Ponferrada es algo más que un castillo medieval y capital de un región entregada a la minería y al vino. También fue la ciudad donde la industria del carbón y la energía térmica dio sus primeros pasos en España. Su historia ha quedado recogida en museo pequeño pero espectacular.

Pongámonos en perspectiva. Ponferrada, cabeza de El Bierzo, fue el punto principal de paso de los cargamentos de carbón de las cuencas mineras que bordean la provincia de León por el norte y que conectan con las minas de Asturias, donde la cultura del carbón también forjó comunidades, costumbres, economías y comportamientos. Tanto que durante algún tiempo algunos soñaron con convertir El Bierzo en una segunda Vizcaya. De haber salido bien habría sido un motor económico para todo el noroeste del país, un referente cultural, social y político. Aquel sueño terminó hace muchos años. Pero uno de sus puntos principales fueron las instalaciones que tuvo Endesa en las afueras de la ciudad, una central termoeléctrica pionera nacida a principios de siglo para aprovechar el carbón para generar energía eléctrica. Por eso toda la instalación recibe el nombre de ‘La fábrica de luz’ y que ahora conforma el Museo de la Energía.

El Museo de la Energía es en realidad la adaptación para divulgación científica de la antigua central térmica de la Minero Siderúrgica de Ponferrada. Nunca hubo en España una clara voluntad de contarle a las generaciones actuales cómo funcionaba la industria. Muchas de las antiguas fábricas hoy son apartamentos, museos de arte o espacios para tiendas de lujo o zonas recreativas. Pero en Ponferrada el gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero intentó algo mucho más ambicioso: no sólo iba a ser un museo, también quería (pretendía) ser un centro de investigación de nuevas energías que, como casi todo lo político en España, quedó en el aire y luego en un cajón. De aquel proyecto más grande de momento queda el museo, que con cuatro años de vida ya es un atractivo más aparte del famoso castillo. También opera como institución educativa, ya que ofrece talleres, cursos y conferencias, siempre alrededor de la energía.

Visión exterior del Museo de la Energía (en primer término, la Nave de Calderas y de Turbinas) Foto: Españaescultura.es

La recuperación de las instalaciones fue galardonada con un premio de la Unión Europea por su capacidad para, conservando al máximo las instalaciones de la vieja central energética, edificar un museo que explica paso a paso cómo la extracción del carbón culminaba en forma de energía eléctrica que incluso era vendida al resto de España. La central operó entre 1920 y principios de los años 70. El abandono era total y en gran parte las instalaciones quedaron arruinadas, hasta que el Estado decidió darle un nuevo enfoque. El museo explica detenidamente, paso a paso, y con testimonios directos de los antiguos trabajadores y residentes vinculados al trabajo de la central (merece la pena escuchar los paneles interactivos protagonizados por esos mismos ex trabajadores), cómo funcionaba el proceso de generación de energía. Arrancaba con la llegada de los trenes carboneros para descargar en un sistema de distribución del carbón hacia la Nave de Calderas donde grandes hornos lo quemaban, el cual producía calor y vapor, que a su vez era canalizado hacia la Nave de Turbinas para alimentar estas máquinas que generaban electricidad. Luego ésta era aumentada por los transformadores y distribuida por la red eléctrica. La central empezó para servir a la zona occidental de la provincia para pasar a alimentar también a otras regiones.

Todo el recorrido está perfectamente contextualizado con paneles informativos, interactivos, vídeos, efectos de sonido y luz, indicaciones y, sobre todo, la propia estación. Impresiona ver el tamaño de las calderas y las turbinas, cómo aquel proceso tan sencillo permitió a una región entera conseguir energía a partir de las minas. La vida del minero se puede entender también en los primeros pasos de la visita, cuando se ascienden las escaleras de acceso principales y se pasa junto a un aspecto curioso para quien no conozca la mina: los vestuarios de los mineros no eran como los de cualquier empresa, en taquillas, sino que se colgaban del techo por ganchos unidos a poleas; todo, desde las botas a los monos de trabajo, otras ropas, cascos y protecciones, quedaban en lo alto de los vestuarios porque en las minas hay poco espacio y hay que agudizar el ingenio. Un consejo: vayan con alguien de familia minera o conocimientos. No se arrepentirán.

Pero no se trata sólo de cómo era el proceso químico, geológico y técnico para transformar piedras negras que manchan todo lo que tocan en energía eléctrica. Se trata también de la influencia que tuvo en toda la región de El Bierzo. Para una región como ésta fue una tabla de salvación que no se había visto desde los tiempos de la fiebre del oro de los romanos en la Médulas. Ya entonces la minería y el Bierzo estuvieron unidas; más tarde, durante los siglos posteriores, toda la gran cuenca natural fue lugar de campesinos y ganaderos, pero con las luces de la primera Revolución Industrial el carbón pasó a ser el nuevo oro sobre el que se edificarían las inversiones de muchos industriales (sobre todo vascos) y gobiernos que vieron en ese negro material el futuro. Hoy ese horizonte del mañana ya es el ayer lejano: vivimos en la fase final de los hidrocarburos y el carbón hace mucho que dejó de ser vital para la economía, pero conocer ese pasado es fundamental para entender cómo funciona la industria que condiciona nuestro mundo.

Los tres bloques del Museo de la Energía:

Muelle de Carbones. No es la parte más espectacular pero sí el punto de partida donde el visitante puede ver una réplica (con efectos de humo y sonido incluidos) de los trenes carboneros que llegaban desde las cuencas mineras por una vía especial. Dentro del edificio, el tren descargaba el carbón en el sistema de rampas y lavadero que distribuían el carbón por un sistema de cintas transportadoras después de caer por la pendiente para aprovechar la fuerza de la gravedad y ahorrar personal con palas. Las cintas llevaban el carbón hacia la siguiente fase de la central. En los paneles y vídeos se explica cómo la central y la cuenca minera cambió para siempre toda la región. También con nostalgia, porque los encargados de dar voz son los hoy jubilados y ancianos que trabajaron en esta central durante gran parte de su vida.

Tres imágenes de las calderas: desde abajo, desde arriba y parte de la instalación del edificio

Nave de Calderas. Esta parte se levantó en los años 20 del siglo pasado. Hubo una ampliación en los años 40 para adaptarse a las nuevas necesidades. En realidad el edificio es una simple coraza alta y sólida de ladrillo y cubiertas que ocultan las enormes calderas donde se consumía el carbón para calentar el agua, generar vapor de alta temperatura y presión que iría hacia las turbinas. El edificio-armazón es muy alto, de tres niveles que puede visitarse a pie de suelo y por una pasarela que vuela por encima de las calderas para ver en su tamaño real. Merece la pena ver una de las secciones cortadas que permite meter la cabeza en el lugar donde se quemaba el carbón. Es tal el calor que las paredes se llenó de escoria y materiales fundidos hasta el punto de que es una capa rugosa que se asemeja a una caverna.

Nave de Turbinas. Más pequeño que el resto, pero vital. Y muy importante: aquí era donde más calor se producía ya que las tuberías que llegaban con el vapor y el agua a gran temperatura no iban cubiertas, de tal manera que en la sala de turbinas se podían alcanzar temperaturas por encima de los 50ºC. Según las propias palabras de los ex trabajadores en los vídeos el récord estuvo en 54ºC. El edificio sí necesitó de más materiales: destaca la gran luminosidad por el número de ventanas y claraboyas, los azulejos blancos (la cerámica es un estupendo aislante y era necesario encapsular toda la instalación) y el espectáculo de ver las gigantescas turbinas. Una de ellas abierta para que se pueda ver su estructura interior.

Nave de Turbinas desde el nivel de abajo: en primer término, una de las turbinas