El próximo 25 de noviembre va a ver la luz ‘Prince4ever’, el primero de los muchos álbumes futuros que intentarán dar sentido a la carrera de un músico excepcional; y para completarlo, en 2017 se reeditará ‘Purple rain’.
NPG y Warner Music han anunciado la publicación de dos nuevos discos de Prince que honrarán su memoria (y la caja de ambos) con canciones inéditas del enorme legado de trabajos inéditos y versiones que dejó el pequeño gran músico al fallecer prematuramente el pasado 21 de abril. ‘Prince4ever’ es un doble CD que se publicará el 25 de noviembre y que incluye cuarenta canciones, entre ellas ‘When Doves Cry’, ‘Let’s Go Crazy’ ‘Kiss’ ‘Little Red Corvette’ ‘Purple Rain’ ‘Raspberry Beret’ ‘Sign O’ The Times’ ‘Alphabet Street’ ‘Batdance’ y ‘Cream’.
El álbum incluye ‘Moonbeam Levels’, una canción inédita grabada en 1982 durante las sesiones del disco ‘1999’. Asimismo contiene un libreto de doce páginas con fotos nunca vistas del prestigioso fotógrafo Herb Ritts. Paralelamente se anuncia la publicación a comienzos del año que viene de una reedición de ‘Purple rain’, un proyecto aprobado por Prince antes de su fallecimiento. Esta nueva edición, de uno de los álbumes fundamentales en la historia del pop, contiene el disco original remasterizado y un segundo CD con canciones inéditas.
Intentar resumir a Prince es complicado: renovador de la música negra, icono del pop, rival aparente de Michael Jackson (nacieron el mismo año) pero gran socio y comprensivo compañero de profesión en privado, rebelde con causa contra las discográficas pre-internet (llegó a cambiar su nombre por un icono entre 1993 y 2000 para poder publicar su música al margen de la industria), y sobre todo uno de los reyes de la música en EEUU durante el último cuarto del siglo XX y maestro durante este siglo. Para botón la canción ‘Purple rain’, una entre muchas más que demuestran su legado. Siempre fue un pionero, desde que arrancó en los años 70 y su explosión total en los 80 y su conversión en icono sin nombre en los años 90.
Sobre todo era talento puro, y una fuente casi inagotable. Componía en solitario y hacía todos los arreglos si era necesario, la cabeza le funcionaba a mucha más velocidad que la del resto: no paraba de crear y en su casa se acumularon cientos de temas de todo tipo que no veían la luz por falta de tiempo y dinero para producirlos todos. El resultado fue que, ya en 1977, en plena era todopoderosa de las discográficas (antes del casete, de los CD y de internet), Warner, harta de él, le dio carta blanca para que hiciera lo que le diera la gana. Y eso antes de cumplir los 20 años. Así de prolífico era el genio que hemos perdido todos. El resultado fue un ascenso meteórico coronado en 1984 con ‘Purple rain’, que también fue película, banda sonora y lienzo de una época, aquellos años 80 en los que reinó junto a Michael Jackson y Madonna, las otras dos caras de su tiempo.
La misma voz de falsete que ponía tan nervioso a muchos podía transformarse en un torrente mucho más grave si era necesario. Era pura ductilidad, capaz de cambiar de look por motivos del show de un año para otro. Todo lo que hizo Lady Gaga para alcanzar la fama ya lo había hecho Prince antes, incluyendo estéticas estrafalarias o cada vez más sofisticadas, como subirse a zapatos de plataforma para compensar su baja estatura. Tampoco se cortó con los tabúes de su tiempo: cantó a la normalización de la homosexualidad en los años 70 en canciones como ‘Controversy’, y creó una banda (The Revolution) que le seguía en los escenarios y que mezclaba blancos, negros, hombres y mujeres. Esa variabilidad incluyó todos los estilos posibles de la música: la paleta iba desde el funk al rock; navegó por todos los formatos y de cada uno de ellos dio buena cuenta. Salvo uno, el del hip-hop, donde no terminó de cuadrar: a fin de cuentas era un talento incubado alrededor del R&B.
Sobrevivió a la década mágica del 8 con la banda sonora de ‘Batman’, para empezar los 90 midiendo fuerzas con Warner Music, una guerra abierta entre industria y autor que sentaría cátedra y que daría pie a reinvenciones tan drásticas como eliminar su nombre y sustituirlo por un símbolo o el acrónimo “El Artista antes conocido como Prince”. Desconfiaba de la industria, y ésta no sabía bien cómo meter en la vereda de una industria organizada al artista, una brecha que cercenó parte de su carrera en los últimos 20 años. Ambos bandos perdieron. Lo que queda es “una salvaje mezcla de Jimi Hendrix y James Brown”, el autor definitivo, y por lo tanto influyente.