Arqueología, disciplina de tintes mágicos que con los años ha sido pasto del marketing y que ahora no para de explotar mitos en Europa: ahora en la “Atlántida de Split”.
La noticia saltaba el pasado 6 de julio, cuando un grupo de buceadores croatas alimentaba un poco más la espiral de las civilizaciones perdidas en Europa, uno de esos mitos que cada poco resurge con fuerza para deslumbrar. En el Viejo Mundo está todo muy trillado en la cronología oficial: Creta, Micenas, invasiones indoeuropeas, griegos, fenicios, celtas, romanos, germanos y se acabó la lista. Por supuesto también las culturas de la Edad de Piedra, en ocasiones megalíticas, como las de Malta o el oeste de Europa, pero al final era un mundo cerrado donde todo estaba más o menos bien delimitado. Cuando a partir del 2.000 antes de Cristo, más o menos, los indoeuropeos comenzaron su gran migración de conquista hacia el oeste, el sur y el este desde las estepas de lo que hoy es el sureste de Rusia, daba inicio a una nueva era que sepultó muchas culturas. Y de esa oscuridad nacería un mito incombustible y que a duras penas se sostiene de manera real, el de la Atlántida, que ha sido recuperada de nuevo por lo que han encontrado en la costa croata. Los atlantes no descansan nunca.
Uno de esos rastros lo ha encontrado ese grupo croata que halló una estructura claramente humana de bloques regulares de piedra conformando un camino artificial que está bajo el mar Adriático, a una profundidad de unos 20 metros y a 8 km de la costa dálmata entre Split y la isla de Brac. El ancho del camino es de 7 metros y es perfectamente visible para un submarinista de bajura, hasta el punto de que se ha calculado que tiene un km de longitud “a simple vista”, con lo que no se duda que podría extenderse aún más. Automáticamente los nervios mediáticos que suelen acompañar este tipo de hallazgos se desataron: la “Atlántida croata”, “una nueva cultura perdida”, “anteriores a Grecia y Roma” (como si eso las legitimara un poco más), “muestras del pasado más arcano de Europa”… y así toda una larga lista de pulsiones de marketing arqueológico que están ya más que explotadas.
La “vía artificial” hallada en el fondo marino cercano a Split y la isla de Brac
Pocas ciencias son tan potencialmente mediáticas como la arqueología. Las razones hay que buscarlas en la pasión por lo desconocido de aquella Europa decimonónica que impulsó el rastreo total en Grecia y Egipto, en Palestina y Oriente Medio, que refinó su gusto paleontológico abriendo cuevas primitivas como Altamira y que convirtió a Stonehenge en un lugar místico moderno. Si a eso le sumamos el infantilismo arqueológico de películas como Indiana Jones (que empujó a más de uno hacia la universidad para emularle, mente infantil mediante), repetido mil veces en otras tantas películas y series de TV (Lara Croft, por ejemplo), obtenemos el cóctel perfecto para cierto grado de histeria colectiva.
Pero todo lo que ocurre alrededor de Split tiene muchas sombras. La zona fue poblada de manera masiva desde los tiempos previos a las invasiones aqueas que conformaron la base cultural griega, la primera gran oleada indoeuropea junto con la de hititas e indoarios en la India. Los ilirios fueron uno de los primeros grandes pueblos organizados en poblar la zona dálmata, que ya había tenido presencia humana desde épocas prehistóricas, incluso con yacimientos de neandertales. Pero serían los ilirios los primeros, que darían nombre a la gran región romana; antes de eso los griegos ya habían establecido colonias y fue zona de frontera y paso entre Italia, Grecia y el oscuro norte de la gran región balcánica durante siglos antes de que Roma la conquistara al inicio de la era cristiana. Al ser zona mediterránea la parte dálmata de Croacia siempre ha sido permeable a todo tipo de influencias y culturas, y era zona conocida y transitada desde el principio de la Historia.
Mapa de Google con Split y Brac
Esto daría pábulo a las ideas de una nueva cultura europea perdida, pero los académicos croatas no lo tienen tan claro. Según los buceadores, “son piezas regulares y horizontales dispuestas como un largo camino” que quizás estuvo sobre la superficie del mar en el pasado, o al descubierto con la marea baja. Los arqueólogos croatas ya están sobre la zona para poder determinar qué es ese camino, que casaría con otros yacimientos extraños anteriores de los Balcanes. Porque las sombras se extienden un poco más: hace apenas un par de años se habló de pirámides en Bosnia que habían pasado desapercibidas como colinas cubiertas de vegetación durante siglos, y no hace mucho, también en la costa dálmata, se encontraron círculos regulares que siguen sin tener una explicación clara. Ni datación. Pero el recurso al mito de la Atlántida es ya continuo en Europa: cualquier yacimiento submarino o costero que se salga de lo geológicamente natural ya es bautizado con una palabra que cada vez se aleja más de lo real.
Las múltiples Atlántidas europeas
Cádiz, Sevilla, Cuba, las Azores, Canarias, Irlanda, el Adriático, la isla de Thera… candidatos hay, y muchos, a ser el verdadero lugar de la Atlántida, el mito pedagógico que usó Platón para alertar a los gobernantes y discípulos sobre la avaricia y la ambición desmedida. Según el texto, la Atlántida era un imperio gigantesco en forma de isla que tenía colonias por todo el mundo conocido, una cultura muy anterior a Grecia y casi a Egipto, que era para los antiguos griegos como la primera gran civilización posible. Según Platón, en uno de sus viajes a Egipto, un grupo de sacerdotes le desveló la historia de la Atlántida, cuyos gobernantes lograron que tuviera un grado de desarrollo muy superior al conocido, y que se creyeron los reyes de la creación, de tal forma que los dioses decidieron castigar su soberbia, vanidad y avaricia destruyendo y hundiendo la gran isla entre volcanes y tsunamis. Así que se supone que la Atlántida sigue allá abajo, en algún lugar del mar, esperando ser descubierta.
La Atlántida reconstruida digitalmente según los datos de Platón
Lo que fue un simple mito utilizado hábilmente por Platón para servir de ejemplo moral se convirtió en algo supuestamente real. Vaya por delante que Platón no volvería a usar ese mito nunca más, y que es seguro que fuera incluso inventado por el filósofo para servir de ejemplo negativo en su búsqueda del rey-filósofo, concepto básico de su filosofía política junto con su particular sistema de gobierno comunitario descrito en ‘La República’. Pero el mito creció y creció, su ejemplaridad moral era muy buena y sería usado luego por muchos otros filósofos y autores, incluyendo la Edad Media, donde sería transmitido hacia la modernidad en forma de leyenda que muchos han considerado cierta. Intentar explicar cómo un viejo texto falso de un filósofo acostumbrado a trampear políticamente como Platón se convirtió en una historia con visos de realidad es algo que sólo la imaginación y la fantasía pueden entender.
Y sin embargo, persiste a pesar de las múltiples pruebas en su contra. Por ejemplo las de algo tan contemporáneo como el sistema de cartografía Google Earth y el Google Ocean (su equivalente de los fondos marinos), que desde su aparición han hecho añicos uno tras otros todos los supuestos restos artificiales de los fondos marinos. Cuando no eran fallos del sistema eran contaminación visual de los sónares usados para cartografíar el suelo marino. Pero lo cierto es que el mito persiste a pesar de que decenas de satélites han rastreado sin descanso cada km cuadrado de la Tierra sobre y bajo el mar.
¿Fue la Atlántida en realidad Tartessos, Thera o Irlanda?
Así que si no existe de forma real, quizás habría que intentar explicarlo desde el punto de vista histórico. Así pues, culturas como Tartessos en el extremo oeste del Mediterráneo o la cultura minoica de Thera (actual Santorini, en el mar Egeo) fueron las candidatas perfectas para arqueólogos alemanes, españoles, británicos y norteamericanos. En realidad la Atlántida estaba basada en estas culturas que en la era de Platón eran ya legendarias, y cuya riqueza y sofisticación había sido tan mitificadas como sus oscuros finales. En el caso de Thera incluso era casi paralelo: esta rica isla comercial estaba a las faldas de un volcán latente que al entrar en erupción superó con creces los récords de virulencia y, además de reventar la isla entera y convertirla en una laguna interior y carbonizar casi todo alrededor, creó un “invierno nuclear” por la enorme cantidad de ceniza y materiales lanzado a la atmósfera, capaz de cambiar el clima durante años en todo el Mediterráneo oriental.
Thera (Santorini) en la actualidad, con la gran laguna interior formada al romperse la isla por la explosión volcánica, junto a restos de la cultura minoica local
Pero durante los últimos años ha habido de todo, incluyendo teorías rescatadas como que las islas Canarias son las cimas de los montes atlantes y que los nativos canarios (guanches) habían sido los supervivientes reducidos a un estado primitivo, o algunas algo más contemporáneas como que Cuba y las culturas precolombinas caribeñas eran el rastro cultural que marineros egipcios y fenicios habían encontrado (porque habían surcado el Atlántico hasta América, lo cual ya es rizar el rizo de las suposiciones), o incluso los que, más recientemente (año 2004) creían que en realidad la Atlántida era Irlanda. Según el geógrafo sueco Ulf Erlingsson, tanto los cálculos de volúmenes, descripciones y datos concretos del texto de Platón coinciden con Irlanda.
Según Erlingsson, Irlanda “tiene 300 millas (482 kilómetros) de largo por 200 (321 kilómetros) de ancho y es más ancha en la mitad. Ambas tienen una llanura central rodeada de montañas”, igual que los datos atribuidos a la Atlántida. Según él, el mito del hundimiento sería una mala ubicación de lo que ocurrió con el destino del Dogger Bank, un banco de arena aislado en el Mar del Norte, a unos 100 kilómetros al noroeste de la costa de Inglaterra, que se hundió después de ser golpeado por una gran inundación alrededor del año 6100 a.C. Así, el mito irlandés de la isla hundida habría pasado de una cultura a otra hasta llegar a Platón. Erlingsson va más allá y estipula que los monumentos megalíticos típicos del oeste de Europa son en realidad restos atlantes que coincidirían con el gran imperio forjado por esta isla, así como yacimientos humanos en Irlanda que tienen más antigüedad que las pirámides de Egipto.