Una de las mejores instituciones científicas del mundo selecciona a los cuatro mejores investigadores españoles, el futuro de la Ciencia, mientras que en España la investigación se viene abajo por la falta de fondos.

Por Marcos Gil

EEUU, una sociedad moralmente conservadora e hipócrita pero sociológicamente moderna y práctica, ha otorgado el reconocimiento a cuatro científicos españoles (a Simón Méndez-Ferrer, Óscar Fernández-Capetillo, Rocío Sotillo y José Luis García Pérez) por su labor y proyección en la investigación, que se presuponen los arietes de la ciencia española, de capa caída y camino de la rendición incondicional a las miserias económicas del día a día. Lo ha hecho a través del Instituto Médico Howard Hughes (EEUU), uno de los más prestigiosos en el campo biomédico, que este año ha decidido conceder becas especiales de 650.000 dólares a los proyectos y perfiles más interesantes que hayan enviado sus informes. Un premio internacional a los más avanzados y clarividentes. Y una forma, por supuesto, de hacer una lista para la futura fuga de cerebros que sigue aniquilando las filas españolas. Porque las mentes más brillantes se van, atraídas por la recompensa económica, profesional y sobre todo la promoción de una sociedad que apuesta por ellos. Eso aquí es desconocido.

Para entender la excelencia de estos cuatro españoles hay que saber en qué punto científico está España. En una sociedad civilizada el conocimiento es, como decía Bacon, una forma de poder muy importante. El más importante de todos. La vara de medir universal del grado de desarrollo social siempre ha sido la cultura y el conocimiento implícito en ella: ciencia, artes, letras, tecnología. Pero la ciencia, en algunos sitios, es sistemáticamente expulsada a la marginalidad, fuera de lo importante. No hay futuro en un país que sólo piensa en las migajas de pan del día siguiente, sin mirar al futuro, y en recolectar jubilados como si fueran ganado.

Óscar Fernández-Capetillo

De los más de 700 participantes de este año, la institución ha premiado a Simón Méndez-Ferrer, Óscar Fernández-Capetillo, Rocío Sotillo y José Luis García Pérez, que entrarán a formar parte de su red de investigadores junto con otros 24 afortunados de todo el mundo. En la presentación internacional de los resultados de las becas, Robert Tjian, presidente de la institución, aseguró que “estas personas son las que, de aquí a 10 años, esperamos que sean los líderes científicos en sus países”. A muchos en España eso les suena a chiste. Todos tienen en común un punto clave, porque nada cae de regalo: se formaron, en parte, en EEUU. Era requisito para presentar candidatura en esta primera edición de los premios International Early Career Scientist, una convocatoria que supone la internacionalización de la red de investigadores de la prestigiosa institución estadounidense, que ha decidido buscar el talento científico fuera de sus fronteras.

Uno de los elegidos, Fernández-Capetillo, perteneciente al Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), lo resume muy bien: “Ellos creen que si tú haces las cosas bien, de manera original y hay poca gente que se dedica a eso mismo, mereces un reconocimiento y te dan un ‘cheque en blanco’. Esto es muy distinto de lo que sucede en Europa”. Con reservas, porque este mismo sistema se usa ya en Reino Unido y otros países que derivan sus sistema científico hacia el  modelo liberal y abierto de EEUU, mucho menos burocrático y constreñido en el campo privado, el gran ausente en España, por ejemplo. Eso incluye la capacidad para redistribuir el presupuesto de la beca, usarlo como ellos crean más necesario, incluso variar los caminos de la investigación, siempre y cuando salgan adelante. Fernández-Carpetillo no se cortó, y el diario ‘El Mundo’ recogió palabras que deben doler mucho en el CSIC y la Administración: “La ciencia en España está para pegarse un tiro en el pie y salir corriendo. Yo soy un privilegiado, trabajando en el CNIO, pero hay una generación entera de científicos que no va a poder volver porque aquí nadie invierte en crear, sólo en gastar”.

Simón Méndez-Ferrer 

 

Los cuatro españoles

Rocío Sotillo trabajaba en Italia en investigación de terapias contra el cáncer; cuenta con una subvención oficial de 1,5 millones de euros del European Research Council (ERC) con sus investigaciones en el European Molecular Biology Laboratory. Simón Méndez-Ferrer estudia las células madre adultas, sus mecanismos en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC). Mientras que José Luis García está en el mismo campo, pero trabaja en las células madre embrionarias y su comportamiento con vistas a futuros tratamientos médicos de todo tipo. Depende de la Universidad de Granada y la Junta de Andalucía a través del centro Genyo. En su haber cuenta con descubrimientos en este campo que han sido claves para que la beca recayera en él. Y Óscar Fernández-Capetillo, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).