La astronomía y la astrofísica, en plena fiebre del oro que supondría encontrar planetas extrasolares capaces de albergar vida en otros sistemas solares
Por Luis Cadenas
Es la imagen definitiva del triunfo de la Humanidad: una nave espacial en la que viajan seres humanos llegando a un planeta donde no necesitan escafandra, donde hay agua e incluso algún tipo de vida vegetal o animal que permita establecer una base permanente e iniciar la colonización de una Tierra 2, Nueva Gaia, Nova Terra o como quieran llamarla. Es el horizonte final de un sueño de exploración científica con vistas a la expansión de ese virus llamado Humanidad por toda la galaxia. Sería, además, la versión más aceptable de los tres niveles de colonización del espacio. El primero serían las estaciones espaciales gigantescas que reprodujeran, gravedad incluida, las condiciones ambientales de la Tierra. Algo excesivamente caro y difícil de imaginar con la actual tecnología. Segunda opción: crear estaciones fijas en lunas o planetas donde, aprovechando la energía solar, térmica o atmosférica de ese lugar, se pudiera crear una base autónoma capaz de reciclar agua, oxígeno y alimentos. Tercera opción, encontrar por arte de magia un planeta extrasolar similar a la Tierra. Habría una cuarta, insinuada en algunas películas de ciencia-ficción, y que sería “terrificar” un planeta, es decir, tener una tecnología tan avanzada que fuéramos capaces de crear atmósferas permanentes para el sostenimiento de la vida humana. Algo igualmente lejano de la realidad tecnológica actual.
Pero como siempre, serán las máquinas las primeras en llegar. Decía un astrofísico recientemente que lo primero que verán los supuestos extraterrestres, en algún planeta supuestamente viable para la vida humana, serán nuestros Mecas, los super robots enviados desde la Tierra. La primera imagen de la Humanidad serán las máquinas que llegaran como avanzadilla, pacífica o violenta. Pero para eso hay que encontrar planetas extrasolares, un horizonte de exploración mucho más barato y que se ha convertido en estos años en un auténtico reto, un desafío y competición entre científicos de todo el mundo. Cerca del 25% de las estrellas semejantes al sol podrían tener planetas parecidos, más o menos grandes que la Tierra. Durante años un telescopio como el Keck de Hawaii, al servicio de la NASA, ha explorado más de 160 estrellas “amarillas” (como el Sol) y “enanas rojas”, las más viables de permitir la vida cerca de ellas y no carbonizarlas o congelarlas. Y el resultado del estudio ha dejado pasmado al público y ha hecho sonreír a los astrónomos que llevan años diciendo lo mismo: un 1% tiene planetas gaseosos gigantes del estilo de Júpiter; otro 7% poseían planetas similares a Neptuno, gigantes rocosos con una pesada y densa atmósfera; y finalmente, otro 12%, planetas denominados supertierras por su tamaño (de tres a diez veces la masa de nuestro planeta). Siguiendo ese ritmo, calculan que hay al menos un 23% de posibilidades de que haya Tierras ahí fuera, orbitando algún sol, a la distancia suficiente para que la temperatura no sea muy alta ni muy baja (problemas de Venus y Marte, uno demasiado caliente y tóxico y el otro demasiado frío cuando no recibe luz solar).
Actualmente sólo 22 de las estrellas investigadas tienen comprobada, por el rastro radiométrico, de luz o por pura deducción matemática, la existencia de planetas en órbita. Por ahora, y salvo la última noticia (desmentida luego por otros científicos) de que se había hallado una supertierra habitable, apenas hay 33 cuerpos planetarios reconocidos. Hay otros planes, como el proyecto Kepler, que busca en 150.000 estrellas el rastro de un planeta, y el cálculo es de al menos 100 planetas similares a la Tierra. Otra cosa es que sean habitables, tengan atmósfera y puedan colonizarse dentro de mucho tiempo debido a la increíble lejanía a la que se encuentran. Por ahora sólo tenemos una carta de la baraja: el Gliese 581 g, que orbita en la zona “templada” la enana roja Gliese 581. Habrá que tener paciencia, pero la carrera empezó hace nada y el hallazgo de una hermana gemela de la Tierra, con pruebas fehacientes, sería un golpe de efecto increíble para nuestro futuro como especie. De momento siguen adelante los métodos, desde la medición de la radiación solar de un cuerpo físico a los infrarrojos y las coronografías (medición de la corona de luz solar de un cuerpo). Soñar no cuesta, así que…