Pete Townshned era el tipo alto de los Who, el guitarrista con pinta de inglés largo y cara de empanado que finalmente fue una de las vigas de un grupo histórico.

Rostro alargado, aspecto tristón de eterno chico del fondo de la clase con los ojos claros y enormes, nariz demasiado grande… no tenía pinta de estrella del rock, no le acompañaba el físico. Y sin embargo fue un guitarrista tremendo capaz de saltar y caer de rodillas en el escenario las veces que hicieran falta durante conciertos y giras con The Who en los que hicieron miles de cafradas. Todos. Quizás él no alcanzó los niveles de Keith Moon (capaz de colocarse con sedante para caballo en pleno concierto y caerse redondo al suelo o meter un Rolls-Royce en una piscina) pero se le acercó muchísimo en una carrera contrarreloj hacia el desenfreno.

Eran otros tiempos, cuando eran jóvenes, tenían dinero y su música arrasaba para convertirse primero en banda de éxito, luego en dinamo estética y finalmente en icono cultural. Townshend ha pasado a la historia precisamente por ser el guitarrista de ese icono y un superviviente nato, capaz de modelar la música que todos escuchamos décadas más tarde y que convirtió sus directos en todo un espectáculo. Fueron de los primeros, junto con los Rolling Stones, en convertir el escenario en un show, en ese puntito de entertainment que todo grupo con ganas de triunfar debe tener. Ahora resume todo eso en una autobiografía de éxito en Reino Unido que llega a España con Malpaso.

El hoy, el libro y el ayer de Pete Townshend 

Está a punto de llegar a los 70 años, algo que nunca pensó que sucedería visto el ritmo de años anteriores, y Townshend ha decidido quitarle el polvo a los recuerdos en esas memorias que son un recuerdo de unos años 60 y 70 primigenios que definieron lo que sería la música en lo sucesivo. Nacido en 1945 Townshend navega lentamente desde 1964, año en el que sin llegar a las dos décadas de vida se planta ante el público y descubre que las reacciones emocionales de la gente son el alimento que necesita para seguir adelante. Comprende entonces la potencia de la música y su efecto sobre el público. Ese arranque esplendoroso lo resume él mismo (todo el libro está narrado en primera persona) con una frase: “Es fabuloso, mágico, surrealista, verlos bailar a todos ante la reverberación de mis solos de guitarra”.

En uno de aquellos conciertos primerizos también definió la íntima relación de la pasión y la violencia en la ejecución de la música sobre el escenario (de nuevo el entertainment) con los saltos, desfases y con los ataques de histerismo más o menos calculado que incluían alaridos, brincos de rana sin soltar la guitarra o, mejor todavía, mandarlas al techo como un hacha y ser capaz de clavarlas. No había problema: el espectáculo debía continuar y ya se encargaría alguien de comprar más. En uno de aquellos conciertos acertó a dejarla en el techo y la gente aulló. Ya tenía otra cosa más para la mitología del rock y de los Who, antecedente de las que se conformaban alrededor en paralelo a la de los Beatles (unos gatitos amaestrados en comparación), a los Rolling Stones (también aprendices del abismo, pero con un toque igual algo más siniestro) o a las primeras bandas de rock duro que ya asomaban la cabeza a finales de los 60 (ya estaban los Black Sabbath sueltos por ahí).

Esa estética pasiva (logotipos, ropa, cortes de pelo…) y activa (el show añadido a la música, por otro lado excelente) fue fundacional y que con el tiempo acabaría por ser el destino de muchas otras bandas de rock posteriores capaces de lo que fuera con tal de hacer vibrar a la gente. Los mismos que tuvieron a Moon como mascarón de proa: baterías cargadas de petardos que hizo explotar mientras tocaban en la televisión (y que dejaron medio sordo a Townshend), desafíos al establishment como pintar de rosa el famoso Rolls para luego pasearse por la zona noble de Londres partido de risa… y por supuesto el mencionado episodio del desplome en pleno concierto (de hecho Townshend pensó que se había muerto en directo).

Los saltos de Townshend sobre el escenario, marca de los Who

Eran otros tiempos: Reino Unido había salido de la peor guerra conocida por el ser humano y ellos, aunque la habían ganado, perderían la paz posterior… sin embargo la isla se había salvado de los bárbaros y él nació como parte del baby-boom posterior en Occidente. Fue parte de aquella generación acunada por el incipiente Estado de Bienestar que tenía un chute de vitalidad y amor a la vida que superaba con creces todo: venían del abismo y querían explotar la existencia. No es casual que de esa generación de los 40 surgiera el rock, el pop y los veranos del amor de los 60. The Who fue parte de esa ola que arrasaría la cultura occidental desde las calles británicas y norteamericanas. El mundo anglosajón recogía el testigo de la égida cultural tras el desplome de las culturas continentales (Francia y Alemania kaput, Italia encogida y las demás ni estaban ni se las esperaba).

El libro editado por Malpaso tiene una gran profusión de detalles que alimentan esa mitología estética de los años salvajes que ya no volverán. El rock ya no es lo que era, aplastado por el peso desmedido del pop industrial y del hip-hop, que no ha dudado en tomar el testigo del estrellato. No hay nada que se venda más y mejor que un rapero, especialmente si sale de algún ghetto americano. Townshend tira de catálogo vital y aparecen fotografías de su vida familiar (sus padres cuando eran jóvenes, de sus abuelos, de su tía y primera fan que le empujó hacia la música…) pero también de los comienzos de una carrera musical que ellos creyeron circunstancial hasta que descubrieron su influencia sobre los que escuchaban y botaban con ellos.

Así llegaron los primeros conciertos, la primera parca que usaría, luego convertida en imagen de marca de todo un estilo que todavía impera por las calles (mods mediante), los brincos de rana que daba con la guitarra a cuestas, las fiestas del exceso de drogas y alcohol, los aparatosos conciertos y las gamberras sin fin como acto de reafirmación vitalista frente a una sociedad que no había cambiado mucho en sus usos y formas desde los años 40. Y luego la gloria y las pasiones de pequeño burgués enriquecido, más incluso que la élite británica que les miraba como si fueran extraterrestres (los yates, el mar, los coches, los honores públicos y privados, sus hijos, las mujeres que entraban y salían de su vida sucesivamente y el éxtasis del revival con la última gira de los Who o la clausura de los Juegos Olímpicos de Londres…). Todo resumido en un solo libro.

 De izquierda a derecha The Who: Roger Daltrey, John Enwistle, Ketih Moon y Townshend