica y Charlotte creaba las imágenes; pero la ausencia en aquel tiempo de un software apropiado obligó a Johannesson a formarse por su cuenta para crear ad hoc su propia programación. A partir de aquí su carrera entró en una nueva fase, las gráficas digitales, con series como ‘Faces of the 1980s’ (retratos de Boy George, David Bowie o Bjorn Borg), ‘Me and my computer’ (1981-1986) y ‘Human med satellite’ (1981-1985), donde combina imágenes antagónicas, desde figuras mitológicas a referencias tecnológicas del siglo XX o autorretratos.

‘Magritte’ (1986)

‘Ronald Reagan’ (1981-1986)

‘Achtung, actions speak louder than words’ (1976)