Las salas de cine reestrenan clásicos para tirar de la gente hacia las salas de cine, oportunidades únicas para poder disfrutar de la experiencia máxima de las salas tradicionales ahora que ha quedado claro que el futuro es el streaming. En las próximas semanas llegarán ‘Apocalypse Now’, ‘Dersu Uzala (El cazador)’ y ‘Origen’.

Abran la agenda: el 3 de julio se reestrena en salas española ‘Apocalypse Now’ (1979), ‘Dersu Uzala (El cazador)’ (1975) y ‘Origen’ (2010). Sucesivamente. Son los ganchos que han elegido las salas de cine para animar a la gente a volver, darle algo de oxígeno a un sistema que antes de la pandemia ya boqueaba pero que después del confinamiento ya ha quedado claro que tiene un futuro muy poco prometedor. Al menos en las actuales circunstancias. Es una oportunidad única para revivir la experiencia de un cine, y más de tres películas especialmente ligadas al impacto audiovisual y la música.

Porque no es lo mismo ver los helicópteros de EEUU atacar un poblado vietnamita al son de la wagneriana ‘Cabalgata de las Valkirias’ en un cine gigante que hacerlo en una televisión de 48 pulgadas en casa, por muy cómodo que estés. Tampoco lo es contemplar los paisajes siberianos de ‘Dersu Uzala’ con la mano maestra de Kurosawa arrullando al espectador, y mucho menos el juego de cajas chinas de Christopher Nolan y su celebérrima (e imitada) ‘Origen’, con la potentísima banda sonora de Hans Zimmer.

‘Apocalypse Now’ (Francis Ford Coppola, 1979). Volverá a las pantallas españolas el 3 de julio. El filme maldito, la proeza de Coppola, que casi le empuja al suicidio (ya es parte de la leyenda la imagen del director apuntándose a la cabeza con un revólver), un desatino donde todo lo que pudo ir mal terminó siendo peor, desde un ataque al corazón de su actor principal (Martin Sheen) a la tortura psicológica de un desfasado Marlon Brando que se inventaba los diálogos y le rompía el ritmo de guión y de rodaje a Coppola como si éste fuera su muñeco. Eso sin contar con el rodaje en medio de la selva, las enfermedades, la pesadilla logística o los helicópteros del ejército de Filipinas que de repente desaparecían porque el gobierno los necesitaba para bombardear (a imitación de la película) a guerrilleros rebeldes.

Para quien aún no la haya visto, el filme narra un episodio irreal durante la guerra de Vietnam, donde el joven Capitán Willard, un oficial de los servicios de inteligencia del ejército estadounidense, se le ha encomendado entrar en Camboya con la peligrosa misión de eliminar a Kurtz, un coronel renegado que se ha vuelto loco. El capitán deberá ir navegar por el río hasta el corazón de la selva, donde parece ser que Kurtz reina como un buda despótico sobre los miembros de la tribu Montagnard, que le adoran como a un dios. Ganó dos Oscars, tres Globos de Oro, la Palma de Oro en Cannes y arrasó en los BAFTA, los César y los David italianos.

La adaptación de Coppola del mito literario ‘El corazón de las tinieblas’ de Joseph Conrad bien que hizo honor a su título para el director y todos los involucrados. Casi parecía que el escritor se riera de todos ellos y les obligara a ese mismo viaje. El resultado sin embargo fue un clásico descomunal que ha envejecido más que bien y todavía supera en fuerza a la mayor parte de los filmes que se ruedan hoy con muchos más medios y tecnología. Gracias a ‘Apocalypse Now’ vimos el despertar de estrella de un jovencísimo Harrison Ford, la célebre escena de Martin Sheen imitando a un colgado cuando en realidad estaba igual de colgado (drogado), el personaje icónico de Robert Duvall (“Me encanta el olor del napalm por la mañana… huele… a victoria”), el fotógrafo ido sin remedio de Dennis Hopper y el mal sueño río arriba hasta llegar al calvo sublime de Brando jugando a las sombras.

‘Dersu Uzala (El cazador)’ (Akira Kurosawa, 1975). Reestreno para el 10 de julio y la oportunidad de ver una de las películas más simples y al mismo tiempo complejas de Akira Kurosawa, ganadora del Oscar a la mejor película extranjera en 1975 además de otro premio en Moscú (que para algo era un filme soviético) y otro en el David di Donatello como mejor director extranjero. Porque una de las particularidades de este filme es que se rodó en la URSS a mitad de los años 70 por un director japonés con guión de un soviético (Yuri Nagibin, con aderezos de Kurosawa), basándose en un libro ruso de Vladimir Arsenev y actores soviéticos. Un triple salto para alguien cuya sensibilidad artística iba por otros derroteros, pero un regalo para los amantes del cine que roza lo documental y se ata a los sentimientos universales y básicos de la amistad y el respeto al mundo.

El filme narra el viaje del capitán Vladimir Arseniev y su destacamento, encargados de realizar unas prospecciones geológicas en los bosques de la taiga siberiana. La inmensidad del territorio y la dureza del clima hacen que el capitán se extravíe. Condenado a vagar por una tierra salvaje, Vladimir encuentra a Dersu Uzala, un cazador nómada que conoce el territorio como la palma de su mano y sabe cómo afrontar las inclemencias del tiempo. Dersu enseñará a Vladimir a respetar la naturaleza y a convivir en plena armonía con ella, una lección que difícilmente olvidará el resto de su vida. En su momento fue una película ecologista (en un tiempo en el que eso era poco menos que marginal) que además ayudó al cine soviético a abrirse camino en el exterior.

‘Origen’ (Christopher Nolan, 2010). El 31 de julio llegará el tercer reestreno, el más cercano y uno de los pilares del actual endiosamiento de Nolan como director y guionista, ya que el filme emana directamente de la mano y la mente del británico. Un filme construido como una Matrioska: una trama dentro de otra, dentro de otra, dentro de otra… una larga cadena secuencial de sueños intercalados donde todo obedece a un trauma inicial que es lo que realmente importa. El mundo de los sueños como escenarios en los que se puede entrar incluso desde fuera, con una tecnología por llegar y que abre posibilidades narrativas inimaginables. Una demostración de control y talento narrativo que dejó boquiabierto a medio mundo, aunque no tanto como para arrasar en los Oscar (se llevó cuatro, todos técnicos), cuatro Globos de Oro (película, dirección, guión y banda sonora), tres Bafta y una larga lista de premios gremiales de EEUU.

Para quien no la haya visto antes, esta es la sinopsis: Dom Cobb (DiCaprio) es un experto en el arte de apropiarse, durante el sueño, de los secretos del subconsciente ajeno. La extraña habilidad de Cobb le ha convertido en un hombre muy cotizado en el mundo del espionaje, pero también lo ha condenado a ser un fugitivo y, por consiguiente, a renunciar a llevar una vida normal. Su única oportunidad para cambiar de vida será hacer exactamente lo contrario de lo que ha hecho siempre: la incepción, que consiste en implantar una idea en el subconsciente en lugar de sustraerla. Sin embargo, su plan se complica debido a la intervención de alguien que parece predecir cada uno de sus movimientos, alguien a quien sólo Cobb podrá descubrir.

La película que Carlos Boyero definió (en solitario) como “una de las más estúpidas” que había visto en su vida, creó por sí misma una categoría nueva en la ciencia-ficción y sirvió de base para muchos otros filmes posteriores. Ya saben que para gustos hay colores, que el gusto está hecho de mil hastíos y que no hay crítico de cine que no tenga manías persecutorias y juicios propios de fatua islámica, pero la película recaudó más de 824 millones de dólares en todo el mundo y sedujo a millones de personas en todo el mundo. El truco de Nolan, además de un guión que parecía salido de un relato de Philip K. Dick, consistió en alargar el climax hasta el punto de casi ser incapaz de controlarlo, con una resolución final que ha sido imitada incluso en episodios de los Simpson. Una obra pensada por y para engrandecer la ciencia-ficción y que Nolan usara la acción como una muleta para una premisa muy simple: se puede entrar en los sueños ajenos.