Baños romanos, The Circus, una abadía gótica y la declaración de Patrimonio de la Humanidad, una ciudad desconocida en España, célebre en el norte de Europa.

El legado romano llegó hasta las islas británicas. Los emperadores Julio César y Claudio impulsaron una conquista con resultados desiguales que no impidió estampar su presencia para la historia en ciudades como Bath, a orillas del río Avon. Britania no fue Hispania ni las Galias, pero el entonces avanzado estilo de vida de la sociedad romana se visualizó en las islas, pese a la hostilidad de sus moradores, en edificios civiles como las termas. Bath, rebautizada como Aquae Sulis por los conquistadores, es un claro ejemplo. Ubicada a apenas veinte kilómetros de Bristol, en el suroeste de Inglaterra, cuenta desde el año 1987 con el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad por, entre otras razones, su arquitectura romana. Las termas de Bath, alimentadas por tres manantiales de agua caliente, reciben cada año la visita de un millón de turistas procedentes de todos los rincones del planeta.

Salvo las piscinas del recinto, cuyo acceso al agua está prohibido, los visitantes pueden contemplar sin ningún tipo de restricción el resto del edificio. Ante sus ojos, surge un templo romano, dedicado a la diosa Minerva y anteriormente por los celtas a Sulis, que se encuentra en un buen estado de conservación y que ha sido reconvertido hoy en museo. Además de conocer los baños y el funcionamiento de las termas, los turistas tienen a su disposición representaciones de la vida romana en Britania. El museo incluye también piezas de casi dos mil años de vida, como 12.000 monedas, antiguas ofrendas a Minerva, protectora de Roma y diosa de la sabiduría, las artes y la guerra, y esculturas de los emperadores y de sus manos derechas en Britania, los gobernadores de la provincia. Junto a pasado, se encuentra un balneario moderno donde los visitantes pueden imitar el estilo de vida del Imperio Romano con la tecnología actual.

El itinerario turístico no se detiene en el templo y baños romanos. Bath destaca como uno de los mejores exponentes de la arquitectura georgiana, llamada así por coincidir con el reinado consecutivo en Inglaterra de los ‘cuatro reyes George (Jorge)’. Los edificios construidos en esta época (siglo XVIII y primer tercio del siglo XIX) suponen una espectacular revisión del clasicismo. La mayor contribución de la arquitectura georgiana en Bath supone el Royal Crescent, levantado entre los años 1767 y 1774 y compuesto por un conjunto de treinta inmuebles dispuestos en forma de media luna. No menos sorprendente resulta The Circus. Dividido en tres segmentos con la misma extensión, es un bloque de 33 viviendas edificado entre los años 1754 y 1768 y colocado a modo de círculo.

La arquitectura de los reyes Jorge obsequió también a Bath con el Pulteney Bridge, construido en 1773 sobre las aguas del río Avon y que ofrece una de las mejores panorámicas de una ciudad repleta de vida, pese a contar con 80.000 habitantes, gracias a los universitarios. Los jóvenes, los turistas y los residentes en esta localidad del suroeste inglés tienen una última parada obligatoria en la Abadía, de estilo gótico. Restaurada en 1860, asoma desde las termas romanas de una ciudad que respira historia en cada rincón.