Nada menos que 95 años tenía Maureen O’Hara cuando nos ha dicho adiós; una de las actrices más sólidas, con más carácter y que mejor recuerdo artístico dejó en su etapa de auge, en la época del cine clásico, cuando era la pelirroja oficial de Hollywood.
Su mayor logro fue ‘El hombre tranquilo’, el gran clásico entre costumbrista, dramático y romántico que protagonizó con John Wayne y donde se comió al actor con su personaje, si bien es quizás una de las mejores películas de Wayne. No la mejor, desde luego, pero John Ford, el director, que trabajó con el pistolero durante décadas, supo exprimir a fondo a ambos. La pelirroja tumbó a Wayne. O al menos así lo recordamos los que hemos visto la película unas cuántas veces. O’Hara murió en su casa en Idaho mientras dormía. En vida recibió en 2014 un Oscar de Honor de la Academia. Trabajó con John Ford, Jean Renoir, Charles Laughton y Hitchcock.
Maureen, nacida Fitzsimmons y que siguió como O’Hara, nació en 1920 el corazón dublinés de Irlanda. Era más irlandesa que el arpa dorada y el ‘Oh Danny boy’ cantando en un funeral. Y siguiendo con el mito celta, era pelirroja y con los ojos verdes. Fue apodada “La reina del Technicolor” porque el color de su cabellera y sus ojos eran difíciles de ocultar o matizar con aquellos filtros que tendían a reforzar los tonos fuertes. Y aunque realizó decenas de películas se la recuerda sobre todo por sus contratos con John Ford. No sólo fue la gran Mary Kate Danaher en ‘El hombre tranquilo’, también apareció en el otro clásico ‘¡Qué verde era mi valle!’ de 1941 y en ‘Río Grande’, las tres bajo las órdenes de Ford y también con Wayne.
Charles Laughton convenció a la irlandesa para que fuera actriz con uno de aquellos contratos de larga duración que hoy son ya imposibles. “Condenada” a estar siete años con una productora, coincidió con muchos de los grandes que la ayudaron y la formaron. Su debut fue nada menos que con Alfred Hitchcock en ‘La posada de Jamaica’ en los años 30. Pero no sería hasta 1939 cuando llamara de verdad la atención en ‘El jorobado de Notre Dame’, precisamente con Laughton. También fue el momento clave: conoció a John Wayne, con el que entabló una gran amistad que le vendría de perlas para poder desarrollar su carrera. Wayne, que era un ultraconservador sin diplomacia encontró en el carácter irlandés de aquella mujer un buen contrapeso. También trabajó con otro gran derechista pero mucho mejor actor, Jimmy Stewart, y con su amigo “rojo” Henry Fonda, con Tyrone Power y Douglas Fairbanks Jr.
Espoleada por el éxito, se asoció dos años más tarde con su otro gran valedor, John Ford, que la contrató para que participara en ‘¡Qué verde era mi valle!’, que arrasó en los Oscar (cinco premios) pero que también inició su mala suerte con los premios. Entre otros filmes estuvo en ‘Simbad el Marino’ y ‘Esta tierra es mía’, así como infinidad de westerns, el género estrella de aquellos años en EEUU. Hollywood no fue capaz de reconocer su talento hasta un año antes de su muerte con aquel Oscar honorífico, aunque fuera una actriz mucho más que resultona en las más de 50 películas en las que trabajó. Era una de las grandes y lo que hoy llamaríamos “actriz de carácter”, no una simple impostura de diseño: llegó hasta el punto de que los guionistas hacían los personajes a su medida, con diálogos punzantes y llenos de una fuerza que otras actrices no conseguían.
‘El hombre tranquilo’
‘Río Grande’