Dos noticias de lo que se sucede sobre nuestras cabezas: un pulsar junto a un agujero negro y un desconcertante cuerpo estelar con forma de pluma de bádminton.

Juntar dos cosas tan antagónicas como un púlsar y un meteoro tiene su razón: son excepciones, descubrimientos raros y particulares que demuestran que el universo no deja de ser una caja de sorpresas infinita. Dos equipos bien diferentes, uno español y otro norteamericano, han desarrollado métodos de observación que dan como resultado un capítulo más de la astronomía.

En el primer caso nos centramos en un equipo internacional organizado por el CSIC español, máxima institución española en ciencia (y al borde de la quiebra técnica en más de una ocasión por el recorte de fondos del gobierno conservador del PP), ha descubierto el púlsar más cercano a un agujero negro supermasivo conocido hasta el momento, el SGR J1745-2900, localizado gracias a una emisión de rayos X proveniente desde Sagittarius A* (Sgr A*), el agujero negro supermasivo que reside en el centro de la Vía Láctea, a unos 26.000 años luz del Sistema Solar. El trabajo de monitorización se hizo a través del observatorio espacial Chandra de la NASA, construido para captación de emisiones de rayos X.

 

SGR J1745-2900

Localización (vía Chandra-NASA) y representación artística del binomio púlsar-agujero negro 

El detector de la emisión fue el satélite Swift, que primero fue considerada una simple llamarada de energía desde el centro de la galaxia, un gran cúmulo de material en formación que bien puede generar esas emisiones. Más tarde el equipo de seguimiento se percató de que había otra emisión cercana al origen de la primera que era similar a la que genera una estrella de neutrones de campo magnético intenso, denominados magnetar. Así fue cómo se localizó SGR J1745-2900, un púlsar “joven” que se comporta como un magnetar que gira sobre sí mismo cada 3,76 segundos. Sus circunstancias hacen pensar que quizás esté orbitando alrededor de un agujero negro que estaría entre 0,3 y 6 años luz. Un suspiro en dimensiones galácticas y que es el verdadero hallazgo: dos fenómenos tan divergentes que estén tan cerca.

A partir de aquí el equipo del CSIC estima que puede haber más púlsares que se comporten como magnetares, especialmente en el corazón de la Vía Láctea, un gran cúmulo de estrellas supermasivas y donde la densidad de material es como un gran horno de formación. En esas condiciones puede que el raro binomio púlsar-agujero negro pueda repetirse en más ocasiones, lo que haría cambiar parte de lo que sabemos sobre estos particulares cuerpos celestes.

 

Un meteoro como una pluma de bádminton

El otro punto extraño del día es el nuevo cuerpo descubierto por los astrónomos que forman parte del equipo de seguimiento del telescopio Hubble (NASA y ESA), que han localizado un objeto en el cinturón de asteroides que separa los planetas internos (Mercurio, Venus, Tierra y Marte) de los externos y gaseosos (Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, el planetoide Plutón y la miríada de satélites de los anteriores). Su apariencia es la de una pluma de bádminton que rota sin cesar sobre su eje.

Un asteroide es un cuerpo rocoso en órbita a otro cuerpo más grande y con mayor campo gravitatorio. De lo contrario se convierte en un meteoro, un vagabundo estelar que surca el vacío hasta que es atraído por otro cuerpo o bien lo encuentra en su camino. Por ejemplo, la Tierra, que es bombardeada cada día por cientos de pequeños meteoros que se descomponen al rozar la atmósfera. Si hay suerte. Cuando los astrónomos los enfocan con sus telescopios se convierten en pequeños puntos luminosos que reflejan la luz solar. Sin embargo, el nuevo cuerpo, bautizado como P/2013 P5, es diferente: tiene seis colas de cometa de polvo que irradian al girar con el asteroide como si fueran las prolongaciones de una pluma de bádminton.

Fue en agosto cuando los miembros de la misión Hubble se dieron cuenta de su existencia y su originalidad. Nunca antes se había visto nada parecido. Un asteroide con forma de cometa de varias colas. El Hubble obtuvo imágenes este pasado mes de septiembre y ya no era igual que la primera vez que se había visto en marzo desde un telescopio en Hawaii. Ahora las colas eran mucho más abiertas y dejaron a los astrónomos sin saber muy bien por qué se comportaba así. Porque no lo hace como lo haría un asteroide.

Las explicaciones más plausibles son múltiples. Una “sensata” es que el cuerpo haya empezado a girar con tanta fuerza sobre su propio eje que su superficie empezara a disgregarse y saltar al espacio y creara esas colas de cometa, con erupciones intermitentes que generarían sucesivas “colas de bádminton” a su alrededor. El seguimiento ha demostrado que este proceso se ha reproducido durante cinco meses y que los cambios son vertiginosos: apenas dos semanas y ya hay cambios en las formas de la cola. Si se demuestra que la emanación de polvo estelar proviene de su ecuador significaría que el asteroide puede romperse en cualquier momento.

 

Imágenes reales del asteroide y la evolución de las colas de cometa