Hollywood anuncia una secuela. Michael Douglas y Kathleen Turner despeñaron definitivamente su amor cayendo desde una lámpara de araña. Pero quedan sus hijos.
“¿Tiene alguna razón válida para querer divorciarse?”, pregunta el abogado Gavin D’Amato, interpretado por Danny DeVito, a un cliente. Quizás ante merezca la pena conocer la historia de los Rose. Oliver Rose (Michael Douglas) y Barbara Rose (Kathleen Turner) despeñaron definitivamente su amor cayendo desde la lámpara de araña de su mansión. ‘La Guerra de los Rose’ (1989), con Danny DeVito también detrás de las cámaras, se convirtió en un clásico, en la anticomedia romántica por excelencia, un filme no recomendado para ingenuos enamorados defensores del amor eterno.
Grey Eagle Films y el productor David Permut (‘Cara a cara’) han anunciado una próxima secuela. “Explorará, con mucha ironía, la parte más vulnerable de una familia problemática que, en esta nueva película, ha producido a un adúltero en serie, una sibarita glotón, una madrastra ultraprotectora y unos nietos muy afectados por la disfunción generacional”, ha explicado Permut en Deadline.
Turner y Douglas, que formaron una pareja demoledora en la película
‘La Guerra de los Rose’ está basada en la homónima novela (‘The war of the Roses’) de Warren Adler, publicada en 1981. El argumento estaba, a su vez, inspirado en una historia real que llenó páginas de periódicos en Estados Unidos en la década de los cincuenta: el agitado divorcio entre el empresario y periodista William ‘Billy’ Rose y su esposa Eleanor Rose. La prensa bautizó la ruptura de la pareja como ‘La Guerra de las dos Rosas’.
Adler no publicó, sin embargo, un único libro inspirado en los Rose. Escribió también en 1981 ‘The war of the Roses. The Children’. En el filme de Danny DeVito, ya aparecían, aunque con papeles muy secundarios, los dos hijos de los Rose: Josh y Carolyn. Adler indaga en las consecuencias de la traumática experiencia de sus padres en sus relaciones personales como adultos.
‘La Guerra de los Rose’ es una de las comedias más negras de la historia del cine con una visión demoledora de la vida en pareja y de ese concepto tan estadounidense y también, desgraciadamente, tan español en los últimos años llamado ascenso social. Casi dieciocho años de matrimonio, dos sobrealimentados hijos, una asistenta, una mansión, dos coches de lujo (un deportivo clásico y un todoterreno), dos mascotas (perro y gato) y dos brillantes carreras profesionales (abogado y restauradora) no han sido suficientes para evitar que el amor se escape.
-“Cuando te veo comer, cuanto te veo dormir, cuanto te tengo delante, me dan ganas de partirte la cara”, increpa Barbara Rose a un desconcertado Oliver Rose, que acaba de salir del Hospital. Las poderosas piernas de su mujer, gimnasta en la Universidad, han causado estragos en su espalda en un provocado arrebato sexual.
-“Venga, párteme la cara. Anda, ¿me quieres partir la cara?”, replica Oliver Rose.
Barbara se ha cansado.
-“Tuve el presentimiento de que habías muerto (…) Me asusté tanto”.
-“Bueno, ya no tienes que sentir medio”.
-“Me asusté porque me sentí feliz”.
-“¿Te sentiste feliz porque había muerto?”.
-“Me sentí feliz de ser libre, como si me hubiera quitado un peso”.
-“¿Cómo debo reaccionar cuando me dices que deseas mi muerte?”.
-“Creí que era importante decírtelo”.
No hay marcha atrás, el divorcio es un hecho y la lucha, la guerra de los Rose, no ha hecho más que empezar. Coches, mascotas y muebles de la mansión serán solo daños colaterales.
-“Una persona que hace un paté como este no puede ser mala”.
-“Eso depende de qué esté hecho el paté… ¡Buff!”.
Un diálogo, con una abrumadora Kathleen Turner, que ha quedado grabado en todos los espectadores que han visto ‘La Guerra de los Rose’, pero que es una simple anécdota cuando se analiza el amargo trasfondo de la película. ¿Es posible pasar del flechazo al odio en cuestión de años? Después de todo, sí. La misma pareja que se conoció pujando en una subasta de arte acaba colgada de una lámpara de araña y estampándose en el suelo. Ni siquiera al final hay perdón con la enérgica mano de Barbara Rose retirando de su hombro el brazo de su exmarido.
Danny DeVito
‘La Guerra de los Rose’ estuvo nominada por partida triple en los Globos de Oro, con candidaturas para Michael Douglas y Kathleen Turner, y tuvo una buena acogida en el Festival de Berlín. Supuso la tercera colaboración entre Douglas y Turner, una de las parejas cinematográficas con más química en los ochenta, tras las películas de aventuras de ‘Tras el corazón verde’ (Robert Zemeckis) (1984) y ‘La joya del Nilo’ (Lewis Teague) (1985), donde repitieron, respectivamente, en sus papeles del buscavidas Jack Colton y la escritora Joan Wilder. En ambos filmes también aparecía Danny DeVito.
Esa espectacular química se repite en los primeros minutos de ‘La Guerra de los Rose’. Nadie mejor que Michael Douglas y Kathleen Turner para hacer creíble un flechazo de película. Lo que nadie se esperaba es que esa bonita historia romántica se tornara en una ácida reflexión del amor. Y es que del amor al odio hay muy pocos pasos. Y algunos, ciertamente, inimaginables.
“¿Y la moraleja, aparte de que los amantes de los perros no deben casarse con los amantes de los gatos? No lo sé. Podía ser, divorcio civilizado es una expresión contradictoria”, resume Danny DeVito a un anonado cliente antes de atreverse a pedir la separación de su pareja. Los Rose ya no tienen solución. El cine nos mostrará próximamente qué fue de sus hijos: la segunda batalla de los Rose.