Alberto Schommer fue el encargado de retratar (literalmente) la Transición y las nueva democracia española con su talento para la fotografía de retrato y en blanco y negro. Se va con él toda una tradición y uno de los máximos representantes de la fotografía del siglo XX en España. 

El vitoriano de nacimiento ha fallecido con 87 años dejando tras de sí fotografías icónicas de toda una época, la que va de los años 70 a principios del siglo XXI, el tiempo en el que se convirtió en el fotógrafo de cámara de la Transición española. Tuvo muchos enemigos en la profesión y también muchos amigos, tenía fama de carácter volcánico, sobre todo en los últimos años, cuando se le acusaba de haber sido “artista de camarilla del poder” durante los años de Felipe González y también con el PP. Cuentan que esa coletilla “de cámara” le enervaba especialmente, apegado siempre al Poder (con P mayúscula) pasara quien pasar por delante de su objetivo, ya fueran almas libres como el poeta José Hierro o próceres de la patria (con p minúscula). Fue incluso amigo del rey Juan Carlos I. Eso era como el pecado original.

Schommer soñó con ser pintor pero terminó en el estudio de su padre y el fotógrafo Dücker para ayudar. Cuando salió de allí ya era fotógrafo con talento innato. Ganó respeto de buen fotógrafo en el País Vasco y posteriormente marchó a París, donde trabajó ya en serio para agencias de noticias y de publicidad, hasta que conoció al modisto Balenciaga y su caché subió mientras daba imagen al inicio del poderoso sector textil que usaba la moda como acicate. Terminó por fusionar publicidad y fotografía artística en un solo cuerpo que sería su estilo durante su carrera. Se especializó sobre todo en el llamado “retrato psicológico”, una actualización del retrato de pintor de cámara al estilo de Velázquez, que era el auténtico maestro de maestros.

Por delante del objetivo de Schommer pasaron todos los que eran algo en aquella España que hizo aguas con la crisis económica y la mediocridad de la segunda generación de políticos de la democracia: Manuel Fraga, el cardenal Tarancón, Felipe González, los grandes intelectuales que habían sobrevivido al siglo (Alberti, Aranguren, José Hierro, muchos actores veteranos…). Retrataba a la vez un mundo se que se iba y otro que se adaptaba. Y como colofón, logró que El País (sobre todo) y el resto de medios de comunicación le encumbraran porque su estilo psicológico en elegante blanco y negro conectaba con la gente, como si fuera un pintor de corte que ahora dibujaba a la nueva España de la democracia imperfecta.