El Parque Nacional de Sierra Nevada es un rastro de un mundo alpino de suizos, quesos y estaciones de esquí pero con un acento andaluz que une como pocos lugares naturaleza y vida humana, el entorno perfecto para aprender a amar la madre tierra.
Los Alpes, y casi todas las grandes cordilleras que enhebran el sur de Europa son el resultado de una colisión desmedida entre dos placas, la africana y la europea. El resultado fue un pliegue desmedido de gran parte del fondo de mares intermedios, lagos y lechos subterráneos que se elevaron durante miles de años para conformar un larga cadena que va desde Cádiz hasta los Cárpatos. En el extremo más occidental de ese gran arco que se desdobla en varias ocasiones está Sierra Nevada, un pedazo de mundo alpino en el corazón interior de Granada y Almería, tierras blancas de corzos y estaciones de esquí que consiguen el efecto sugerente de que un viajero pueda esquiar a primera hora de la mañana y bañarse en las cálidas aguas del Mediterráneo después de comer. Y sin apenas viajar 40 km.
Tartessos, fenicios, griegos, cartagineses y romanos poblaron estos entornos, pero sin duda, fueron los árabes los que dejaron un importante legado, que aún perdura en la arquitectura y los sistemas de regadío, como las acequias, siempre alrededor de la Alpujarra, zona de casas blancas que se apelotonan de manera natural en las laderas de las montañas, ventanas de pequeño tamaño, tejados planos, esbeltas chimeneas y porches denominados “tinaos” que cubren de lado a lado la calzada.
Valle serrano en otoño
Ocupando una gran parte del conjunto montañoso de Sierra Nevada, el Parque Nacional de Sierra Nevada es un gran espacio natural, consagrado en 1989, otro parque que es uno de los reductos de montaña más asombrosos de España. El entorno que constituye el parque es un injerto de alta montaña en una Andalucía de clima mediterráneo o continental húmedo, con ciudades de altura y montaña como es la propia Granada y su reino que nació y creció en las faldas de estas mismas montañas. El paisaje es todavía más abrupto incluso que el asturiano: cumbres de más de 3.000 metros de altura, destacando sobre todo el pico Mulhacén de más de 3.400 metros. Casi como un espejo, la zona fue tierra glaciar durante el último gran enfriamiento del planeta, con las correspondientes lagunas residuales, como la Laguna de Altera a unos sorprendentes 3.146 metros de altura.
El pie humano sólo pisa en los valles de las partes menos altas, siguiendo el modelo demográfico habitual de pueblos que viven del ganado, la explotación forestal y ahora también el turismo rural y natural. De ahí su validez como destino: pocas veces habrá en España parajes donde se pueda desarrollar una economía sostenible dedicada por completo a la alabanza de lo natural, un entorno que sólo representa el esquí para una parte determinada de la población, pero no para la gran mayoría, que sabe que Sierra Nevada es la tierra del senderismo, del trekking anglosajón reconvertido para unir muchos otros aspectos paralelos, como el alpinismo y el parapente.
Estación de esquí de Sierra Nevada
Si se es mucho más sibarita de la biología, en pocos sitios se pueden encontrar jabalíes salvajes, zorros, tejones, lirones, jinetas, cabras montesas… justo la fauna que habría en una zona europea o norteamericana de coníferas y montaña. Cohabitan comadrejas, topillos comunes y nivales, y las majestuosas rapaces como el buitre leonado (es una de sus reservas en España), el acentor alpino o el águila real, que se sirven de estos pequeños mamíferos como presa en peñones y tajos. También puedes ver especímenes de colirrojo tizón y choya pitirroja, carboneros garrapinos, los herrerillos, los arrendajos, el reyezuelo, las currucas y los pinzones comunes.
Dada las notables condiciones climáticas es Sierra Nevada tierra de flores, con cerca de 2.100 del total de 8.000 catalogadas en la península (Canarias va a parte, por su particular clima y geografía), con al menos unas 65 especies autóctonas. Una de ellas es la Estrella de las Nieves. También es zona de pastos de alta montaña, además de presentar numerosos pinares, encinares, sabinares o restos de bosque mediterráneo en las cotas más propicias. La climatología y la diferencia de altitudes han posibilitado que crezca los bosques de hoja caduca compuesto por robles melojos, arces, cerezos silvestres y castaños. Estos bosques cambian la fisonomía del paisaje a lo largo de las estaciones; durante el otoño comienzan a perder las hojas y son los colores ocres los que predominan; con la llegada de la primavera y el resurgir de los nuevos brotes, se instalan los verdes intensos. Ya en los pisos más bajos se encuentran encinares como los Montenegro y, por último, el bosque de ribera que acompaña el cauce de los ríos. Desde la montaña al mar, desde la naturaleza al esquí. Todo unido.
Zorro de Sierra Nevada
Río Poqueira (Alpujarra) y el Conguilio