Los superhéroes, y todas las circunstancias que les convierten en iconos visuales y literarios, pasan por el tamiz de un gran guionista de este arte, Grant Morrison, que los retrata en ‘Supergods’ (Turner).

Son ya símbolos, y abundan los ensayos que los referencian a muchas cosas: que si son iconos religiosos posmodernos, que sin han creado una nueva mitología laica y moderna, que si remedan a Jesucristo y los ángeles, que si son símbolos del poderío americano sobre el mundo… Pero en realidad son creaciones del cómic surgidas de la escuela americana de los años 30, cuando la Gran Depresión necesitaba ser paliada y los editores crearon a los superhombres justicieros que salvaban a los civiles inocentes. Y que hoy en día sirven de contrapeso mágico y espiritual en una civilización donde la lógica, la ciencia y el materialismo son los cimientos, para lo bueno, pero también para los malos detalles.

Se puede documentar su aparición: en 1938, cuando llegó a los kioscos el primer número de Action Comics, con las aventuras de un periodista miope y tímido, que bajo la camisa blanca llevaba una malla con la letra S. En pocos años, los cielos del mundo imaginario estaban llenos de mutantes, aliens y vigilantes: Batman, el capitán Marvel, Iron Man o los X-Men siguieron la estela de Superman para servir de escape y referente moral para varias generaciones de sacudidos niños. Morrison va algo más allá ylos convierte en ideas.

 

 

Gran Morrison es autor de los guiones de ‘All Star Superman’, ‘Animal Man’ o ‘Batman: Arkham Asylum’. En este ensayo él gira en torno a la “Idea”, es decir, los superhéroes como puntos de poder y referencia para el público, consciente de que son simples mortales imperfectos. Morrison repasa la historia de este género casi omnipotente durante décadas en el mundo del cómic, desde la llamada Edad de Oro (años 30-40, los inicios), la Edad de Plata (cuando aparece Marvel y revoluciona el panorama gracias a Stan Lee y Jack Kirby), y la Edad Oscura (no por calidad, sino por el “oscurecimiento” de los héroes para hacerles más siniestros, posmodernos y adaptados al nihilismo de los tiempos), capitaneada por el rompedor Frank Miller y los nuevos fichajes de DC como Alan Moore, Peter Milligan, Garth Ennis, Mark Millar, Warren Ellis o Neil Gaiman.

Para Morrison habría un llamado “Renacimiento” que superaría esta etapa oscura de los años 80 y 90, cuando los héroes eran más creaciones atormentadas y llenas de existencialismo que símbolos de superación. Los héroes vuelven a ser esos espejos en los que reflejarse, y ahí es donde Morrison se centra realmente. El siglo XXI es mucho más bondadoso, en el sentido de que el caos y los cambios acelerados reclaman de nuevo pilares fijos a los que asirse, no superhéroes de diván de psiquiatra intentado saber por qué son lo que son y donde el realismo y el sexo se comieron parte de la magia. Para cada tiempo y público, un modelo, y Morrison recupera el antiguo. Por el camino se cuela una visión muy personalizada del género, donde su infancia es el puerto del que sale su pasión, su carrera y su obra.